El anverso y el reverso del ¿Y ahora qué?, en Venezuela

El primero de septiembre se rompió el molde en Venezuela, un molde revolucionario e incómodo que aparentaba albergar en su espacio mucha más gente en teoría que en la práctica. Pues la manifestación que se desplegó en las calles de Caracas al comienzo de mes con el propósito de hacer presión para agilizar el proceso del referéndum revocatorio fue exponencialmente masiva. Se estimaba que coincidieran un millón de personas a la marcha convocada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) principal disidencia del gobierno, y la cifra, aunque no se cuantificó estrictamente, sí sorprendió por la masiva asistencia. De hecho el oficialismo, que modera el presidente Nicolás Maduro, también había convocado una marcha para el mismo día, sin embargo la comparecencia por simpatizantes a su gestión (paupérrima) no se comparó a su contraparte. Ahora bien, llegó el dos septiembre y el tres de septiembre, y la gente se pregunta: ¿Y ahora qué?

La interrogante tiene, desde luego, dos caras. Es decir, dos lados diferentes de donde surge. En primer lugar están los escépticos, y en segundo lugar los simpatizantes al gobierno. Los primeros expresan la pregunta debido al fustigamiento de la mala política que ha venido cercenando el bienestar social: la escasez de alimentos en demasía, la inseguridad que impide el libre tránsito de personas por las calles en víspera del crepúsculo e incluso la zozobra por la inseguridad se filtra hasta los hogares, la inflación, el poco acceso al agua potable en poblaciones tanto urbanas como rurales; y que, ya casi sin energías por el agotamiento cotidiano saben que la marcha, aún siendo un síntoma positivo para la sociedad en general, no solventará los problemas del día a día, que ha hecho emigrar a muchos y acaba en cada momento con el entusiasmo de la juventud. El segundo grupo de personas que hace la interrogante lleva implícito un sarcasmo, pues arguyen que pasará lo mismo que ocurrió cuando la Asamblea Nacional obtuvo en diciembre de 2015 mayoría parlamentaria opositora y nada ha cambiado. y que por lo tanto la marcha no ha significado mucho para la revolución. 

El primero de los casos es entendible, pero el segundo es una excusa muy barata para escudarse en la intransigencia ideológica. Por ejemplo, es cierto que las personas en Venezuela siguen padeciendo los efectos de una pésima gestión política y que una marcha por más abundante que haya sido no ha solucionado nada, pero no es cierto que la marcha no es significativa y que no ha habido un impacto, y a su vez tampoco es cierto que pasará igual que ha pasado con la Asamblea Nacional.

Por un lado, quedó demostrado que la mayoría en el país adversa las ideas y pragmatismo de una Revolución Bolivariana decadente y eso hace mella en su creencia de poder absoluto; por otro lado es evidente que para solucionar los problemas de una sociedad la cúspide de esa jerarquía que está encargada de armonizar el bien común debe estar en sintonía, sino nada tendrá progreso, y en Venezuela poderes como La Fuerza Armada, La Fiscalía General y El Tribunal Supremo de Justicia ,que debieran ser ecuánimes e imparciales para equilibrar la convivencia e impedir la injusticia en la nación, más bien están alineados al pensamiento errático de la revolución, y así obviamente no avanza una Asamblea Nacional. 

¿Y ahora qué? Lamentablemente por ahora no ocurrirá nada, pero la presión hacia el gobierno lo pondrá en apuros. Y son posibles dos escenarios políticos: primero la fractura interna de sus aliados por sentir el fuego del pueblo y se sacudirán con rudeza, segundo se sacudirán con rudeza. Pero la salida es inminente. Pues sacando la mala hierba de raíz se nutre mejor el cultivo.

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