Los principios vienen de casa...

Erase una vez ... pasadas las cinco de la tarde el director de una institución recibió una llamada, la voz de una mujer le pedía que atienda al ministro de gobierno de entonces, recibió la llamada y de manera lacónica le indicó que el vicepresidente le llamaría y que su obligación era atenderle en todo lo que le pida. El director se quedó estupefacto. Para sus adentros se decía -el vicepresidente quiere hablar conmigo, de qué?, le pasó por su cabeza, qué hice de malo?, y él mismo se contestaba -pues nada. Su cabeza giraba sobre qué puede necesitar el vicepresidente de él, de qué se trataba esta situación. En medio de su nerviosismo, luego de unos minutos, entró una llamada que preguntaron por el director y le dijeron "por favor atienda que el señor vicepresidente le va a hablar". Inmediatamente el director distinguió la voz que de manera afectuosa le habló, saludándole y reconociéndole de la época de campaña, luego de los primeros saludos de cortesía pasó a indicarle que para el día jueves se quedaba encargado del poder y le invitaba a visitarle en el palacio de gobierno, a las diez de la mañana.

El director volvió a tomar el teléfono y llamó a su jefe, le indicó lo que había pasado, en su estilo, su jefe le dijo -vaya y atienda, vea de qué se trata y me avisa. El jueves en un taxi, para no emplear el vehículo oficial, llegó a palacio se identificó e indicó que tenía una cita con el presidente encargado, efectuaron una llamada e inmediatamente le hicieron pasar, llegó a una oficina donde la secretaria le esperaba, le ofreció agua, aceptó y en instantes le hicieron pasar a un salón donde estaba el presidente encargado. Entró, saludaron le ofreció asiento al frente suyo, en un salón cubierto de papel color amarillo que hacía juego con el color del tapiz de las sillas de la sala. En un inicio hablaron de cuando el director se desempeñaba al frente de los profesionales en la campaña presidencial, para inmediatamente decirle, que la institución que él dirigía le había notificado con una orden de determinación a una empresa constructora y le pedía que le ayudara para que se hiciera la auditoría lo más rápido posible, para lo cual le presentó a un hombre de edad ya avanzada de pelo blanco y le decía algo así como que él haría las cosas en su nombre y le estaría visitando para saber cómo marchaba el pedido. Había nacido el vigilante.

El director salió molesto, asustado e indignado, le cruzaba por la cabeza el personaje Luis Alfonso Romero y Flores, de El Chulla, la novela de Jorge Icaza, quien se negó a hacer lo que los económicamente poderosos le pedían, y en este caso el pedido venía de quien tenía el poder político, de todas formas, el director pensaba, "...yo no estoy para hacer inmoralidades y cosas reñidas con la ética, estoy plenamente consciente que en este país de los privilegios, el servilismo del más débil hacia el más fuerte era cosa de todos los días y lo cumplían a plenitud los burócratas, pensaba y se decía, -se jodió, no sé lo qué va a pasar, pero yo no hago nada que sea ilegal, inmoral y no ético-", llegó el director a su oficina y llamó a su jefe a quien le contó lo ocurrido. Le dijo que le han puesto un vigilante a sus acciones.

Pasaron unos días, no muchos y el director tuvo al vigilante en su oficina, le preguntó si ya estaba todo listo conforme lo solicitado, ante la negativa del director, el vigilante reaccionó de manera inapropiada, gesticulando, gritando, a lo que el director le dijo que en su oficina no se grita, que trabajan mujeres y esto no es un burdel para que se exprese de esa manera. Feo, muy feo. En la segunda ocasión que le visitó al director, el vigilante le recalcó que no es cualquiera el que le había solicitado el favor, que se trataba del segundo mandatario y él no entendía por qué la negativa a ayudar, cuando le explicó que no le era posible dar la ayuda solicitada, que tenía más de trescientas auditorías en espera, inmediatamente el vigilante le dijo, que le esperaba al director en su oficina el martes siguiente con toda la información de a quiénes se les auditaba, -los empresarios a vos te tienen recelo, pero yo puedo suavizar el tema, la mayor dificultad que tienes, es ver dónde depositar el dinero. El vicepresidente le llamaba al director a su celular constantemente, muchas de esas llamadas coincidieron cuando estaba en el auto de la institución y el chofer escuchaba las conversaciones, al menos, lo que hablaba el director, en una de esas llamadas, le dijo, -el vigilante que usted me puso me ha faltado, me ha hecho propuestas no éticas, razón por la cual le pido me retire a este señor. El vicepresidente se sintió sorprendido y le dijo que tan solo le daba seguimiento al proceso.

En una ocasión el director le contó a su jefe como se estaban presentando los hechos, en ese momento ingresó a la oficina la secretaria del último y al oír que el vigilante le visitaba al director, le dijo "que terrible usted también recibe sus visitas, porque acá al jefe también le visita", este relato le dejó al director de una sola pieza, su jefe jamás le dijo que el vigilante le visitaba, cuando le increpó el director, su jefe le dijo, -bueno una o dos veces me ha visitado, me ha invitado y en una ocasión parece que me quiso emborrachar.

Unos días después le visitó al director el primo del segundo mandatario, le dijo que él velaría por los intereses de su sangre que nunca lo podría en riesgo, ni a él ni al director. Así que se instauró una segunda ronda. El recién llegado en una ocasión le ofreció una casa por los servicios del director, éste no lo aceptó, pero todo le comunicaba a su jefe y esto a su vez le decía al primo, pero parece que éste no le creía , hasta que llegó el día en que le dejó al director dinero en su oficina para comprar su conciencia, lo que le llevó a que le denunciara ante el jefe, ante el secretario anticorrupción quien logró autorización de un juez para obtener una grabación de lo ocurrido en la cual debía reconocer que la maleta con el dinero dejado en la oficina era de propiedad del primo, cosa que ocurrió y el primo estuvo alrededor de tres semanas en la cárcel.

Fueron a juicio, los jueces desestimaron las pruebas, decían que se violentó la cadena de custodia. La realidad es que a los jueces les temblaron las rodillas al enterarse que se trataba del primo del segundo. El director en cierta forma se dio por satisfecho, cree que hizo respetar la institución y a si mismo, una lección de que no puede mancillarse ni honra, ni violentar normas, ni ética ni moral. El tiempo posterior que permaneció en la institución no fue tan fácil para el director, fue visto de distinta manera: considerado un tipo problema; un tonto que dejó ir la oportunidad de su vida al no tan solo haber rechazado poder y dinero sino que incluso se enfrentó al poder constituido; recelado por el jefe e incluso en duda de parte de algunos que pensaban que todo lo vivido era mentira, una tramoya para lograr tan solo nombre y fama, victimizándose. Colorín colorado, esta historia no ha terminado.