El camino de la secesi?n en California (EEUU) y la Araucanía (Chile)

El camino de la secesi?n en California (EEUU) y la Araucanía (Chile)

El día después del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la campaña por la secesión de California parece haber resurgido de las cenizas. Normalmente, este tipo de campaña parece más asociada con Texas. Este mismo día, el Aukiñ Wallmapu Ngulam Consejo de Todas las Tierras (Chile) anunció la decisión de establecer un nuevo Estado en la Araucanía. En Chile, por cierto, la aspiración independentista suele estar más vinculada con Chiloé.

El impulso independentista parece sano y beneficioso a primera vista, puesto que les quita influencia a los enormes Estados que existen hoy en día. Me preocupa, no obstante, la limitación en cuanto a la libertad de tránsito a causa de las condiciones establecidas en cada territorio para ingresar, moverse y salir. Porque crear un nuevo Estado no es lo mismo que eliminar un Estado. Sin embargo, las creaciones propuestas no cubrirían territorios que actualmente sean libres, sino que ya están siendo oprimidos, de manera que ellas implican al menos el cercenamiento de un Estado mayor. El proceso se asemeja a la descripción que hace Karl Reinhardt (1948: 23) acerca de la obtención de la gloria humana: «Wie die Ewigkeit und Herrlichkeit der Götter sich erhält auf Kosten der Vergänglichkeit und tragischen Gebrechlichkeit der Menschen, so erhält sich diese wiederum, als Möglichkeit menschlicher Gröe, auf Kosten eines gewissen göttlichen Versagens» Así como la eternidad y magnificencia de los dioses son preservadas al costo de la transitoriedad y trágica fragilidad de los hombres, así también estas son preservadas como medios para la grandeza humana al costo de cierto fracaso divino.

Aunque el Aukiñ Wallmapu Ngulam reclama la soberanía sobre la Araucanía en virtud de derechos ancestrales, no parece tener más peso que los descendientes de SM Orélie Antoine I (1825-1878), Rey de la Araucanía y la Patagonia. Debemos tener en cuenta que la Casa Real sigue vigente hasta hoy y no ha renunciado a sus derechos sobre el Reino proclamado el 20 de noviembre de 1860.

A diferencia de la Araucanía, California nunca ha sido un territorio independiente. La Araucanía gozó de independencia política y ausencia de un gobierno central desde antes de la llegada de los incas primero y de los españoles después. Durante el Periodo Imperial (1541-1810) del Reino de Chile, se establecieron los ríos Biobío y Toltén como límites más o menos definidos de Wallmapu: estos límites se mantendrían durante el Periodo de Secesión (1810-1833) y el posterior Periodo Republicano. Durante este último tendrá lugar la anexión de Wallmapu en el territorio chileno (1861-1883). Como se echa de ver por las fechas, la Pacificación de la Araucanía fue una consecuencia directa del establecimiento del Royaume d'Araucanie et de Patagonie.

Como reveló Matt Weinberger , la idea (y la bandera [e incluso el nombre]) de un movimiento secesionista californiano fue inspirada por la serie de videojuegos Fallout. Sabemos que la revista electrónica Hijos del Átomo también está inspirada en la trama de esta serie de videojuegos, pero el impulsor de la idea de una California independiente no ha querido reconocer que tomó la idea desde ahí. No es algo de lo cual avergonzarse, de todas maneras. De hecho, le daría plena validez. Una buena idea no debería ser juzgada bien o mal en virtud de su origen. Pero, en este caso, creo que le otorgaría mejor respaldo que tratar de hacerla pasar como una idea «original».

Entonces, a primera vista la secesión resulta atractiva porque implica la disminución del enorme poder detentado por un Estado elefantiásico. Pero entonces vienen las dudas: que una Casa Real reclama derechos sobre el mismo territorio, que la idea fue tomada desde un videojuego y no es reconocida por el impulsor de ella, que los impulsores parecen tener intenciones oscuras y esto amenaza la libertad y la seguridad de quienes habitan el territorio reclamado...

Tengo la intuición y me recrimino a mí mismo por carecer de argumentos de que, al fin y al cabo, resultará mejor que haya Estados más pequeños en lugar de los gigantes actuales. Con todas las dudas de por medio y la enorme desconfianza que despiertan en mí los difusores de la secesión en California y la Araucanía, aún así me inclino por respaldar estas separaciones territoriales. Intuyo en mi interior que ellas le brindarán más espacio al espíritu del hombre, que se ve tan penosamente confinado hoy en día por la tentacular intervención del Estado en cuantos aspectos uno pueda imaginarse.

El enorme poder de los Estados matrices resulta un obstáculo, por cierto: el más riesgoso, en mi opinión, para cualquier intento secesionista. En este sentido, pienso en el caso más reciente que conozco: Sudán del Sur. Sé que, formalmente, la secesión tuvo éxito. Pero me parece haber leído que este acto administrativo no ha garantizado la paz en la zona ni el respeto de la dignidad de las personas. Por supuesto, temo que la situación será mucho más riesgosa en la Araucanía que en California en caso de concretarse una secesión: el terrorismo ha actuado con mucha violencia y ha sido escasamente perseguido por el gobierno desde hace dieciocho años, cuando se constituyó la organización terrorista Coordinadora Arauco-Malleco. Esta organización no solamente ha destruido la propiedad camiones, maquinaria agrícola, casas y templos y asesinado a personas, sino que declara abiertamente su intención de establecer un régimen comunista en la Araucanía. Aun así, presumo que resulta mejor tener un pequeño infierno comunista en lugar de uno grande, como el que experimentó Chile en 1970-1973.

Hay que dejar que el tiempo corra y que los sueños totalitarios de los estatistas terminen por traicionarlos a ellos mismos y consigan una mayor libertad para todos. Como no tengo el poder para combatirlos, al menos puedo guardar la esperanza de que están cavando su propia tumba y derruyendo lentamente nuestras cadenas.

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