Jóvenes aymaras, esperanza de cholitas luchadoras en Bolivia

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Jóvenes aymaras, esperanza de cholitas luchadoras en Bolivia
La joven luchadora cholita Dona Chevas, de 16 años (arriba), sostiene las piernas de su rival, Simpática Sonia, de 24, mientras compiten en el cuadrilátero en El Alto, Bolivia, el 21 de enero de 2019. Al show de lucha libre de las mujeres aymaras, que entran en combate usando ropa típica multicolor y zapatos de charol, se incorporaron recientemente diez jóvenes de entre 16 y 19 años con la esperanza de que ese deporte no muera y siga conquistando a decenas de espectadores extranjeros. (AP Foto/Juan Karita)

EL ALTO, Bolivia (AP) Caen una y otra vez haciendo retumbar el cuadrilátero mientras siguen la voz de mando de su instructora, Reyna Torrez, quien se inspira en su ídolo para formar a la nueva generación de cholitas luchadoras de Bolivia.

Al show de lucha libre de estas mujeres aymaras --que entran en combate usando ropa típica multicolor y zapatos de charol-- se incorporaron recientemente diez jóvenes entre 16 a 19 años con la esperanza de que ese deporte no muera y siga conquistando a decenas de espectadores extranjeros.

En los últimos años, esta disciplina se vio reducida a sólo siete practicantes.

Reyna --cuyo nombre real es Leydi Huanca-- hizo del ring su palacio hace 12 años. Ahí aprendió todo lo que debe saberse sobre la lucha boliviana y ahora es ella quien encabeza la tarea de formar a la nueva generación de cholitas inspirándolas en los vuelos del Rey Mysterio, un mexicano de la World Wrestling Entertainment (WWE) en Estados Unidos que es su ídolo y aparece en dos afiches que la mujer de 29 años tiene pegados en su sala.

Me encantan esos vuelos de Reyna y es un sueño que ella nos enseñe, dijo a The Associated Press Nelly Pankarita, cuyo nombre fuera de los cuadriláteros es Nieves Laura.

Nelly tiene 17 años y aún está en formación, pero ya lucha con la aprobación de sus padres. Cualquiera podría pensar que la lucha es una tarea de valientes, pero ella se dice tímida y para enfrentarse a sus oponentes usa una máscara con una cruz en la frente como lleva el Rey Mysterio y los agarradores con tejidos aymaras.

Como Nelly, las otras alumnas --Natalia Pepita, Leonor, Doña Chevas, Eleonor y Wara, entre otras-- están a un año de iniciarse profesionalmente y para ello deberán medirse con las siete predecesoras más rudas.

Es difícil luchar, dice Natalia, de 19 años y cuyo documento de nacimiento dice que se llama Noelia Gonzales. Se necesita mucho valor, fuerza y entrenamiento para hacer una buena pelea. Nosotras caemos y nos duele, pero no nos importa porque el público se divierte, agrega esta joven lista para enfrentar a su maestra.

Las cholitas más veteranas tienen entre 40 y 55 años y al iniciarse en su profesión enfrentaron el gran reto de incursionar en un ámbito sólo reservado a los varones. Hicieron de su hogar la ciudad de EL Alto después de haber recorrido varios barrios populares de la ciudad de La Paz en los años 60.

Antes de subir al cuadrilátero, las 17 mujeres que hoy se dedican a este deporte en Bolivia se alistan frente al espejo: se maquillan, se rocían perfume y se ponen sus joyas para mantener la elegancia durante los encuentros cuerpo a cuerpo que son tan divertidos como cardiacos.

La pareja luchadora entra bailando música folclórica y lanza un saludo a los espectadores --todos extranjeros-- antes de ponerse manos a la obra. Hoy toca el turno a Natalia, quien enfrentará a Reyna para mostrar públicamente que es toda una profesional.

A pocos minutos del inicio de la lucha, el público grita en coro: ¡Pepita, Pepita!, mientras la cholita emergente se paraliza entre las cuerdas debido a que su maestra la tiene ahorcada con sus propias trenzas.

Las palpitaciones se aceleran hasta que Natalia reacciona: logra zafarse de su mentora, la corretea por todo el ring y --con una patada voladora en el pecho que ella misma le enseñó-- la desploma. Poco después, la remata usando sus piernas para engancharse a su cuello y derrotarla de manera definitiva mientras el recinto se transforma en una explosión de aplausos del público, que la ovaciona de pie.

¡Pepita, Pepita!.

La victoria es suya. Emocionada, de agarra las trenzas. Su mirada dice que no lo puede creer.

Su maestra, Reyna Torrez asegura que de eso se trata: de preparar a sus alumnas para que el público vibre.

La turista Misha Sindabol llegó a Bolivia desde Indonesia a ver el espectáculo, que le parece fuera de serie y muy divertido por las mujeres que luchan entre ellas a veces contra varones.

El tiempo va pasando y se tiene que dar paso a otra generación, dice Benjamin Simonini, director de la escuela LIDER (Luchadores Independientes de Enorme Riesgo), en El Alto, que ha formado a muchas luchadoras bolivianas.

El Alto, con casi un millón de habitantes que en su mayoría son migrantes aymaras, no tenía mucha ocupación, pero en los últimos años tuvo un boom económico que ha generado nuevos ricos y mayor densidad de población. Esta ciudad ha dado grandes aportes a la economía del departamento de La Paz, que es el segundo con mayor crecimiento a nivel nacional con 6,3% después de la región de Santa Cruz con 6,7%.

En esa ciudad, donde algunos poseen edificaciones coloridas llamados Cholets, los luchadores aprovechan sus salones coloridos para montar su show, que se ha convertido en un atractivo turístico de aventura que reivindica la cultura aymara.

Según Tatiana Monasterios, técnica en turismo de la alcaldía de El Alto, además consideran que el show también reivindica el papel de la mujer aymara haciéndola ver emprendedora; que ella también puede hacer un deporte de riesgo.

En Bolivia se conoce como lucha libre o cachascán (variación de la expresión en inglés "catch-as-can", que se traduce como "atrapa como puedas") a un deporte en el que se autorizan o toleran golpees reales o fingidos. Este deporte inició hace dos décadas con cholitas como Jenifer Dos Caras, Carmen Rosa y la misma Reyna Torrez, que han llevado su espectáculo a otros países como España y Argentina, y esperan llegar a Estados Unidos en los próximos meses.

En otros países de Sudamérica, esta actividad se denomina cachacascán.

Las cholitas le inyectaron vida a la lucha libre boliviana, recordó Simonini.

Sin embargo, las leyendas están listas para entregar la estafeta a las nuevas luchadoras y hoy hay tres escuelas que las instruyen y bordean las 50 cholitas luchadoras, la mayoría jóvenes.

Las chicas que quieren hacer este deporte tienen que tener agallas, voluntad, porque este deporte necesita mucha disciplina, mencionó Reyna.

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