Nicaragua, entre dictadura y pandemia

Nicaragua, entre dictadura y pandemia

Confieso que vivir en Nicaragua, de dos años atrás a  la fecha, es una experiencia vertiginosa, angustiante, peligrosa. A los nicaragüenses se nos conculcó el derecho de luchar por nuestros derechos, en nuestro reciente calendario ya contamos con muertos, presos políticos y miles de exiliados por el simple hecho de enarbolar la bandera patria con un clamor de libertad, justicia y democracia. Los nicaragüenses en una inmensa mayoría vivimos condenados a coexistir junto a nuestros opresores en un ambiente tan anormal como desesperanzador. Opinar es subversivo, expresarse cívicamente es subversivo, invocar nuestros derechos constitucionales ataviados de nuestros símbolos patrios, es subversivo. Somos, para el régimen "golpistas" "terroristas" una sub-clase de ciudadanos "indignos" a los cuales hay que reducir, o en el peor de los casos, exterminar.

Desde el inicio de la pandemia del covid-19 en el país, a mediados del mes  de marzo, el pueblo nicaragüense ha vivido con estupor la indiferencia gubernamental frente al tema. Aquí no hubo, ni hay ahora, medidas para prevenir la peste, no se decretaron, ni se decretarán cuarentenas, ni se han legislado acciones de alivio fiscal, o económicas, para familias de bajos recursos. Por el contrario, se nos incrementó la factura eléctrica, lo mismo que el cobro por el consumo de agua, y ya no decir los combustibles que a su vez, duplicaron el costo de la ya antes inaccesible canasta básica. Este combo de adversidades humanas y naturales por lo que a la pandemia concierne, nos han condenado a la desesperanza. La salud mental de los nicaragüenses está rota, deshecha, desahuciada.   

Los que hemos logrado recogernos en una auto-cuarentena con los riesgos propios que ésta implica (pocos recursos económicos o falta de alimentos) presenciamos el amanecer y anochecer de cada día entre la fatalidad de nuestra cruda realidad y el cinismo estatal. Diario en las redes sociales atestiguamos la muerte de conocidos, estos son de todos los estratos y esferas sociales, el virus no perdona, pero tampoco perdona la indolencia estatal, usar barbijo es subversivo, dice el gobierno que queremos alarmar al pueblo, acudir a un hospital público por una prueba para saber si se contrajo el covid-19 es impensable para el pueblo de a pie, peor aún más, si consta en los registros del régimen que se es una voz crítica. A los hospitales privados se les prohibió hacer este tipo de pruebas.

Nuestra realidad es verdaderamente infernal. La fe sin embargo, suple en medio de la angustia y la ansiedad ese remanso tan necesario sin el cual quizás muchos ya habríamos tomado otro camino. Desde nuestras ventanas hemos contemplado la merma de transeúntes en los dos últimos meses, hombres, mujeres o ancianos que no pasaron más porque la muerte les llegó en su casa, reducidos por la pandemia. ¿Qué nos queda a los nicaragüenses? Los que alcancemos a llegar físicamente al final de esta locura necesitaremos curar para reconstruir nuestra salud mental. Muchos han visto partir a sus seres amados sin un último adiós, sin ningún rito funerario, teniendo muchas veces que correr tras un vehículo estatal donde llevan el ataúd de su deudo a media noche o en horas de la madrugada a enterrar de manera expedita (esto dicta el protocolo del gobierno).

Por otro lado, el estigma de los enfermos y sus familiares, la incertidumbre de no contar con información estadística veraz, objetiva de cuántos contagiados hay en el país, cuántos fallecidos y recuperados, la comunicación estatal es ambigua, irreal frente a lo que vemos día a día frente a nuestros ojos. Dormir y despertar pensando ¿Seré el próximo? El gobierno ha hecho mal su tarea, pero también quienes dicen oponérsele tratan de sacarle rédito político a la desgracia, y la cúpula empresarial no ha querido aliviar la carga de trabajo de los colaboradores de sus empresas para hacer cuarentena, para ellos también pesa más lo económico que lo humano, ya ha sido así en el pasado.

El nicaragüense sufre una condena horrenda, que el mundo no nos deje solo, conozcan nuestra realidad, indaguen, pregunten, investiguen, no permitan que para nosotros se apague la luz de la esperanza, nuestros médicos y personal sanitario está dando la batalla casi sin nada, sus recursos son limitados, requerimos insumos médicos, equipos de protección para personal sanitario, medicamentos paliativos para hacerle frente al virus. Equipo sofisticado (ventiladores) en fin, la historia de los nicaragüenses es una historia de vida o muerte.          

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