Ser o No Ser, esa es la cuestión

Ser o No Ser, esa es la cuestión

Con esta frase comenzaba William Shakespeare el soliloquio del acto tercero, escena cuatro, de Hamlet. La frase altamente conocida y referenciada invita a la reflexión, por parte del personaje, a preguntarse por las implicancias de vivir o morir.

Hoy por hoy, esta frase cobra inusitada relevancia. El bardo de Avon sabía muy bien, observando con ojos de visionario, que la única lucha real a la que se enfrenta el hombre es la lucha interna por develar por qué vale la pena vivir y por qué vale la pena morir.

Más allá de la cuestión filosófica, nos hallamos, en occidente, ante un conflicto interno, humano, que data de tiempos antiguos, desde la definición de Parménides al término, en la que ser y no ser son cuestiones lógicamente opuestas y excluyentes.

Las grandes luchas del ser humano, tanto culturales como ontológicas, se encuentran en este registro. La cuestión humana (el Ser) se enfrenta continuamente a la cuestión de la deshumanización (El No Ser). Esta deshumanización no es muerte (el No Ser de Shakespeare), sino el fin de lo humano como esencia y fenómeno.

Ir más allá de la frontera de lo humano es la bandera de lucha de algunos que piensan que todo lo humano, lo «humanizante», es arcaico, retrógrado e inútil, propio de otros tiempos.

Para tales fines, se han creado herramientas, procedimientos mentales, disecciones antinaturales, tales como la deconstrucción (eufemismo para destrucción) y organizaciones y regímenes políticos que coartan lo humano, y hasta lo divino.

Lo que es, es y no es otra cosa. Y lo que no es, no es, nos diría la lógica. Pero el avance del No Ser nos dice que No Ser puede Ser, o es imperioso que lo Sea, y para que lo Sea, el Ser debe dejar de Ser, por ende, lo humano debe dejar de Serlo.

La lucha política actual (más bien la revolución cultural que se lleva a cabo) se inclina por el No Ser. La manifestación filosófica de esta inclinación es el Transhumanismo.

Tal como dice su nombre, esta corriente de pensamiento manifiesta que el devenir natural del ser humano no es otra cosa que una construcción antojadiza, cultural y que se debe dejar de lado el concepto de humanidad (lo que nos hace a los humanos, humanos), ir a por algo más (esto algo más nunca está totalmente claro) y destruir su esencia (más bien dejar en claro que no existe tal cosa como la esencia humana).

Esta corriente posmoderna de pensamiento asegura que toda construcción relacionada al concepto de «humanidad» es falaz y que el accidente, el fenómeno, es lo que articula la realidad del ser humano. Este accidente, como todo accidente, es una particularidad y un punto aparte, por lo que no hay lógica ni unión de devenires entre estos.

La corriente del Ser afirma el Ser, como es lógico pensar. La corriente del No Ser afirma lo que el Ser debería Ser, no lo que realmente Es el Ser.

Para supuestos sobran los condicionales.

Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En el terreno de la vida sólo se manifiestan cosas vivas; desde este punto hacia el más allá es otra historia.

No podemos desear lo que No Es; ésta es una máxima primordial y lógica. Y menos lo que podría Ser. Sólo podemos desear lo que Será a partir de lo que Es; el devenir de Hegel. Y en este devenir, el punto inicial es el ahora, y desde aquí, a pesar de lo que se cree, hay contados caminos, en ocasiones sólo uno.

El que desea No Ser no encuentra alternativa en la vida.

No hay elección, a menos que se apunte a la cien con el arma propia. Por esta razón, dicha corriente de pensamiento (nótese ideología) no es más que inmolación sin sentido, un sacrificio ante la nada.

Shakespeare bien lo sabía. Así lo dejó bien explicitado en su obra: la cuestión fundamental es decidir entre el Ser y el dejar de Ser.

Dejar de Ser es olvidar la historia, el pasado, a los ancestros, lo que nos ha llevado a Ser occidente, civilización y producto en tránsito hacia algo más. Occidente es semilla creciente, Está Siendo en el ahora y Será en los tiempos venideros. Dejar el camino para dejar de Ser equivale a rendirse, cruzar los brazos, relajar las piernas y arrojarse hacia el pozo profundo de la nada.

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