Surgen posibles pruebas de limpieza étnica en Etiopía

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Surgen posibles pruebas de limpieza étnica en Etiopía
La nueva tarjeta de identificación en amhárico que recibió Seid Mussa Omar antes de huir de Humera, Etiopía, para refugiarse en Hamdayet, al este de Sudán. Foto del 17 de marzo del 2021. (AP Photo/Nariman El-Mofty)

HAMDAYET, Sudán (AP) — Las atrocidades que padecieron están a flor de piel y en las mentes de los habitantes de Tigray, miles de los cuales pueden ver a la distancia la tierra que abandonaron en el norte de Etiopía.

Llegan a Sudán bajo un calor abrasador, con heridas de bala, vaginas destrozadas y marcas en sus espaldas de los golpes recibidos. Menos visibles son los recuerdos de escenas traumáticas: Cantidades de cadáveres en las riberas de los ríos, combatientes que violan mujeres, una por una, por hablar en su lengua natal; el niño hambriento que tuvieron que dejar atrás.

Ahora, por primera vez, traen pruebas de lo que muchos describen como una limpieza étnica promovida por el estado en la forma de nuevas tarjetas de identidad que eliminan toda mención de Tigray. Nueve refugiados de distintas comunidades confirmaron esta novedad a la Associated Press. Los documentos están escritos en un lenguaje que no es el suyo y son emitidos por funcionarios de otro grupo étnico. Se los considera una nueva prueba de la campaña que libran Etiopía y sus aliados por acabar con todo rastro del pueblo tigriano.

Las autoridades amháricas que controlan la vecina ciudad de Humera se quedaron con el documento de identidad original de Seid Mussa Omar que la identifica como tigriana y lo quemaron, según declaró la enfermera. Su nuevo documento, emitido en enero y que fue visto por la AP, está en lenguaje amhárico y tiene una estampilla de Amhara.

“Lo conservé para mostrárselo al mundo”, dijo Seid. “Esto es un genocidio. El objetivo es borrar del mapa Tigray”.

Lo que empezó como una disputa política en uno de los países más fuertes del África derivó en una campaña contra la minoría tigriana, según entrevistas de la AP con 30 refugiados en Sudán. El gobierno etíope de Abiy Ahmed, ganador del Premio Nobel de la Paz, ha sido acusado de aliarse con el grupo étnico de su madre, los amharas, y con soldados de la vecina Eritrea, viejos enemigos de Tigray, para reprimir a unos 6 millones de personas.

Los etíopes dicen que la vida vuelve a la normalidad en Tigray. Pero los refugiados afirman que sigue habiendo abusos. Casi todos describen matanzas, violaciones y la destrucción de cosechas, que pueden generar una hambruna si no se recibe ayuda.

Durante meses Tigray ha estado prácticamente aislado del resto del mundo, con acceso restringido a la electricidad y las telecomunicaciones, lo que da poco margen para sustentar las denuncias de que decenas de miles de personas fueron asesinadas.

El secretario de estado estadounidense Antony Bliken dijo el mes pasado que se estaba produciendo una “limpieza étnica” en la parte occidental de Tigray. Fue la primera vez que un funcionario de alto nivel de la comunidad internacional hace esa denuncia. Aludía a la expulsión de los habitantes de la región mediante métodos que incluyen matanzas y violaciones.

Los refugiados dicen que las autoridades amháricas asumieron el control de numerosas comunidades y ordenaron la expulsión de los tigrianos. Goitom Hagos, de Humera, dijo a la AP que vio cómo miles de personas eran subidas a camiones. No sabe qué pasó con ellas.

A algunos tigrianos se los conminó a que aceptasen sus nuevas identidades amháricas o se fuesen, según los refugiados.

El conflicto en Tigray cobró una nueva dimensión en noviembre. Figuras tigrianas controlaron el gobierno etíope por casi tres décadas y crearon un sistema de estados basados en las etnias de sus habitantes. Pero Abiy buscó centralizar el poder tras asumir el gobierno en el 2018. Marginó a los dirigentes tigrianos e hizo las paces con Eritrea, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz.

Los líderes tigrianos consideraron el gobierno central ilegítimo después de que las elecciones del año pasado fuesen demoradas y llevaron a cabo su propia votación. El gobierno lanzó entonces una ofensiva militar, diciendo que fuerzas tigrianas habían atacado una base. Testigos dijeron que los amháricos y los eritreos básicamente se dividieron Tigray.

Etiopía dice que rechaza “toda noción y práctica de una limpieza étnica”. Un portavoz regional amhárico se negó a comentar el tema.

Las matanzas continúan. El 30 de marzo Alem Mebrahtu, de 30 años, trató de cruzar el río Tekeze, que divide los sectores controlados por los eritreos y los amháricos. La mujer había sido separada de sus hijos por el conflicto y había escuchado que estaban en Sudán.

Asegura que en el río vio unos 50 cadáveres. “Algunos estaban boca abajo. Otros mirando al cielo”. Cuenta que se puso a llorar ante esa visión.

Dice que está tratando de aprender amhárico para poder sobrevivir.

“Su objetivo es que no quede ningún tigriano”, expresó.

Los refugiados dicen que abundan las violaciones. Una mujer contó que cuando regresó a su casa en Humera, la cual había sido saqueada, fue detenida por combatientes que hablaban amhárico. Ella les pidió que le hablasen tigriano, y entonces la atacaron.

“Di que eres amhárica y te devolveremos tu casa y encontraremos a tu marido”, le dijeron. “Pero si insistes en que eres tigriana, volveremos y te violaremos de nuevo”.

Ella está embarazada. La AP no identifica a personas que han sido violadas.

Las Naciones Unidas dice que el personal sanitario recibió más de 500 denuncias de violaciones. Pero los grupos armados destruyeron casi todos los centros de salud de Tigray, por lo que casi no hay dónde buscar ayuda.

Y esto no es todo.

Casi todos los refugiados pronostican una escasez de alimentos. La mayoría dicen haber visto cosechas saqueadas o destruidas,

El conflicto comenzó poco antes del inicio de las cosechas en esta región agrícola. Ahora se acerca la época de plantar las semillas.

“Pero no hay semillas”, dijo Kidu Gebregirgis, un agricultor de la zona. “No hay nada para volver a empezar”.

Tigrianos que pasaron por comunidades rurales dicen haber visto gente que pasaba hambre, generalmente ancianos, mendigando frente a las iglesias.

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Este artículo fue financiado con una donación del Centro Pulitzer de Reportajes sobre Crisis.

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