Daymé Arocena hace transformaciones musicales y personales con “Alkemi”

Daymé Arocena hace transformaciones musicales y personales con “Alkemi”
En esta imagen proporcionada por Brownswood Recordings, la portada de "Alkemi" de Daymé Arocena. (Brownswood Recordings vía AP)

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Muchas vivencias confluyeron para que la música cubana Daymé Arocena lograra su álbum “Alkemi”, en el que a través del jazz, el pop y los ritmos afrocaribeños hace un viaje de introspección sobre su camino hacia el amor propio y la madurez.

“Paradójicamente, el nombre del álbum vino a través de la música y la idea era hablar de las transformaciones musicales, de las mezclas y de la juntamenta de géneros y al final terminamos ‘Alkemi’ y yo transformándonos mutuamente y soy una mujer nueva después de este disco”, dijo. “Me ha hecho transicionar hacia una mejor versión de mí y hacia una Daymé que no conocía”.

Arocena nació en Cuba en una casa donde la esencia era la música, con una familia rumbera. “Empecé a cantar desde que empecé a existir”, dijo. “Simplemente ya venía predestinada para eso”. Cuando tenía 10 años, entró en el conservatorio y para los 19, se graduó de dirección coral.

Pero tiene un lazo muy jazzista. Su padre es fanático del smooth jazz, el funk y bandas como Earth Wind & Fire, a las que creció escuchando, pero su gran salto al género lo dio con la big band de su escuela.

“Ellos necesitaban cantantes y me hicieron la propuesta de cantar en la big band y tuve que aprender así, a machetazos, a cantar el género porque no tenían tiempo para mí”, señaló.

Tras sus álbumes de larga duración “Nueva Era”, “Cubafonía” y “Sonocardiogram”, “Alkemi” es su primer lanzamiento desde 2019 y el primero que hace fuera de Cuba. El álbum fue producido por Eduardo Cabra.

“Hay muchos sabores, porque la inmigración nos transforma a todos, cuando uno deja su tierra, deja su gente, deja sus costumbres, para insertarse en otro espacio, definitivamente hay un montón de cosas que cambian”, señaló.

En la pandemia vivió un momento de mucha angustia pues se preguntaba si iba a poder volver a un escenario., “Es lo único que me ha hecho sentir tan inestable y vulnerable sentimentalmente”, dijo. “Tenía pesadillas con eso”.

Así que buscó maneras de relajarse y una de ellas era bailar, incluso bailaba sola para calmarse en medio del caos. Eso le hizo darse cuenta de que se había alejado de géneros musicales como el pop, que siempre le encantó.

“Me habían vendido la idea de que no eran para mí”, dijo. “Una necesita referentes para imaginarse en un espacio, pero yo no tuve referentes que lo hicieran como yo… Ese mundo del pop yo sólo lo veía en mujeres que distan mucho físicamente de lo que soy y en mujeres anglo, que sí se parecían a mí, pero yo voy a ser latina la vida entera, yo no tengo forma de cambiar mi identidad”.

Esto le llevó a preguntarse cosas más profundas sobre la perspectiva con la que creció y descubrir que no valía la pena intentar ser alguien diferente a su esencia para encajar en un mundo “que al final no me corresponde”.

“Entiendo hoy que no soy yo quien está mal por ser negra o por ser gorda, yo no tengo nada que me limite artísticamente ni creativamente”, dijo. “Las limitaciones vienen de cosas externas que no son exactamente yo”.

Arocena se considera ahora una abanderada por la inclusión y la diversidad en la música.

“Si no hay espacio para mí, vamos a inventarlo, si no hay espacios para las mujeres como yo, vamos a crearlo, si no existen referentes como yo, vamos a crearlos”, apuntó. “Prefiero morir actuando y haciendo y transformando que vivir en el comfort zone (en la zona de confort)”.

Una de las canciones en inglés del álbum, “American Boy”, surgió de una experiencia relacionada. La había compuesto hace casi una década, pero nunca se había atrevido a mostrarla al mundo. Se la dedica a un ex que la conoció cuando ella tenía 22 años, en un momento en el que su autoestima era muy baja. Él era rubio, con ojos azules, muy diferente físicamente y se enamoró de ella a primera vista cuando la escuchó interpretar la clásica “National Boy” en el festival de Jazz de La Habana.

“Me agarró de la mano y empezamos a caminar juntos por toda La Habana de la mano y yo recuerdo que para mí eso era como una cosa inimaginable”, dijo. “Ese simple hecho de tomarme de la mano y llevarme por la calle fue como demasiado transformador para mí”.

Pero él se fue, su romance duró lo que duró el festival. La canción cuenta cómo se sentía Arocena y cómo sintió que la ciudad se apagó.

“Sentía que la vida se me había ido con él”, dijo. “Al final descubrí que él llegó a mi vida para darme una lección de amor propio que yo no conocía”.

Ella entró en todo un proceso para perder el miedo al ojo público, dejar de hacer caso al bullying y abrirse para descubrirse a sí misma.

“Me miro al espejo y me pongo a bailar, esa transición está bueno contarla desde el principio, desde mis inseguridades, desde los tiempos en los que me creía que mi vida y mi felicidad dependían de otra persona, porque ésa es la historia real”, dijo.

“A fuego lento”, un tema sensual con toques de reggae, que tiene como invitado a Vicente García, la compuso cuando tenía unos 19 años, ahora tiene 32.

“Me daba terror hablar y explotar mi sexualidad en público de esa manera, me sentía súper expuesta y fue una canción que escondí por mucho tiempo”, dijo. “Las mujeres queremos, las mujeres deseamos también, nos gustan personas también y queremos proponer también”.

En “Die and Live Again”, un tema en inglés y español, la voz de Arocena suena como dos personas cantando. Se la compuso a su esposo, con quien emigró, primero a Canadá y luego a Puerto Rico. Además del contraste de su voz, la canción comienza como una reflexión sobre el amor que han vivido por siete años y la segunda es una celebración de lo que han construido.

“Es un amor muy particular, porque fuimos muy buenos amigos por años antes de ser pareja”, dijo. “La felicidad de amarse sin tapujos, pero también amar sin presión”.

Arocena es creyente de la santería, la religión de sus ancestros que dice que la representa como mujer afro, mestiza y criolla. A la que dijo que se aproximó por primera vez gracias a la música cuando tenía 17 años.

“La santería más allá de la práctica religiosa o ancestral, o espiritual, es la sabia principal de la música cubana y en eso estamos de acuerdo todos los músicos; eso no se discute, todos sabemos que no hay forma de decir que no”, dijo. “Toda la información rítmica que hay ahí, toda la información melódica que hay ahí, de ahí salió todo lo que ves hoy y de lo que nos vanagloriamos los músicos cubanos, con nuestro entendimiento, con el ritmo, con la clave, con la síncopa, con todo, viene de ahí”.

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