¿Cambio de nombre o disputa política? Trump y las fronteras simbólicas de América

La reciente orden ejecutiva de Donald Trump para cambiar el nombre del Golfo de México por el de 'Golfo de América' desata debates sobre geopolítica, culturas y cartografía.

Un océano de disputas sobre nombres

Los mapas nunca son neutrales. Desde su concepción, estos reflejan las prioridades, intereses y tensiones políticas de los territorios que buscan representar. ¿Qué ocurre cuando una figura política como Donald Trump emite una orden ejecutiva para renombrar el Golfo de México como el 'Golfo de América'? La controversia no tardó en estallar.

El golfo, una vasta extensión de aguas compartida por Estados Unidos, México y Cuba desde hace siglos, se ha posicionado como un punto crítico tanto para el intercambio comercial como para el turismo mundial. La intención de Trump, según afirmó en su orden ejecutiva titulada 'Restaurando Nombres que Honran la Grandeza Americana,' busca resaltar el legado de los héroes estadounidenses. Sin embargo, esta acción ha desencadenado reacciones geopolíticas, burlas en redes sociales y resistencia incluso dentro de su propio país.

La respuesta internacional

La política mexicana no se quedó en silencio. La presidenta Claudia Sheinbaum bromeó en un primer momento diciendo que en represalia México podría renombrar América del Norte como 'América Mexicana'. Posteriormente, suavizó su postura declarando: "Para nosotros y para todo el mundo seguirá siendo el Golfo de México". Su declaración refleja la incomodidad generalizada que crea una medida percibida como un intento de apropiación cultural y territorial.

El problema no radica únicamente en este cuerpo de agua. Casos similares han generado conflictos históricos: el Mar del Japón, que Corea del Sur llama el Mar del Este; y el Golfo Pérsico, que algunos en Medio Oriente insisten en renombrar como el Golfo Arábigo. En Irán, hubo amenazas contra empresas como Google por no etiquetar el golfo en sus mapas.

Política y la simbología del territorio

El Golfo de México no es la única "estrella" en esta trama de tensiones políticas. La montaña más alta de América del Norte también ha sido objeto de cambios simbólicos. Denali, el nombre utilizado por los nativos de Alaska, fue oficialmente restituido en 2015 por Barack Obama tras décadas de controversia. Sin embargo, Trump ha insinuado devolverle su nombre colonial: Monte McKinley, argumentando que "honra el legado de un gran presidente".

¿Qué representan estos cambios de nombre? Para muchos, son más que simples etiquetas: reflejan quién tiene derecho a nombrar y qué legados se eligen honrar. En palabras del cartógrafo Peter Bellerby, de la compañía londinense Bellerby & Co., "Si Trump quisiera cambiar el Océano Atlántico al Océano Americano, probablemente lo ignoraríamos".

La perspectiva social y cultural

Las redes sociales, como era de esperarse, no tardaron en reaccionar. Algunos usuarios ironizaron que adoptarían el nombre de 'Golfo de América' solo cuando aceptaran llamar al puente Tappan Zee, en Nueva York, con su nuevo título oficial: el Puente Mario Cuomo. Otros cuestionaron la enseñanza en las aulas: "¿Comenzaremos a enseñar esto como el nombre del cuerpo de agua? Deberíamos cubrir ambas perspectivas: el nombre basado en la realidad y el nombre propuesto."

Una situación similar ocurrió en Chicago, donde la Torre Sears fue renombrada como Torre Willis en 2009. A pesar de aparecer en los mapas como Willis, para los habitantes sigue siendo "la Sears". La oposición cultural a estos cambios subraya un punto: los nombres van más allá de la simplificación geográfica; son cápsulas del tiempo que encapsulan recuerdos y significados colectivos.

¿Qué sigue para el Golfo?

Hasta el momento, gigantes tecnológicos como Google y Apple no han actualizado sus mapas con los nuevos nombres propuestos. Mientras tanto, la Asociación Nacional Geográfica ha confirmado que continuará basando sus decisiones en investigaciones imparciales y múltiples fuentes.

Por su parte, Trump parece utilizar estos cambios como una estrategia para alimentar su narrativa de 'América Primero'. Sin embargo, no está claro cuántos estados o instituciones seguirán este camino. Florida, liderada por Ron DeSantis, ya utilizó 'Golfo de América' en al menos un documento oficial, pero otros estados vecinos al golfo no han mostrado intención de sumarse a esta iniciativa.

El peso histórico de los nombres

Los nombres no son estáticos; cambian y evolucionan con las personas que los habitan. Sin embargo, cambiar un nombre, especialmente uno con un significado cultural e histórico profundo, puede inflamar tensiones y abrir viejas heridas. Casos como el renombramiento del Golfo de México nos recuerdan que los mapas son una representación tanto de fronteras físicas como psicológicas.

¿Es acertado renombrar paisajes naturales para resaltar un legado político? Mientras el tiempo y las generaciones futuras decidan si el término 'Golfo de América' logra consolidarse, por ahora, parecer ser más un intento simbólico que una realidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press