El peligro latente de las municiones sin detonar en Camboya
A pesar de más de dos décadas de paz, los explosivos de la guerra siguen cobrando vidas inocentes
El reciente fallecimiento de dos niños de apenas dos años en la provincia de Siem Reap, Camboya, ha vuelto a poner en evidencia un problema histórico que sigue afectando al país: las municiones sin detonar. Esta tragedia ocurrió cuando los pequeños, Muo Lisa y Thum Yen, encontraron y manipularon un viejo proyectil de granada propulsada por cohete. Lo que podría haber sido un día cualquiera en el campo terminó en una devastadora explosión.
Un legado mortífero de la guerra
Entre los años 1970 y 1998, Camboya vivió un devastador conflicto armado que dejó todo el territorio plagado de minas terrestres y explosivos sin detonar. La guerra civil, la intervención extranjera y el brutal régimen de los Jemeres Rojos dejaron un saldo aún difícil de cuantificar.
Desde el fin del conflicto, se estima que alrededor de 20,000 personas han perdido la vida y 45,000 han resultado heridas debido a estos artefactos explosivos. Aunque el número de víctimas ha disminuido con el tiempo, la amenaza sigue presente. Durante 2023, se registraron 49 muertes a causa de explosivos heredados de la guerra.
Las zonas de mayor peligro
Muchas comunidades rurales se han asentado en antiguos campos de batalla sin saber que debajo de sus hogares y tierras de cultivo yacen explosivos listos para detonar. La región de Siem Reap, donde ocurrió esta reciente tragedia, es una de las más afectadas debido a los enfrentamientos constantes que tuvieron lugar en la década de 1980 entre el gobierno camboyano y los guerrilleros del Jemer Rojo.
Según el Director General del Centro de Acción contra Minas de Camboya (CMAC), Heng Ratana, “los padres de los niños fallecidos desconocían la existencia de municiones en su tierra”. Este es un problema recurrente en el país, donde muchas familias marginadas buscan cualquier terreno disponible para asentarse.
El desafío del desminado
Los esfuerzos por limpiar Camboya de explosivos han sido arduos y prolongados. Equipos de expertos han trabajado durante décadas desactivando minas y bombas. De hecho, el país cuenta con algunos de los desminadores más experimentados del mundo. Muchos de ellos han sido enviados a África y Medio Oriente para ayudar en misiones internacionales de la ONU.
Sin embargo, estos esfuerzos han estado amenazados por la falta de financiamiento. Recientemente, un congelamiento de ayuda extranjera por parte de Estados Unidos puso en riesgo la continuación de estas actividades. Afortunadamente, tras una revisión, Washington decidió reanudar su financiamiento de $6.36 millones para el periodo 2022-2025.
¿Cuál es la solución?
A pesar de las décadas transcurridas desde el fin de la guerra, es evidente que Camboya aún enfrenta las secuelas del conflicto. Mientras el gobierno y organizaciones internacionales continúan con las tareas de remoción de minas y educación sobre el peligro de las municiones, las comunidades rurales siguen expuestas.
Las soluciones más viables implican una combinación de esfuerzos:
- Ampliación del presupuesto para rastreo y eliminación de explosivos.
- Programas de concienciación para que los habitantes sepan identificar y reportar objetos sospechosos.
- Asignación de terrenos seguros para comunidades rurales, alejadas de antiguos campos de batalla.
- Colaboración internacional continua para financiar e implementar nuevos métodos de detección y eliminación.
La paz en Camboya es una realidad desde hace más de 25 años, pero el espectro de la guerra sigue acechando. La muerte de estos dos niños es un recordatorio devastador de que el conflicto aún no ha terminado del todo.