Haití en guerra contra las pandillas: ¿esperanza o repetición del caos?
La transición política tambalea mientras la violencia y los desplazamientos alcanzan niveles insostenibles en medio de llamados a la unidad y ayuda internacional
“Haití se ha vuelto un infierno para todos”. Esa fue la frase pronunciada por Fritz Alphonse Jean, líder del Consejo Presidencial de Transición de Haití, que marcó un momento de desesperanza y franqueza entre los estragos constantes de la violencia de pandillas en el país caribeño.
En una nación donde más de 4,200 personas fueron asesinadas de julio a febrero, según datos de la ONU, y donde 60,000 ciudadanos se han visto obligados a abandonar sus hogares en tan solo un mes, hablar de infierno no es una metáfora, es realidad cruda y diaria.
Un pueblo tomado como rehén
El estallido de violencia en Puerto Príncipe durante una masiva protesta el pasado miércoles 2 de abril —la más grande desde que este consejo se instauró hace un año— sirvió como catalizador para una posición más firme del gobierno interino. Cientos de ciudadanos marcharon directamente a las oficinas del Consejo de Transición y del primer ministro, en señal de hartazgo por la violencia, el desempleo, la corrupción y un sistema incapaz de proteger sus derechos más básicos.
“Ustedes perdieron sus casas, perdieron sus negocios, perdieron sus empleos, los violaron, violaron a sus hijos. Las pandillas criminales mataron a mucha gente”, dijo Jean en su intervención televisiva, tratando de conectar emocional y simbólicamente con una población que se siente cada vez más abandonada.
Violencia desatada: pandillas como Estados paralelos
El fenómeno de las pandillas no es nuevo en Haití, pero su poder e impunidad se han incrementado tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021. Sin una autoridad estable, el Estado ha dejado vacíos que han sido ocupados por grupos criminales ahora fuertemente armados, estructurados y con ambiciones territoriales.
Desde 2023, organizaciones como G9 en Famille, liderada por el expolicía Jimmy Chérizier, alias “Barbecue”, han logrado consolidar dominios completos dentro de la capital. Según el Informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), estos grupos se financian mediante secuestros, tráfico de armas, narcotráfico y extorsión —un modelo de criminalidad transnacional con redes más allá del territorio haitiano.
Un consejo sin cohesión ni impacto real
El Consejo de Transición fue establecido con el fin de sentar las bases para una eventual elección democrática, pero según analistas como Diego Da Rin del International Crisis Group, el experimento ha fracasado en lograr unidad incluso entre las facciones que lo constituyeron.
Mientras el pueblo exige acción, los partidos que originalmente apoyaron el consejo ahora claman por una renovación completa del liderazgo. Esta falta de cohesión política ha llevado a un estado de parálisis, con responsabilidades diluidas y una aplicación mínima de políticas concretas de seguridad o asistencia social.
Propuestas sin detalles: promesas y espectros
Durante su discurso, Jean prometió la asignación de un presupuesto especial para el combate contra las pandillas y el uso de agentes del grupo ambiental armado estatal conocido como BSAP. Sin embargo, no especificó montos ni operativos, lo que refuerza la percepción de improvisación.
Jean afirmó: “El Consejo le pide al primer ministro y a la policía que implementen estas medidas sin demora… Estamos diciendo a todos en este gobierno que estamos en guerra”. Guerra, sin duda. Pero ¿con qué armas? ¿Con qué aliados? ¿Con qué instituciones funcionales?
El factor histórico-emocional: ¿llamado a la dignidad o retórica vacía?
En un intento por invocar la memoria colectiva, Jean recordó la historia revolucionaria de Haití, como el primer país libre de América liderado por antiguos esclavos: “La lucha contra la oscuridad no es insignificante. Pero nosotros mismos no somos insignificantes… no es nada comparado con la batalla que luchamos para salir de la esclavitud”.
Si bien poderosamente simbólico, este tipo de arengas históricas carecen de eficacia práctica cuando el ciudadano promedio vive con miedo diario de salir a la calle, sin alimentos, electricidad, ni servicios públicos de ningún tipo.
Desplazamientos masivos y una población agotada
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 60,000 personas fueron desplazadas en febrero de 2025 solamente. Muchas viven en condiciones infrahumanas, hacinadas y sin acceso a atención médica o educación.
Este desplazamiento interno complica aún más los esfuerzos gubernamentales, ya que se trata de una crisis humanitaria dentro de otra: el gobierno apenas tiene control sobre sus sedes, mucho menos sobre campamentos improvisados en plazas, estadios o escuelas abandonadas.
La comunidad internacional, ausente o insuficiente
Haití ha solicitado asistencia a través de una misión liderada por fuerzas kenianas bajo un mandato de la ONU, con la intención de reforzar la policía nacional. Pero hasta la fecha, apenas se ha desplegado el 40% de los 2,500 efectivos originalmente proyectados.
Estados Unidos, históricamente un actor relevante en la política haitiana, ha optado por un enfoque indirecto, ofreciendo asistencia humanitaria pero sin comprometer acciones militares ni un liderazgo claro en el marco multilateral.
Tráfico de armas y crimen transnacional: una amenaza mayor
Jean advirtió sobre la dimensión transnacional de la crisis, señalando que el problema de las pandillas en Haití está vinculado al lavado de dinero, tráfico de armas y drogas con ramificaciones regionales e internacionales. Haití se ha convertido, en muchos sentidos, en un nodo dentro de cadenas criminales internacionales que operan desde América del Sur hasta el sur de la Florida.
Esta perspectiva busca generar apoyo continuo y más agresivo por parte de la comunidad internacional. Pero los países donantes necesitan más que palabras: requieren transparencia, coherencia política y planes implementables.
¿Elecciones en 2026?
El gobierno de transición ha indicado que está trabajando en conjunto con el consejo electoral para realizar elecciones generales antes del 7 de febrero de 2026. Una de las innovaciones propuestas sería permitir el voto de la diáspora, algo sin precedentes en la historia electoral reciente de Haití.
Pero realizar elecciones en un país sin seguridad, sin registro electoral actualizado, con más de 100,000 personas desplazadas y sin una base legal sólida, parece más un deseo que una posibilidad inmediata.
Reflexión crítica: ¿nueva etapa o repetición de la tragedia?
El discurso del Consejo Presidencial Transitional puede ser visto como un paso correcto en términos retóricos, pero se queda corto en acciones concretas. La creación de presupuestos sin montos claros, el llamado a la unidad sin cohesión política, y la convocatoria a la memoria histórica sin soluciones tangibles, reproducen patrones que ya han fracasado en el pasado.
La verdadera batalla —además del evidente desafío de las armas— se libra en el terreno de la legitimidad, la capacidad institucional y la confianza ciudadana, tres componentes ausentes en el Haití de hoy.
Mucho queda por determinar, pero una cosa es clara: Haití no puede resistir mucho más sin respuestas concretas, sostenibles e inclusivas. Los próximos meses serán determinantes para saber si el país da un paso hacia la reconstrucción o se hunde más en su crisis existencial.