Islas sin comercio y osos polares con aranceles: una mirada a la política comercial más desconcertante de Trump

Pequeños territorios sin exportaciones enfrentan inesperadas sanciones comerciales en medio del impulso arancelario global del expresidente estadounidense

¿Qué tienen en común una isla ártica con más osos polares que personas, un remoto campo volcánico en el Océano Antártico y una ex colonia penal británica en el Pacífico? En una decisión tan inesperada como desconcertante, todos estos territorios —algunos sin residentes, sin exportaciones y casi sin actividad económica— han sido incluidos en las listas de sanciones arancelarias estadounidenses impulsadas bajo la administración del expresidente Donald Trump. Esta curiosa selección ha sorprendido incluso a los líderes locales.

En esta fun take, exploramos el lado más absurdo y surrealista del proteccionismo comercial en la era Trump, enfocándonos en lugares que probablemente jamás pensaron ser parte del tablero geopolítico económico de Estados Unidos.

La geografía de los aranceles: ¿selección al azar o estrategia invisible?

Todo comenzó con el anuncio de nuevos aranceles base del 10% sobre importaciones a Estados Unidos, con cifras mucho más altas para naciones con superávits comerciales con la potencia norteamericana. El anuncio agitó los mercados mundiales y causó incertidumbre entre acreedores y exportadores.

Pero lo más curioso no fue esto, sino que en la lista publicada por la cuenta "Rapid Response 47", vinculada a la Casa Blanca de la época, aparecieron territorios que rara vez son mencionados fuera de publicaciones científicas o programas de viaje de nicho.

¿El denominador común? Ninguno claro. Aquí examinamos seis de estos lugares que pagaron las consecuencias de una política sin precedentes.

Jan Mayen: osos, glaciares y… ¿aranceles?

Jan Mayen es una pequeña isla del Ártico perteneciente a Noruega desde 1930. Está ubicada a unos 600 kilómetros al noreste de Islandia y tiene como únicos residentes a unos pocos miembros del ejército noruego y del Instituto Meteorológico de Noruega.

La isla está mayormente cubierta por hielo y nieve, carece de comercio con EE.UU., y su aeropuerto solo funciona si el clima lo permite porque no tiene sistemas de aterrizaje instrumental.

¡Pero eso no evitó que se le aplicara un 10% de arancel!

Los ministerios de Medio Ambiente y Relaciones Exteriores de Noruega se mostraron perplejos ante la consulta de por qué este gélido paraje sin álamos ni aduanas había sido sancionado.

Tokelau: tres atolones, 1.500 habitantes y una lista negra

Este diminuto territorio situado en el Pacífico Sur, dependiente de Nueva Zelanda, cuenta con una población de alrededor de 1.500 personas distribuidas en tres islas de coral. Su economía se basa en la agricultura de subsistencia, la pesca y el apoyo financiero de Nueva Zelanda.

Sin exportar absolutamente nada a Estados Unidos, Tokelau también recibió un arancel del 10%. Para Roland Rajah, economista del Instituto Lowy, este tipo de decisiones refleja una desconexión total: "Es probable que estos países no hayan sido siquiera considerados, simplemente fueron parte de una lista automática".

¿Negociar su salida de la lista? "Difícil, al ser invisibles para Washington," agregó Rajah.

Christmas Island: cero exportaciones, pero sancionada

Ubicada a 360 kilómetros al sur de Yakarta y parte de Australia, la Isla de Navidad tiene menos de 2.000 habitantes. Su único producto de exportación es fosfato, destinado a países cercanos como Malasia o Indonesia.

"No existe comercio entre Christmas Island y Estados Unidos, excepto quizás la importación de maquinaria pesada fabricada allá", aclaró Gordon Thomson, presidente de la municipalidad local.

Aun así, el nombre de la isla apareció en la lista con un arancel del 10%.

Heard y McDonald: nadie vive ahí, pero igual pagan

Otro caso insólito: estas islas deshabitadas, situadas entre Madagascar y la Antártida, también fueron perjudicadas. Bajo soberanía australiana, solo se pueden alcanzar por barco durante condiciones climáticas favorables.

¿Actividades económicas? Básicamente ninguna. Su importancia radica en su ecosistema volcánico activo y su inclusión en tratados de conservación de vida silvestre antártica.

Aun así, enfrentan el mismo impuesto al comercio hipotético con Estados Unidos.

Norfolk Island: turismo local castigado

Conocida por haber sido colonia penal británica, Norfolk Island se encuentra a más de 1.000 kilómetros de la costa este de Australia. Su economía depende del turismo australiano y algunos productos agrícolas.

Pero el gobierno estadounidense aseguró que esta isla "cobraba 58% de aranceles" a productos estadounidenses —una cifra desconcertante— y respondió con un arancel de represalia del 29%.

George Plant, administrador del gobierno australiano en la isla, lo resumió así: "No exportamos nada a Estados Unidos. No entendemos esta medida".

El propio primer ministro australiano, Anthony Albanese, bromeó ante la prensa: "No estoy seguro de que Norfolk Island sea un contendiente económico para competir con Estados Unidos".

¿Error administrativo o declaración simbólica?

La inclusión de estas microeconomías y territorios inhóspitos en una lista de tinte represivo comercial levanta preguntas sobre cómo se elaboraron tales listados.

Según algunos expertos en relaciones internacionales, como el profesor Greg Barton de la Universidad Deakin en Australia, acciones como esta responden a una visión de mundo donde "todo debe ser capaz de ser presionado, incluso lo que no representa amenaza alguna".

En otras palabras, estas medidas quizá no respondan a lógica económica, sino simbólica o puramente doctrinaria.

¿Consecuencias reales o daños colaterales ridículos?

En términos prácticos, no cambiará mucho para la mayoría de estos territorios: sus economías seguirán sin flujo comercial significativo con EE.UU. Pero el impacto internacional sí existe:

  • Genera ruido diplomático, al incluir aliados o territorios sin justificación alguna.
  • Demuestra la sed unilateral de presión económica, incluso en forma grotesca o absurda.
  • Desincentiva establecer vínculos por parte de micronaciones que podrían buscar cooperación internacional futura.

Una lógica que ni la lógica entiende

En la era Trump, se instauró una política comercial definida por la conflictividad estructural, incluso como símbolo de poder. El proteccionismo se convirtió en causa política central, sin considerar escalas ni contextos.

Estos casos —desde atolones en el Pacífico hasta islas volcánicas al sur del mundo— muestran que ninguna región, por insignificante que parezca, estaba a salvo del radar errático de una guerra comercial global.

¿Y si mañana sancionan al Polo Sur?

Si hay algo que aprendimos de esta peculiar realidad es que vivir alejado del comercio mundial no garantiza inmunidad. En esta nueva era de reprochables absurdos, quizás los pingüinos de la Antártida deban prepararse a pagar aranceles si deciden exportar hielo o simpatía a Estados Unidos.

¿Quién será el próximo en la lista? ¿La Estación Espacial Internacional? ¿Las Islas Pitcairn, hogar de descendientes del motín del Bounty? Sólo el tiempo —y un tuit presidencial— lo dirán.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press