Lula bajo presión: inflación, crimen y desinformación sacuden su popularidad en Brasil
El histórico líder brasileño enfrenta niveles mínimos de apoyo mientras lucha contra el alza de precios y una creciente percepción de inseguridad
Luiz Inácio Lula da Silva, el político que una vez recibió elogios de Barack Obama como “el político más popular de la Tierra”, atraviesa el momento más crítico de su tercer mandato presidencial. Con una aprobación de sólo 24% según la prestigiosa encuestadora Datafolha, Lula enfrenta un escenario complejo, plagado de desafíos económicos, sociales y comunicacionales.
La paradoja: crecimiento económico con descontento social
Brasil ha registrado crecimiento económico sostenido y una baja en los niveles de desempleo, dos indicadores que en cualquier escenario político deberían traducirse en capital político para el gobierno. Sin embargo, los brasileños perciben una realidad distinta. De acuerdo con una encuesta de Genial/Quaest, el mayor malestar ciudadano se concentra en el precio de los alimentos, que ha aumentado casi un 8% en lo que va del año.
“La inflación alimentaria tiene un impacto directo en la vida de las personas”, afirmó la economista Carla Beni de la Fundación Getulio Vargas, quien señaló el precio de la carne como un factor crucial en el descontento, tratándose de un alimento esencial en la dieta brasileña. Esta inflación es atribuida a múltiples factores: cambio climático que afecta cultivos, tensiones internacionales y la apreciación del dólar frente al real.
El peso de la inflación en la base electoral de Lula
La paradoja se acentúa por el hecho de que el aumento de precios impacta especialmente a los sectores populares, quienes históricamente fueron aliados de Lula. El noreste brasileño, bastión tradicional del Partido de los Trabajadores (PT), ha visto un alarmante salto en la desaprobación del presidente, pasando de 26% a 46% en apenas seis meses, según Genial/Quaest.
Además, el descontento es mayor entre mujeres y personas negras, sectores que fueron claves para el regreso de Lula al poder en 2022. Este desgaste entre sus propias filas representa un problema estratégico para cualquier intento de reelección.
¿Qué está haciendo Lula para revertir la situación?
El gobierno ha intentado responder con medidas fiscales como la eliminación de impuestos a productos esenciales, entre ellos café y carne. Esta reducción arancelaria busca aliviar al consumidor, aunque no ha logrado frenar la erosión de apoyo.
Otra clara apuesta es la reforma tributaria social, que pretende eximir del pago de impuesto a la renta a quienes ganan hasta 5.000 reales al mes (aproximadamente US$880), un alivio significativo si se aprueba en el Congreso. Sin embargo, aún no está claro si esta iniciativa legislativa logrará llegar a tiempo para revertir el deterioro en la percepción pública.
El efecto boomerang de la desinformación: el caso de PIX
Lula también enfrenta una batalla contra la desinformación. En enero, su gobierno fue fuertemente criticado por un proyecto para aumentar el control estatal sobre transacciones financieras, incluyendo el popular sistema de pagos instantáneos PIX. Aunque se trataba de una medida técnica sin intención de imponer nuevos impuestos, la derecha bolsonarista aprovechó para desatar una ola de noticias falsas asegurando que el gobierno quería gravar ese sistema.
La administración reaccionó tarde y de forma desorganizada, dando marcha atrás pero sin poder revertir el daño de imagen. “Ese fue el punto inicial del declive de la imagen de Lula en su tercer mandato”, sostiene el economista Paulo Feldmann de la Universidad de São Paulo.
Violencia y criminalidad: otra piedra en el camino
A la crisis inflacionaria se suma la creciente preocupación por la seguridad pública. Según la encuestadora IPSOS, el crimen ha desplazado a la economía como principal preocupación ciudadana luego de la pandemia. Un dato alarmante: 1 de cada 10 brasileños fue víctima del robo de su teléfono móvil entre julio de 2023 y junio de 2024, de acuerdo con Datafolha.
Un video viral que mostró el momento exacto en que una influencer fue asaltada durante el festival Lollapalooza en São Paulo generó indignación nacional. En respuesta, Lula ha elevado el tono prometiendo mano dura contra los criminales: “No permitiremos que los delincuentes se apoderen de nuestro país”, afirmó el 19 de marzo pasado.
El Ministerio de Justicia ya trabaja en una legislación para endurecer las penas por delitos relacionados con celulares robados, elevando la sentencia máxima de 8 a 12 años de prisión. Además, se prepara una propuesta más amplia de reformas al sistema de seguridad pública.
Una crisis de comunicación política
Una crítica transversal, tanto entre aliados como opositores, es la dificultad del gobierno federal para comunicar sus acciones. “El gobierno tiene una serie de políticas públicas, pero el problema es comunicar los resultados de esas políticas”, argumenta João Feres, politólogo de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Mientras la administración presume de logros como la reducción del desempleo y el aumento del salario mínimo real, la percepción en la calle continúa siendo de estancamiento. Incluso medidas positivas son rápidamente neutralizadas por campañas coordinadas de fake news que el equipo de comunicación oficial no ha podido contrarrestar con eficacia.
El fantasma de Bolsonaro y la incertidumbre electoral de 2026
El expresidente Jair Bolsonaro, principal antagonista político de Lula, enfrenta cargos judiciales por supuesta tentativa de golpe de Estado, lo que lo inhabilita para competir en las elecciones de 2026. Sin embargo, su capital político sigue siendo fuerte y se proyecta en nuevos liderazgos dentro del bolsonarismo duro.
En este contexto, las elecciones próximas se presentan como un campo abierto, sin candidaturas claras. Lula, a sus 79 años, aún no confirma si buscará la reelección, aunque las señales de desgaste podrían llevarlo a optar por un sucesor o sucesora.
“Necesitamos una renovación”, dice Anderson Vianna, vendedor de clase media baja que votó tres veces por Lula pero hoy lo critica severamente por el deterioro de la calidad de vida. Sentimientos similares se repiten en zonas que antes eran bastiones inquebrantables del PT.
¿Hay margen de recuperación?
Pese al panorama sombrío, Lula aún controla importantes resortes del poder, y cuenta con el Congreso para ejecutar reformas que podrían tener efectos positivos en el corto plazo. La clave será comunicar mejor, combatir eficazmente la desinformación y dar señales claras sobre la lucha contra la criminalidad.
Si logra capitalizar estos puntos, aún puede revertir el humor social antes de que comience la cuenta regresiva electoral. La historia política de Brasil ha mostrado que cambios de opinión pueden ocurrir rápidamente, especialmente en contextos de crisis.
Pero por ahora, la realidad es que Lula enfrenta uno de los desafíos más difíciles de su extensa carrera política y el margen de error es cada vez más estrecho.