El arte que cura y la tierra que clama: Música, espiritualidad y activismo desde los pueblos originarios hasta Indonesia
Desde los cánticos de Rara Sekar hasta la ceremonia de smudge de Marty Two Bulls Jr., exploramos cómo la herencia indígena y la música se transforman en herramientas de sanación frente a la crisis climática y la memoria histórica.
La memoria de la tierra y el poder del canto ancestral
La tierra no olvida. Ni lo hace la música. En cada rincón del planeta, artistas comprometidos recurren a las raíces culturales de sus pueblos para sanar heridas colectivas, denunciar injusticias y sembrar esperanza en tiempos de crisis climática y despojo territorial. Esta es la historia compartida de Marty Two Bulls Jr., un artista lakota que celebra la conexión espiritual con la tierra de sus ancestros, y de Rara Sekar, una cantante y activista indonesia que fusiona memoria, música tradicional y ecología en sus mensajes.
El corazón espiritual de los Black Hills
Para los pueblos Lakota, Dakota y Nakota, las montañas He Sapa —conocidas por los colonos como Black Hills— son más que una cadena montañosa: son el centro del universo, el lugar donde comenzó la creación. Pero a lo largo del último siglo su significado ha sido violentado por la minería, la ciencia extractiva y la política industrial.
Uno de los símbolos más visibles de esta profanación es el Monte Rushmore, tallado en una montaña sagrada sin el consentimiento de las naciones indígenas locales. Otro es la mina Homestake, que tuvo más de 300 millas (unos 480 kilómetros) de túneles excavados en busca de oro.
La ciencia se encuentra con la espiritualidad
Hoy, esa antigua mina alberga el Sanford Underground Research Facility (SURF), un laboratorio subterráneo donde científicos estudian los secretos del universo, desde partículas subatómicas hasta la materia oscura. El respeto por el conocimiento científico no fue impedimento para que el artista lakota Marty Two Bulls Jr. interviniera este espacio con una práctica ancestral de sanación: el smudging, o limpieza espiritual mediante el humo de plantas sagradas como la salvia o el cedro.
“Azilya”, que significa “purificar” en lengua lakota, fue su proyecto artístico: durante una hora, quemó salvia en una estufa en la entrada de la mina, acompañado por oraciones y plumas de águila. Las partículas de humo descendieron hasta casi una milla bajo tierra, donde los sensores del laboratorio las detectaron.
“Estaba presenciando la profanación que Homestake causó cada día. Fue devastador”, recordó Two Bulls. “Pero también fue una manera de mostrar que este lugar era sagrado mucho antes de que empezaran a tratarlo como una fuente de riquezas o laboratorio”.
Indonesia: voces entre la niebla y la resistencia ambiental
A más de 14.000 kilómetros de distancia de las Black Hills, en Indonesia, una cantante llamada Rara Sekar —también conocida como hara— alza su voz para recordar las heridas de su propio país y defender sus ecosistemas.
Indonesia, una vasta nación insular con la tercera selva tropical más grande del planeta, es también una de las más golpeadas por la degradación ecológica. Desde 1950, se han perdido más de 74 millones de hectáreas de bosque, el equivalente a dos veces el tamaño de Alemania. La deforestación causada por la industria del aceite de palma y el carbón sitúa al país entre los cinco mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo (Global Forest Watch, 2023).
“Cuando me siento sin esperanza haciendo activismo climático, canto”, dijo Sekar tras su presentación en el Skoll World Forum 2025 en Oxford. Allí interpretó “Kabut Putih” (Niebla Blanca), una canción escrita en 1971 por una mujer que sobrevivió a la represión política después de la masacre anticomunista de 1965 en Indonesia. Sekar la regrabó en 2024 junto a colectivas de familiares de víctimas, dando voz a una historia de resistencia y dolor silenciado.
Cantar para proteger la naturaleza
Rara Sekar cree que la ecología no solo se predica, sino que se vive. Ha promovido “una vida de residuo cero”, con prácticas como la recolección de alimentos silvestres y comidas comunitarias. Entre 2022 y 2023 organizó paseos en bicicleta por Java, una isla devastada por inundaciones y erosiones, para devolver a las comunidades el placer de encontrarse con la naturaleza.
“Intento devolverle algo a la tierra con todo lo que hago”, dijo. “No solo con mis canciones, sino con cómo vivo”.
Su música mezcla ritmos tradicionales indonesios con poesía sobre el paisaje, el clima y la esperanza. Canta no solo para los oídos, sino para la memoria colectiva. Busca infundir alegría y reconexión con lo salvaje.
Dos visiones, una lucha
Aunque Marty Two Bulls y Rara Sekar pertenecen a mundos geográficamente distantes —las tierras altas de Dakota del Sur y los bosques tropicales de Indonesia—, sus motivaciones tienen un mismo pulso: el deseo de restablecer el vínculo sagrado entre humanos y tierra. En ambos casos, se recurre a herramientas ancestrales —el fuego sagrado de la salvia y el canto con raíz histórica— como formas de resistencia y reparación.
Ambos entienden el activismo no solo como una confrontación, sino como una invitación. Quieren cambiar narrativas desde la emoción, influenciar mentes desde el arte y desafiar sistemas desde la espiritualidad.
“Occidente a menudo malinterpreta o ignora nuestras formas de ver el mundo”, lamenta Two Bulls. Mientras tanto, Sekar dice: “Espero educar sobre la crisis climática a través de las canciones que compongo”.
Educar con sensibilidad y raíz
Hay pedagogía en todo esto. Marty Two Bulls ha organizado exhibiciones visuales como parte de su residencia artística en SURF para explicar el significado espiritual de los Black Hills. Por su parte, Sekar colabora con colectivos como Found Sound Nation, un proyecto neoyorquino que busca conectar comunidades a través del poder de la música.
Con cada acto artístico, bridges se tienden entre el conocimiento científico y la sabiduría tradicional, entre las memorias reprimidas y la posibilidad de reparación.
Arte como oración, tierra como templo
Mientras las temperaturas globales aumentan, los ecosistemas colapsan y los pueblos originarios son desplazados, las acciones de personas como Sekar y Two Bulls nos recuerdan una verdad fundamental: la lucha por la tierra es, también, una lucha por el alma de la humanidad.
El arte —ese canal milenario de expresión— permite que los espíritus hablen alto en medio del ruido, que las historias prohibidas encuentren su lugar, y que incluso desde una mina profanada o una selva devastada surjan cantos capaces de curar.”
“Azilya no fue solo humo en el viento: fue la restauración simbólica de un espacio. 'Kabut Putih' no fue solo nostalgia: fue resistencia viva puesta en voz.
Y como decía el proverbio lakota: ‘el alma no puede vivir sin el canto’.”