El otro precio de la moda: cómo los nuevos aranceles de Trump transformarán tu armario

Zapatos más caros, ropa menos accesible y una industria atrapada entre la política y el bolsillo del consumidor

Prepárate para una subida de precios en tus compras más básicas. Si los nuevos aranceles propuestos por el expresidente estadounidense Donald Trump entran en vigor como está previsto, la vuelta al colegio, a la oficina o incluso tus planes de renovar tu look casual podrían volverse mucho más caros.

Una guerra comercial con precio en los estantes

Trump ha anunciado aranceles altísimos para países clave en la exportación de ropa y calzado a los Estados Unidos. Entre ellos destacan:

  • China: aranceles del 54%
  • Vietnam: 46%
  • Camboya: 49%
  • Bangladés: 37%
  • Indonesia: 32%

Estos países concentran la producción del 97% de la ropa y el calzado que se venden en EE.UU., según la American Apparel & Footwear Association (AAFA). Empresas como Nike, Gap Inc., Walmart o Lululemon dependen en su mayoría de estas regiones para fabricar sus productos. Y ninguna de ellas —ni sus proveedores— parecen dispuestas a absorber el aumento de costes que suponen estos nuevos impuestos.

¿Cuánto costará vestirse?

El impacto será directo sobre los consumidores. La Footwear Distributors and Retailers of America (FDRA) ha proyectado los nuevos precios estimados:

  • Botas de trabajo hechas en China: de $77 a $115
  • Zapatillas de correr fabricadas en Vietnam: de $155 a $220
  • Zapatillas infantiles chinas: de $26 a $41

En resumen: vestirse bien será un lujo. Y no solo eso: las familias con menores ingresos sentirán el mayor golpe, ya que dependen de precios accesibles para cubrir las necesidades escolares y cotidianas.

Una sacudida a los hábitos de consumo

Los consumidores estadounidenses no están acostumbrados a estos aumentos. Durante tres décadas, los precios de la ropa se mantuvieron prácticamente estables. Según el Bureau of Labor Statistics, en 2024 la ropa cuesta lo mismo —ajustada por inflación— que en 1994. Esta estabilidad ha sido posible gracias a los acuerdos de libre comercio y al traslado de producción a países con bajos costes laborales.

Pero ahora, con estos aranceles, esa realidad puede cambiar. Steve Lamar, presidente de AAFA, lo explica así: "Si estos aranceles persisten, se trasladarán inevitablemente al consumidor".

¿Y si volvemos a producir en EE.UU.?

Algunos podrían pensar que este es el momento perfecto para revivir la industria textil nacional. Sin embargo, los expertos coinciden en que eso sería extremadamente caro y llevaría años.

En 2015, EE.UU. empleaba a 139.000 trabajadores en la manufactura textil. Pero en enero de 2024, esa cifra había caído a 85.000. Para comparar, Sri Lanka —con una población siete veces menor— emplea a cuatro veces más personas en el sector.

Además, como señala la FDRA, Estados Unidos no produce más del 70% de los materiales necesarios para fabricar un zapato completo: desde ojetes hasta cordones de algodón o suelas. De hecho, algunos de estos materiales nunca se produjeron dentro de sus fronteras.

¿Una ventaja para las marcas de lujo y los revendedores?

Según un informe reciente del banco británico Barclays, hay ganadores inesperados en esta situación:

  • Tienda de descuento como Burlington, Ross y TJX (T.J. Maxx, Marshalls), gracias a su poder de negociación y marcas fuertes.
  • Retailers con poca exposición a Asia como Ralph Lauren o Dick’s Sporting Goods.

En cambio, las empresas con alta exposición a fábricas asiáticas y bajo poder de negociación saldrán perdiendo. Entre ellas: Gap Inc., American Eagle y Urban Outfitters.

Un ejemplo curioso lo dio la plataforma de reventa de ropa ThredUp, que celebró la eliminación de una exención fiscal que permitía ingresar productos baratos desde China sin pagar impuestos. Su CEO dijo que esto ayudará a combatir la "moda desechable" y el impacto ambiental del hiperconsumo.

¿Moda más cara... o más sostenible?

Analistas como Mary E. Lovely, del Peterson Institute for International Economics, se preguntan qué pasará ahora. "¿Vamos a tejer nuestra propia ropa interior?", ironizó, señalando lo difícil que será encontrar nuevas fuentes de producción sin pagar un precio aún más alto.

A este panorama se suman varios interrogantes:

  • ¿Quién absorberá realmente los sobrecostes?
  • ¿Cómo responderá el consumidor medio?
  • ¿Cambiarán de verdad los hábitos de gasto?
  • ¿Podrán sobrevivir las pequeñas marcas?

Lo que es seguro es que nos acercamos a un punto de inflexión. Años de precios estables y moda accesible podrían dar paso al retorno de la ropa como bien de lujo relativo.

El impacto silencioso en las familias

Matt Priest, presidente de la FDRA, fue enfático: "Los consumidores están nerviosos. Han lidiado con inflación en alimentos y alquileres. No tienen fuerza para soportar el alza en la ropa".

La temporada de compras escolares servirá como primer indicador. Si los bolsillos se resienten, no solo se venderá menos ropa, sino que muchas marcas podrán verse obligadas a replantear su modelo de negocio completo.

Para las familias numerosas y de bajos ingresos, incluso un aumento de $10 o $20 en un par de zapatos podría afectar seriamente su presupuesto mensual.

La política en el perchero

Los aranceles se han utilizado históricamente para proteger industrias nacionales y ejercer presión económica. Pero esta medida tiene un claro sello electoral: se encuadra en la narrativa proteccionista de Trump y su retórica anti-China. Pero en este caso, el daño colateral podría sentirse en cada hogar norteamericano.

Además, las alternativas brillan por su ausencia. India, Sri Lanka, Indonesia y Pakistán también fueron golpeadas con fuertes impuestos, eliminando las opciones más viables.

Frente a esto, solo queda preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a pagar tanto por política?

Quizá sea hora de revisar el armario... y el modelo económico que lo mantiene lleno.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press