Crisis de confianza y vacunas: la renuncia del principal regulador del FDA desata el debate público

Peter Marks deja su puesto y acusa al Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., de difundir desinformación mientras EE. UU. enfrenta nuevos brotes de sarampión y tensiones sobre la transparencia en vacunas

En medio de un preocupante resurgimiento del sarampión y una creciente desconfianza pública hacia las vacunas, la renuncia del doctor Peter Marks, exjefe de vacunas de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), ha encendido una nueva llama en el ya delicado terreno de la salud pública de Estados Unidos.

La noticia, que llega poco después de que se confirmara la segunda muerte relacionada con el sarampión en un niño no vacunado en lo que va del año, ha puesto en el centro del debate las tensiones dentro del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS por sus siglas en inglés) y la postura controversial de su nuevo titular, Robert F. Kennedy Jr.

Una renuncia anunciada entre sospechas y reservas

Según lo relatado por el propio Marks, la situación se tornó insostenible cuando se negó a otorgar a los colaboradores de Kennedy acceso irrestricto al Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas (VAERS), una base de datos delicada que contiene reportes —verificados y sin verificar— de efectos secundarios relacionados con vacunas.

“¿Por qué no dárselo? Porque honestamente, no confiamos en ellos”, dijo Marks, quien no ocultó su molestia por la insistente presión para ceder el control de un sistema que requiere conocimientos médicos y estadísticos para su interpretación adecuada.

La negativa le costó el puesto. Marks describe que fue convocado a una reunión seca y sin muchas ceremonias, donde le dieron dos opciones: renunciar o ser despedido. Él prefirió lo primero.

¿Quién es Peter Marks y por qué importa su salida?

Peter Marks no es un burócrata cualquiera. Es considerado uno de los arquitectos de la estrategia de vacunación de Estados Unidos durante la pandemia de COVID-19. Fue el creador del concepto “Operation Warp Speed”, el programa que logró en tiempo récord el desarrollo e implementación de vacunas contra el coronavirus.

Su peso en la comunidad científica y reguladora es tan significativo que su renuncia genera ondas expansivas más allá del ámbito político. Significa la salida de una figura clave para el control de vacunas en momentos en que la desinformación vuelve a poner en riesgo la salud colectiva.

Robert F. Kennedy Jr.: ¿salud pública o cruzada personal?

Robert F. Kennedy Jr., sobrino del expresidente John F. Kennedy, ha sido durante muchos años una figura polarizadora en el debate sanitario. Aunque afirma no ser antivacunas, ha cuestionado sistemáticamente la seguridad de distintas vacunas, promovido teorías desacreditadas (como la idea de que ciertas vacunas causan autismo) y liderado campañas para reevaluar los componentes de los inmunizantes en uso.

Desde que asumió como Secretario de Salud bajo el mandato del presidente Donald Trump, ha tomado una serie de decisiones que han generado preocupación:

  • Terminación de investigaciones clínicas relacionadas con vacunas
  • Cancelación de reuniones de asesores expertos en inmunización
  • Intención de reabrir estudios —ya desacreditados— sobre vínculos entre inmunización y autismo

El propio Marks señaló que Kennedy, desde su llegada, “aceleró el paso para minimizar el uso de vacunas en el país”.

VAERS: la base de datos bajo fuego

El epicentro del conflicto parece ser VAERS, una herramienta esencial desde su fundación en 1990 para identificar señales tempranas de posibles efectos adversos.

Sin embargo, es importante aclarar que los datos almacenados en VAERS no están verificados automáticamente. Cualquier persona puede enviar reportes sobre supuestos efectos secundarios, y estos pueden incluir desde reacciones leves hasta fallecimientos. Por esa misma razón, expertos advierten que malinterpretar o manipular los datos puede generar una percepción equivocada del riesgo.

“Muchas de las muertes reportadas no tienen relación alguna con las vacunas”, explicó Marks. “Hemos encontrado reportes atribuidos a vacunas que en realidad correspondían a accidentes automovilísticos o muertes meses después por enfermedades crónicas.”

Uno de los planes de Marks era justamente modernizar VAERS y abrir parte de sus datos al público bajo un formato que permitiera mayor comprensión y transparencia, sin perder rigurosidad.

Sarampión en aumento: ¿una consecuencia directa?

Este panorama regulatorio coincidió con una señal alarmante: un incremento en los casos y muertes por enfermedades prevenibles, como el sarampión, que Estados Unidos había logrado casi erradicar hace una década.

En lo que va de 2025, al menos dos menores han muerto por sarampión y decenas de brotes se han reportado en estados como Texas, Mississippi y Alabama. Una de las víctimas fue un niño que no había recibido la triple viral (MMR), recomendada universalmente por la OMS y los CDC.

La cobertura de vacunación escolar ha disminuido en varios estados, en gran parte debido a políticas más laxas sobre exenciones médicas y religiosas, así como al clima de desconfianza alimentado por figuras públicas que cuestionan la eficacia y seguridad de los inmunizantes.

La salud pública, atrapada entre narrativa política y hechos científicos

El caso Marks-Kennedy pone de manifiesto las tensiones crecientes entre ciencia y política en el seno mismo de la sanidad estadounidense. Para algunos, Marks representa la integridad técnica frente a la pulsión ideológica de Kennedy. Para otros, Kennedy encarna una necesaria revisión de los intereses de la industria farmacéutica y abre la puerta a mayor escrutinio público.

Sin embargo, como lo advierte el propio Marks: “Estas muertes son innecesarias e insensatas. Los niños deberían ser vacunados. Esa es la única manera de evitar que mueran por sarampión”.

Una historia con ecos del pasado y alarma hacia el futuro

Este episodio no ocurre en un vacío histórico. En 1998, el doctor británico Andrew Wakefield publicó un estudio falso que vinculaba la vacuna del MMR con el autismo. Aunque fue rápidamente desacreditado y retirado, la narrativa antivacunas encontró en ese momento su impulso mediático.

Décadas más tarde, y pese al avance científico, las ideas conspirativas sobre vacunas han ganado espacio en redes sociales, podcasts y medios alternativos. Mucho de ello encontró combustible extra durante la pandemia de COVID-19, cuando desinformación sobre el virus y sus vacunas circuló libremente.

¿Qué está en juego?

La renuncia de Marks no solo afecta a una agencia, sino también la percepción de que, en medio de tensiones políticas, las decisiones sobre salud pública se están tomando cada vez más desde la ideología y no desde la ciencia.

La confianza —un elemento crucial para cualquier política de salud— está en juego. Y con ella, la vida de miles de personas que pueden verse expuestas a enfermedades que ya creíamos superadas.

El llamado urgente: ante todo, transparencia sin perder rigor

La propuesta de Marks apuntaba justo a eso: transparencia informativa, sin perder el filtro técnico indispensable para evaluar riesgos reales. Un camino difícil, sí, pero necesario para restaurar la conexión de confianza entre el público y las instituciones de salud.

Por ahora, una nueva etapa comienza en el Departamento de Salud bajo Kennedy. Resta por ver si su compromiso declarado con la salud de la población prevalecerá sobre las posturas polémicas del pasado.

Entretanto, médicos, científicos, autoridades locales y padres de familia tienen una tarea titánica: proteger lo que se ha logrado en materia de salud pública con base en evidencia y no en eslóganes.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press