La otra cara de la guerra: cómo la filantropía estadounidense sostiene a Ucrania desde las sombras
Howard G. Buffett y su cruzada humanitaria en medio del conflicto con Rusia, mientras la diplomacia oficial tambalea
Bobryk, Ucrania, es apenas un punto más en el mapa devastado por la guerra entre Rusia y Ucrania. Pero en medio de la incertidumbre diplomática y la ofensiva militar constante, existen actores que, desde la iniciativa privada, hacen una diferencia real. Uno de ellos: Howard G. Buffett, hijo del legendario inversionista Warren Buffett y presidente de la Howard G. Buffett Foundation.
Su compromiso con un país desgarrado por el conflicto ha trascendido líneas partidistas, partidos políticos y coyunturas diplomáticas. En un contexto en el que incluso la ayuda oficial de Estados Unidos tambalea con el giro de la administración presidencial, la filantropía ha encontrado un espacio durable donde los gobiernos vacilan.
Una guerra sin señales de fin
Desde la invasión a gran escala en 2022, Ucrania se ha convertido en el escenario de una guerra que ya acumula miles de muertos, desplazados y una devastación ambiental y económica sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Los intentos de alto al fuego, incluso con el impulso de la nueva administración estadounidense liderada por Donald Trump, se han estancado o han sido ignorados por el Kremlin.
Para Buffett, el escenario es claro: “Putin no quiere la paz, y no la respetará”, aseguró durante su visita número 18 a Ucrania. Lejos de desalentar su implicación, estas afirmaciones afianzan su compromiso: su fundación superará los 1.000 millones de dólares en ayuda en 2024.
Desminado humanitario: una prioridad silenciosa
Junto a la ministra de Economía ucraniana, Yuliia Svyrydenko, Buffett ha convertido el desminado humanitario en uno de sus principales frentes de trabajo. La región de Sumy, al norte del país, fue uno de los puntos visitados durante su gira más reciente en abril de 2025. Allí las minas antipersonales representan una amenaza constante.
Según el Ministerio de Economía de Ucrania, el 20,5% de las tierras agrícolas del país han sido inutilizadas desde 2022 debido a minas, ocupación o combates. Esto representa unas 139.000 km² —una extensión similar al estado de Nueva York—, dos tercios de los cuales son tierras fértiles que antes se utilizaban para el cultivo de trigo.
“Si un país que podría alimentar a 400 millones de personas no puede cultivar por culpa de las minas, eso destruye su economía y su soberanía”, declaró Svyrydenko. La pérdida se estima en 12.000 millones de dólares de PIB anuales por este motivo.
El impacto concreto del compromiso filantrópico
La Howard G. Buffett Foundation ha destinado hasta la fecha unos 800 millones de dólares a Ucrania, entre ellos 175 millones exclusivamente para desminado humanitario. Este tipo de trabajo, aunque pocas veces aparece en los titulares, es crucial para la reconstrucción del país.
“La única forma de comprender realmente lo que sucede aquí es viniendo, escuchando a la gente que lo vive”, afirma Buffett. Él mismo ha recorrido pueblos devastados, presenciado la destrucción total de comunidades enteras y escuchado testimonios de sobrevivientes de las atrocidades cometidas en Bucha, Borodianka e Irpin, donde las fuerzas rusas han sido acusadas de violaciones, torturas y ejecuciones sumarias de civiles.
Relaciones privadas más estables que las diplomáticas
Mientras que la relación oficial entre Washington y Kiev experimenta tensiones —provocadas por posturas encontradas entre partidos estadounidenses sobre el nivel de implicación militar y financiera—, Biden, Trump y el Congreso han recibido presión tanto interna como externa. La fundación de Buffett ha financiado numerosas delegaciones bipartidistas del Congreso estadounidense, con el fin de mantener el conflicto en la agenda legislativa.
“Al final, creo que Estados Unidos hará lo correcto, pero será un proceso doloroso y morirán muchos más ucranianos”, lamenta.
Las víctimas invisibles: minas, desplazamiento y trauma
Desde el inicio del conflicto, 335 personas han muerto y 823 han resultado heridas por minas, según datos oficiales de Ucrania. Sin embargo, los peligros no se limitan a quienes pisan estos explosivos: 6,1 millones de personas viven en zonas con alto riesgo de contaminación con minas.
Los niños estudian en sótanos escolares durante las alertas aéreas, los agricultores no pueden cosechar sus tierras, y cada día se suman nuevas víctimas. El trauma no es solo físico, sino también psicológico, y afecta generaciones enteras.
Una visión filantrópica con experiencia en conflictos
No se trata de una incursión aislada o reciente. Buffett ha trabajado en zonas de conflicto durante más de veinte años, incluyendo misiones en África y América Latina. En su análisis, la reconstrucción de infraestructuras, la agricultura y el acceso básico son eslabones fundamentales para la paz.
Este enfoque holístico busca restaurar no solo los caminos e instalaciones destruidas, sino también la seguridad alimentaria y la autosuficiencia económica. Tiene claro que “repartir comida no basta, hay que crear condiciones sostenibles para que las personas vuelvan a vivir”.
¿Dónde está el Estado? El vacío que llena la sociedad civil
La participación de figuras como Buffett cuestiona de forma implícita el rol de los Estados —tanto el estadounidense como el ucraniano— en situaciones de emergencia. Él no es el único filántropo comprometido; hay al menos decenas de organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos estadounidenses implicados directamente en el frente ucraniano, ya sea como voluntarios, médicos, ingenieros o instructores militares.
Esto genera, sin embargo, un delicado equilibrio entre ayuda humanitaria independiente y el vaciamiento del deber estatal. Cuando los ciudadanos deben asumir las funciones básicas del Estado —educación, atención médica, seguridad— queda en evidencia la dimensión profunda de la crisis.
El simbolismo importa: “¡Gloria a Ucrania!” desde Bobryk
El momento más simbólico del viaje de Buffett ocurrió frente a un edificio municipal, rodeado de decenas de alumnos de primaria. Allí, junto a los niños, gritó “¡Gloria a Ucrania!”. Un gesto aparentemente sencillo, pero que condensa esperanza, compromiso y resistencia.
“A menudo, lo que más marca a las personas es ver a alguien del extranjero que se preocupa lo suficiente como para venir aquí”, explica el filántropo. En un mundo donde los titulares cambian a diario, su presencia constante sirve para recordar —tanto a Ucrania como al mundo— que esta guerra sigue siendo real y urgente.
Hoy, más que nunca, la historia la escriben también quienes ayudan silenciosamente entre las ruinas.