“Warfare”: el brutal realismo de una guerra sin héroes ni glamour

La película de Ray Mendoza y Alex Garland redefine el cine bélico con una mirada descarnada y amarga sobre la experiencia del combate moderno

Una guerra sin épica: un retrato implacable del conflicto

“Warfare”, dirigida por Ray Mendoza y Alex Garland y producida por A24, es un ejercicio cinematográfico que desafía las convenciones del cine bélico tradicional. Ambientada en Ramadi, Irak, en 2006, la película nos sumerge de lleno en una operación aparentemente menor comandada por un equipo de Navy SEALs sin brindarnos contexto estratégico, sin héroes carismáticos ni discursos patrióticos. Aquí, la guerra no es una odisea ni una epopeya: es simplemente un caos envuelto en sudor, humo y silencio opresivo.

Con una duración de 107 minutos, este filme basado en hechos reales elimina conscientemente los clichés del género para entregar una experiencia inmersiva y cruda que se acerca peligrosamente al documental. Mendoza, veterano de guerra, inyecta su experiencia directa en el estilo narrativo, co-escribiendo y co-dirigiendo un drama que, más que contar una historia, reproduce una vivencia.

La cámara como soldado

Desde la primera escena, “Warfare” adopta una narrativa visual incómodamente cercana que recuerda a las noticias en el campo de batalla. La cámara sigue a los soldados en formación nocturna mientras se adentran por callejones de Ramadi, con el destino incierto latiendo bajo sus botas. No hay grandes panorámicas, transiciones heroicas ni música emocional: sólo el jadeo de la respiración bajo un casco y los chirridos de las botas sobre la grava.

Los protagonistas –Elliott (Cosmo Jarvis), Eric (Will Poulter), Tommy (Kit Connor), Sam (Joseph Quinn) y Ray (D’Pharaoh Woon-A-Tai)– son soldados sin pasado o futuro. No se nos habla de sus familias, sus sueños ni sus motivaciones. Sólo conocemos su lealtad hacia el compañero de al lado y su capacidad para ejecutar con precisión órdenes tácticas bajo fuego intenso.

Diseño sonoro al servicio de la ansiedad

Uno de los aspectos técnicos más sobresalientes de “Warfare” es su diseño sonoro a cargo de Glenn Freemantle. En lugar de una banda sonora grandilocuente que subraye la heroicidad, los sonidos ambientales son los verdaderos protagonistas, generando una atmósfera opresiva. Las explosiones se sienten como sacudidas físicas, los silbidos de balas crean una disonancia física, y después de un estallido particularmente devastador, el filme entra en un estado de aturdimiento que simula los efectos de una conmoción cerebral.

Esta elección estilística no solo refuerza la autenticidad del relato sino que coloca al espectador en la misma posición de confusión y shock que los personajes. La guerra, nos dice “Warfare”, no es un espectáculo; es un abismo de incertidumbre.

Entre la precisión quirúrgica y el absurdo moral

La película no carece de momentos significativos, pero estos no derivan de grandes gestos narrativos sino de decisiones tácticas ejecutadas en tensión máxima. La precisión casi coreográfica con la que actúan los SEALs, incluso en medio del caos y el fuego cruzado, recuerda más a una danza militar que a una improvisación del momento. Esto enfatiza que el caos no está del lado americano, sino en el sistema mismo donde estas misiones no siempre tienen un comienzo o fin comprensibles.

Es en este contexto donde el absurdo moral aparece como una sombra constante. La escena final, en la que una mujer iraquí grita “¿Por qué?” tras observar su hogar destruido, encapsula la desconexión entre una estrategia militar precisa y sus consecuencias humanas desastrosas. La respuesta no llega nunca.

Del entretenimiento bélico al realismo inmisericorde

En un sistema cinematográfico que ha producido epopeyas como "Saving Private Ryan" y "American Sniper", “Warfare” se inscribe como un revés temático y tonal. Aquí no hay espacio para sentimentalismo ni momentos de camaradería idealizada. El filme recuerda las palabras de François Truffaut: "No hay película verdaderamente anti-bélica porque todas, de alguna forma, glamurizan la guerra." Sin embargo, Mendoza y Garland se proponen refutar esa idea, o al menos tensionarla hasta el extremo.

Para lograrlo, eliminan cualquier propósito narrativo decorativo. La historia se incrementa en tensión, pero no progresa moralmente. No hay redención, ni aprendizaje, sólo supervivencia. Quizás esa sea la principal tesis del filme: en la guerra moderna, no hay propósito discernible.

Imágenes reales y un epílogo incómodo

En una elección formal que ha despertado críticas, los créditos finales muestran fotos de los verdaderos Navy SEALs en quienes se basó la historia, junto con imágenes del elenco en el set. Para un filme que ha evitado idealizaciones, este epílogo lleva un tono celebratorio que podría interpretarse como contradictorio con el resto del metraje. Sin embargo, también puede verse como un recordatorio de que el relato no es ficción completa, sino reconstrucción.

Una inmersión necesaria en tiempos de glorificación digital

En un mundo donde los videojuegos de guerra han dominado la narrativa visual de los conflictos armados –"Call of Duty", "Warzone", etc.– “Warfare” actúa como antídoto. No hay misiones secundarias ni objetivos en pantalla. Sólo polvo, sangre y respiración contenida.

La elección de Mendoza y Garland de evitar cualquier perspectiva externa –política, civil o del enemigo– refuerza su enfoque forense. El antagonista real de esta historia no es un terrorista con AK-47, sino la deshumanización desde el aire, desde un dron, desde una lógica militar ultratecnificada que reduce vidas humanas a píxeles en una pantalla térmica.

Un nuevo capítulo en el cine bélico estadounidense

Como parte de una tendencia contemporánea que incluye películas como “The Outpost” (2020) y la muy discutida “Civil War” (2023), “Warfare” se sitúa dentro de un cine bélico menos prestigiado y mucho más introspectivo. Este cine abandona la necesidad de héroes para enfocarse en la tensión existencial del combate.

En los últimos años, los filmes bélicos más reconocidos han buscado nuevas formas de representar la guerra. Desde la innovadora estructura temporal en "1917" de Sam Mendes hasta la angustiante horizontalidad del conflicto estadounidense en Afganistán en "Restrepo", el género parece haber encontrado una nueva veta: el trauma colectivo y personal como núcleo narrativo.

¿Anti-guerra o sólo verdadero?

La gran interrogante detrás de “Warfare” es si debe considerarse un filme antibélico. La respuesta quizás sea más compleja: es una película observacional, no panfletaria. No propone soluciones ni hace juicios explícitos. Presenta. Con un realismo abrasador y una estética despojada de dramatismo, nos obliga a presenciar lo que, en discursos políticos y resúmenes informativos, suele esquivarse.

En un panorama geopolítico donde las narrativas militares resurgen con énfasis (Ucrania, Gaza, Yemen), “Warfare” llega como un frenazo necesario. Desde la pantalla grande, interpela sin rodeos al espectador occidental: ¿estás dispuesto a ver lo que implica realmente una guerra moderna?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press