China y su influencia en África: ¿diplomacia o coerción encubierta?

La retirada de legisladores africanos de una alianza crítica con Pekín revela los métodos silenciosos —pero contundentes— con los que China amplía su huella política en el continente.

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China ha utilizado su músculo diplomático para presionar a legisladores africanos a abandonar una alianza internacional que fiscaliza sus políticas, una jugada que plantea preguntas urgentes sobre la naturaleza de la relación entre Pekín y el continente africano. Lo que en principio parece una colaboración estratégica en infraestructura y desarrollo, podría estar disfrazando intenciones más profundas de control narrativo y poder político.

Una alianza bajo fuego: ¿por qué IPAC incomoda a China?

El grupo Inter-Parliamentary Alliance on China (IPAC), fundado en 2020, reúne a cientos de legisladores de 38 países con el objetivo de articular una respuesta común de las democracias ante el ascenso de China. IPAC ha promovido sanciones contra el régimen por abusos de derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong, y ha expresado su respaldo a Taiwán, la isla democrática que China considera una provincia separatista.

La organización se convirtió en blanco de Pekín desde su creación, pero recientes acontecimientos en África han evidenciado un giro inquietante: presiones directas a parlamentarios africanos para abandonar la agrupación. Dos países fueron protagonistas: Gambia y Malawi.

Un audio, varias renuncias

En enero, el parlamentario gambiano Abdoulie Ceesay envió un mensaje al equipo de IPAC informando que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gambia recibió quejas del gobierno chino debido a su participación en la alianza. “Tenemos noticias muy chocantes... es un problema ahora mismo”, comentó Ceesay, agregando que “el presidente no está nada contento”.

Días después, tanto Ceesay como su colega Amadou Camara comunicaron su salida oficial de la organización. Aunque Ceesay afirma no haber sido influenciado por la embajada china, las circunstancias dejan poco margen a la imaginación. El Ministro de Información de Gambia, Ismaila Ceesay —sin relación con el parlamentario—, aseguró que los legisladores actuaron por cuenta propia al considerar que la membresía en IPAC iba en contra de la relación bilateral con China.

Malawi: presión al más alto nivel

Otro caso se produjo en Malawi, donde los legisladores Ephraim Abel Kayembe y un colega no identificado también optaron por retirarse justo después de asistir a una cumbre de IPAC en Taiwán. Según fuentes internas, Kayembe fue llamado por el presidente del Parlamento quien, tras comunicarse con oficiales chinos, le informó que Pekín podría cancelar una visita diplomática del presidente de Malawi a China si no se tomaban acciones.

Menos de dos semanas después, ambos legisladores malauíes renunciaron oficialmente. En una carta a IPAC, Kayembe incluso ofreció disculpas a la República Popular China, alegando haber sido “engañado” para ingresar en la alianza. Posteriormente, negó cualquier coacción, afirmando que la organización parecía perseguir agendas geopolíticas contrarias a China.

¿Una nueva cara del imperialismo moderno?

Esta serie de hechos marca una clara escalada en lo que los expertos consideran una estrategia más agresiva de parte de China. La investigadora Lina Benabdallah, profesora en Wake Forest University especializada en relaciones sino-africanas, afirma que nunca había visto un caso de presión directa a parlamentarios del continente. “Esto es totalmente nuevo para mí”, sentenció.

Por su parte, el diputado zimbabuense Daniel Molokele, miembro actual de IPAC, anticipa más comportamientos coercitivos, en especial ante lo que considera un desinterés creciente de EE. UU. en África. “Espero que China se beneficie... definitivamente aprovechará esta oportunidad para aumentar su influencia”, declaró.

El modelo chino: desarrollo con condiciones implícitas

La influencia de China en África ha crecido sustancialmente durante las últimas décadas. Se estima que entre 2000 y 2020, se aprobaron cerca de 1,100 proyectos chinos en África, gran parte relacionados con infraestructura como carreteras, ferrocarriles y represas, a través de préstamos del China Exim Bank y ejecutados por constructoras estatales.

Esto ha convertido a China en el socio comercial número uno de África desde 2009, con más de 254 mil millones de dólares en intercambio comercial en 2021 (Brookings Institution). Aunque el discurso oficial chino resalta que no existen “ataduras políticas” en su cooperación, la realidad geopolítica sugiere lo contrario.

Taiwán y el Dalai Lama: las líneas rojas de Pekín

Existen precedentes en África que respaldan esta hipótesis. En octubre de 2023, el gobierno de Sudáfrica exigió a Taipéi cerrar su embajada no oficial en la capital administrativa, Pretoria. Y en enero de 2024, China sancionó al líder del segundo partido político más grande de Sudáfrica por visitar Taiwán.

Estos movimientos reflejan la intolerancia del régimen chino ante cualquier insinuación de reconocimiento a gobiernos o figuras que desafían su narrativa, como el gobierno autónomo taiwanés o el líder espiritual tibetano Dalái Lama.

Una campaña global de censura y control

La presión hacia IPAC no se limita a África. Legisladores de seis países distintos recibieron advertencias de diplomáticos chinos para no asistir a la cumbre de la alianza en Taiwán el año pasado. Kenia, por ejemplo, desistió de mandar delegación, aunque sus miembros permanecieron afiliados.

Además, en 2021, la organización fue víctima de ataques cibernéticos patrocinados por el estado chino, según una acusación estadounidense.

La declaración más contundente vino del director de IPAC, Luke de Pulford: “Los legisladores extranjeros están siendo intimidados para abandonar una alianza libre entre políticos. Esto es claramente el resultado de presiones chinas”.

El dilema africano: ¿socios o peones?

China ha logrado posicionarse como la opción preferida en muchas capitales africanas. A diferencia de Occidente, Pekín ofrece acuerdos rápidos, financiamiento sin evaluar derechos humanos y una narrativa de “cooperación Sur-Sur” que resuena con las historias coloniales del continente.

Pero la cara oculta de esta cooperación es cada vez más evidente. El control narrativo, la presión diplomática y las intervenciones veladas en la política interna de los países africanos se están volviendo norma. La línea entre inversión estratégica y neocolonialismo encubierto es más delgada de lo que se pensaba.

¿Y ahora qué?

Los casos de Gambia y Malawi son señales claras de que Pekín está dispuesto a interferir directamente si con ello protege sus intereses geopolíticos. Esto incluye vetar influencias externas, controlar el relato sobre derechos humanos y evitar cualquier validación internacional a territorios o movimientos separados, como Taiwán o el Tíbet.

En última instancia, los gobiernos africanos enfrentan una encrucijada: ¿priorizar relaciones económicas en el corto plazo o mantener independencia política y soberanía parlamentaria frente al creciente poder de China?

Solo el tiempo y la fuerza de las instituciones democráticas africanas dirán si pueden resistir la marea diplomática del gigante asiático.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press