Gaza y la destrucción de su sistema educativo: ¿un nuevo frente en el conflicto?

El fenómeno del 'escolasticidio' en Gaza: cómo las universidades se han convertido en refugios, y la devastación amenaza el futuro de generaciones enteras

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Una universidad en ruinas, un pueblo en resistencia

En Gaza, el corazón de su vida académica se ha transformado radicalmente. Donde antes resonaban conferencias y celebraciones de graduación, ahora se levantan tiendas improvisadas, se cocinan alimentos en fuegos alimentados por libros de bibliotecas destruidas y los niños juegan entre escombros. La Universidad Islámica de Gaza, una de las más importantes del enclave, es hoy un refugio masivo para familias desplazadas por el conflicto con Israel.

Desde que se rompió la última tregua en marzo de 2025, el campus se ha llenado con cientos de personas que ya no encuentran espacio en las escuelas de la ONU que tradicionalmente funcionan como albergues. Se estima que más de 400,000 palestinos han sido desplazados debido a las órdenes de evacuación recientes, muchos de ellos por segunda, tercera o cuarta vez desde el inicio del conflicto.

El término 'escolasticidio': una denuncia académica

El término “escolasticidio” no es simplemente retórico. Fue adoptado por académicos y activistas internacionales para describir la destrucción sistemática del sistema educativo palestino. En los últimos 18 meses, las 17 universidades y centros de educación superior de Gaza han sido parcial o completamente destruidos. Lo que antes simbolizaba progreso y esperanza en medio del bloqueo económico se ha convertido en campo de batalla y refugio improvisado.

La Universidad Islámica albergaba a más de 17,000 estudiantes antes de la guerra, un 60% de ellos mujeres. Allí se impartían carreras como medicina, ingeniería, ciencias económicas y literatura. Hoy, no quedan aulas funcionales, y los pocos cursos que se imparten vía online están al borde del colapso técnico. La destrucción no se ha limitado a la infraestructura: al menos 10 profesores y decanos han muerto por ataques aéreos, incluyendo al presidente de la universidad y el reconocido físico Sufian Tayeh.

Entre la precariedad y la resistencia civil

A pesar del bombardeo constante y la precariedad extrema, el pueblo palestino demuestra una creatividad y resiliencia impresionante. Manal Zaanin, madre de seis hijos, convirtió un archivador destruido en horno para cocer pan de pita, el cual vende a otras familias desplazadas. En el campus se ha creado un pequeño mercado informal, y las familias cooperan para conseguir agua y combustible. Donde antes se dictaban clases, hoy se acomodan colchones utilizados para extender la masa del pan.

Ni siquiera las bibliotecas se han salvado: muchos ejemplares han terminado como leña en los pequeños fuegos utilizados para cocinar. Los jardines, otrora área de descanso académico, ahora son “campos de ruinas” donde los niños juegan sin saber si mañana estarán allí.

Destrucción simbólica y física

Uno de los elementos simbólicos de este conflicto es la destrucción de Refaat Alareer, uno de los intelectuales más apreciados de Gaza. Traductor, poeta y profesor de literatura inglesa, era reconocido por organizar talleres de escritura para jóvenes. Su fallecimiento en un ataque aéreo no solo fue una tragedia personal, sino también un golpe al alma intelectual del enclave.

El caso de Isra University también es paradigmático de esta lógica de destrucción total. En enero de 2024, sus principales edificios fueron demolidos mediante cargas controladas por tropas israelíes. Ninguna universidad funciona plenamente hoy en el enclave, provocando un estancamiento completo del sistema educativo superior.

Contexto histórico y consecuencias a largo plazo

Desde que Israel se retiró de Gaza en 2005, la Franja ha estado sometida a un bloqueo que limita la movilidad, la importación de bienes y el desarrollo económico. En este contexto, la educación fue vista como una vía de escape: no solo una herramienta de movilidad social, sino también una forma de resistir culturalmente.

Destruir las universidades es destruir el futuro de toda una generación”, aseguró un portavoz de Scholars at Risk, una organización internacional dedicada a proteger a académicos en zonas de conflicto. Los ataques a infraestructuras educativas en Gaza ya han sido condenados por UNESCO, Human Rights Watch y Amnistía Internacional.

El papel de las mujeres en el renacimiento educativo

Antes del conflicto, el crecimiento de la educación femenina en Gaza era uno de los avances sociales más notables. Con un 60% de estudiantes mujeres, Gaza representaba una excepción positiva en una región golpeada por el conservadurismo patriarcal. Profesionales como Hiam Al-Kafarna y Manal Zaanin no solo lideraban hogares, sino también iniciativas comunitarias dentro de este escenario devastado.

La destrucción de las universidades no impacta solo en lo académico, sino también en las redes de seguridad y empoderamiento que estas mujeres construyeron. Mientras que los hombres son, en muchos casos, desplazados o víctimas del conflicto bélico, las mujeres mantienen cohesionados núcleos familiares enteros desde dentro de las universidades bombardeadas.

Educación como objetivo militar

Las implicaciones legales de estos acontecimientos no pueden ser ignoradas. El artículo 53 del Protocolo I adicional a las Convenciones de Ginebra prohíbe expresamente los ataques contra bienes culturales y educativos. La destrucción sistemática de universidades podría, por tanto, configurar un crimen de guerra.

El Centro Palestino para los Derechos Humanos ha comenzado a documentar sistemáticamente estos daños con el objetivo de presentar denuncias formales ante la Corte Penal Internacional.

El precio invisible: salud mental y trauma generacional

Más allá de las cifras y la infraestructura, el deterioro del sistema educativo produce un efecto psicológico demoledor. “Vivimos en una oscuridad sin fin, sin sueños ni libros”, decía una joven de 19 años que esperaba estudiar medicina y ahora sobrevive cosiendo mochilas usadas para trueque.

Los psicólogos alertan sobre el trauma generacional que se está incubando. Si a la violencia diaria se le suma la eliminación de espacios de esparcimiento, educación o creatividad, se socavan las bases sobre las que se edifican sociedades postconflicto.

¿Un futuro posible?

A pesar de la devastación, hay señales tenues de esperanza. Algunas universidades palestinas de la diáspora han ofrecido programas de becas para estudiantes de Gaza. Organizaciones como el Institute of International Education y Education Above All Foundation están articulando redes para ofrecer educación a distancia con el apoyo de universidades en Turquía, Malasia y Catar.

Las autoridades académicas en Gaza también han solicitado que se permita, como prioridad humanitaria, la entrada de equipos informáticos, routers y dispositivos para restablecer al menos clases online, especialmente en carreras como ingeniería, medicina e informática.

Pero más allá de los esfuerzos individuales, reconstruir el tejido académico de Gaza requiere un compromiso internacional sostenido, no solo financiero sino también político. Volver a levantar una universidad es mucho más que colocar piedras; es reconstruir la esperanza colectiva de un pueblo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press