“Warfare”: una mirada brutalmente honesta al combate y la verdad en el cine bélico
Alex Garland y Ray Mendoza reconstruyen una misión fallida en Ramadi desde los recuerdos de quienes la vivieron, desafiando los clichés del cine de guerra
El cine bélico ha sido durante décadas un género cargado de épica, banderas ondeando al viento, música emotiva y discursos heroicos que buscan conmover. Pero con “Warfare”, el director Alex Garland y el ex Navy SEAL Ray Mendoza rompen las reglas. Esta es una película que no habla por encima del espectador ni le dice qué pensar: se limita a llevarnos al infierno del combate con una crudeza conmovedora y una fidelidad sin precedentes.
Una narrativa sin adornos: cuando la memoria es el guionista
“Warfare”, que acaba de estrenarse en salas de cine, no comienza con la trillada frase “basada en una historia real”. En su lugar, lanza una advertencia más inquietante y potente: “Esta película utiliza sólo sus recuerdos”. Lo que el espectador verá en pantalla es la reconstrucción de un día en noviembre de 2006, cuando Mendoza y su equipo fueron emboscados durante una operación en la provincia de Ramadi, Irak.
La ausencia de elementos típicos —como música emocional, monólogos explicativos o flashbacks— es intencional. Garland, conocido por su enfoque cerebral y provocador en filmes como “Ex Machina” y “Civil War”, quiso llevar al extremo su compromiso con la autenticidad.
¿Cómo se reconstruye un infierno con precisión quirúrgica?
Para llevar esta historia al cine, Garland y Mendoza recopilaron los testimonios de los soldados que participaron en la misión. Uno de ellos, Elliott Miller, fue gravemente herido y ni siquiera guarda recuerdos del suceso. Mendoza mismo menciona que sólo recuerda fragmentos, afectado por la desorientación tras la explosión de un I.E.D. (artefacto explosivo improvisado).
Todo fue un trabajo de arqueología emocional, confrontando las limitaciones de la memoria, pero también su fuerza. Garland lo explica mejor: “Es particularmente interesante cuando tienes dos personas con recuerdos opuestos y ambas están diciendo la verdad. Eso te obliga a tomar decisiones difíciles sobre qué versión contar o qué parte omitir”.
El “entrenamiento SEAL” de los actores
Para interpretar los roles, jóvenes actores como D’Pharaoh Woon-A-Tai, Charles Melton, Kit Connor, Noah Centineo y Will Poulter se sometieron a un riguroso entrenamiento de tres semanas, coordinado por el propio Mendoza. La intención era no solo física, sino emocional: acostumbrar a los actores al estrés, la confusión y la frustración que viven los soldados en el terreno.
“Todos pensaban que los odiaba”, comentó Mendoza. “Pero todo era parte del proceso. Quería que fallaran, que se sintieran sobrepasados, que dependieran entre ellos para salir adelante”.
Ese nivel de realismo es importante para una película que huye de sobreactuaciones o estereotipos. Garland no presenta a los SEALs como superhombres invulnerables, sino como muchachos entrenados, sí, pero también frágiles, alterados, y atrapados en un caos constante.
Un ritual insólito como símbolo de humanidad
Uno de los pocos toques de ligereza que muestra “Warfare” ocurre al inicio, cuando los hombres bailan al ritmo de “Call on Me” de Eric Prydz, viendo su icónico videoclip de aeróbicos. El momento puede parecer curioso, pero según Mendoza, era un ritual real que practicaban antes de salir a misión. “Éramos tontos. Éramos jóvenes. Y esa era nuestra forma de sobrevivir emocionalmente”, dice Mendoza.
Este detalle, lejos de ser superfluo, recuerda la humanidad fundamental de los protagonistas. Son sólo chicos tratando de encontrar sentido en un mundo fuera de sus límites morales y físicos.
Producción minimalista, impacto colosal
La película se filmó con un presupuesto modesto, en un set construido en un antiguo aeródromo de la Segunda Guerra Mundial al norte de Londres. Esa simplicidad de producción contrasta con la sofisticación narrativa y la intensidad emocional del resultado final.
Garland evitó por completo las notas de estudio o sugerencias externas: nadie que no estuviera presente el día de la misión podía influir en el guión o la puesta en escena. Esto garantizó que cada línea, cada silencio, cada reacción, tuvieran una raíz vivencial.
Más allá del “Rashomon” bélico
Garland admite que existía la posibilidad de hacer una “versión Rashomon” de la historia, mostrando las distintas perspectivas. Pero decidieron hacerlo antes de grabar, en la etapa de recopilación de relatos, para garantizar una línea coherente.
Así, “Warfare” no se dispersa en múltiples interpretaciones. Está anclada firmemente en la experiencia colectiva más confiable que pudieron recuperar. “Es una reconstrucción, sí. Pero fue reconstruida por los mismos hombres que la vivieron”, afirma con firmeza Garland.
Desmitificando al Navy SEAL
Una de las apuestas más innovadoras del proyecto fue desmitificar la figura del soldado de élite, mostrándolo lejos del estereotipo hollywoodense. Aquí, los SEALs no son semidioses musculosos e infalibles. Son jóvenes con miedo, con errores, que sudan, que dudan, que se equivocan intentando salvar vidas.
Garland considera que la cultura actual, saturada de discursos y propaganda, necesita más espacios como “Warfare”, que muestran hechos sin una agenda política o ideológica. “¿Dónde está la conversación si todos plantan banderas?”, se pregunta. “Yo no quiero participar de eso”.
Una película sobre recuerdos... y sobre silencio
Reveladoramente, al finalizar la cinta, vemos una secuencia de fotografías de los verdaderos implicados: los soldados, sus familias, incluso la familia iraquí cuya casa fue convertido en puesto de observación. Muchos rostros están borrosos por seguridad. Aun así, este cierre clausura simbólicamente la experiencia: lo que hemos visto es una construcción cinematográfica de un trauma colectivo real.
Garland admite que es un gesto que rompe el hechizo narrativo, pero necesario. “Quería recordar al público que esto fue una película. Que hubo pantallas azules, prótesis, actores... pero también personas reales. Y así se ven en sus verdaderas pieles.”
Un ejercicio cinematográfico que debería ser terapéutico
Para Mendoza, cuya relación con el cine bélico solía ser negativa por su escasa precisión, “Warfare” ha sido un acto de catarsis. “Ojalá pudiera dársela a cada veterano de guerra”, dice. No como entretenimiento, sino como una representación fiel. Una que no busca glorificar ni denunciar, sino simplemente presentar la verdad del soldado desde sus propios ojos.
“Warfare”: cine bélico sin bandera
En tiempos donde todo parece tener una inclinación ideológica, Garland y Mendoza logran crear algo profundamente rebelde: una película de guerra que no toma partido. Ni heroísmo ni victimismo. Sólo vivencias, cuerpos, heridas, decisiones y silencios.
“Warfare” no es solo una película. Es un raro ejemplo de honestidad cinematográfica en tiempos saturados de ficciones disfrazadas de realidad. Un recordatorio de que la guerra no necesita música épica para ser aterradora, ni discursos patrióticos para ser relevante.
Y tal vez por eso, es una de las películas bélicas más importantes que se han hecho en mucho tiempo.