El alto precio de los recortes: Yemen, Afganistán y Sudán del Sur frente a la tragedia humanitaria

Mientras EE. UU. revierte ayudas a algunos países, millones de personas en naciones devastadas por la guerra quedan al borde del abismo

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Estados Unidos ha revertido recientemente algunos recortes de emergencia en ayuda alimentaria, pero ha mantenido otros en países donde más se necesita: Afganistán, Yemen y Sudán del Sur. En cada uno de estos territorios, las consecuencias no son solo estadísticas: son historias reales de niños desnutridos, madres desamparadas y poblaciones al borde del colapso.

Una decisión con consecuencias globales

El drástico recorte inicial fue impulsado por el Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Jeremy Lewin —un estrecho colaborador del magnate Elon Musk— bajo la administración de Donald J. Trump. Con el argumento de reducir el gasto en programas internacionales y "eliminar causas liberales", se suspendieron contratos vitales para suministros alimentarios, atención médica básica y programas de salud maternal.

El hecho provocó una oleada de presiones por parte de organizaciones humanitarias y funcionarios de la ONU. Finalmente, parte de las ayudas fueron restauradas en países como Somalia, Siria, Líbano, Jordania, Irak y Ecuador. No obstante, tres de los países más empobrecidos y devastados permanecen fuera de esta rectificación.

Afganistán: secuelas de 40 años de conflicto

Más del 50% de los afganos —aproximadamente 23 millones de personas— necesitan ayuda humanitaria, según ReliefWeb. El país, desgarrado por décadas de invasión, conflicto interno, terrorismo y colapso institucional, depende significativamente de la asistencia internacional para sobrevivir.

En 2023, EE. UU. proporcionó el 43% de toda la asistencia humanitaria internacional a Afganistán. La abrupta retirada de estos fondos este año ha tenido efectos devastadores:

  • Corte de $560 millones en programas vitales, incluyendo atención médica, nutrición infantil y apoyo a sobrevivientes de violencia física y sexual.
  • La desaparición de apoyo alimentario para 2 millones de personas.
  • Pérdida de apoyo nutricional para 650.000 niños, madres lactantes y embarazadas.

Bob Kitchen, director de emergencias globales del International Rescue Committee, advirtió: “Los niños que han vivido violencia extrema se quedarán sin apoyo psicosocial. Se verán forzados a enfrentar sus traumas sin ayuda”.

Yemen: hambre como arma de guerra

Yemen vive un conflicto interno desde 2014 cuando los rebeldes hutíes, apoyados por Irán, tomaron control del norte del país. La coalición liderada por Arabia Saudita con respaldo estadounidense intervino en 2015 para apoyar al gobierno legítimo. El conflicto se ha convertido en una catástrofe humanitaria prolongada.

Hasta 2023, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) asistía a 8,6 millones de yemeníes, una cuarta parte de la población, incluyendo más de 330.000 desplazados internos y 1,2 millones de personas con discapacidades. La mitad de los beneficiarios eran mujeres y niños.

Con los recortes estadounidenses:

  • 2,4 millones de personas perderán asistencia alimentaria básica.
  • Más de 100.000 niños verán interrumpido su tratamiento nutricional.
  • Programas de saneamiento y salud para 2 millones de personas dejarán de operar.

Los ataques aéreos de EE. UU. en Hodeida han exacerbado la situación. Según datos hutíes citados por medios locales, más de 107 personas han muerto en los bombardeos recientes, muchos de ellos civiles en zonas residenciales.

Mientras el gobierno de Trump justifica estos ataques como parte de una campaña contra el terrorismo y la influencia iraní, la gente común paga con hambre, dolor e incertidumbre.

Sudán del Sur y la amenaza silenciosa

Desde su independencia en 2011, Sudán del Sur ha oscilado entre esperanza y conflicto. Las guerras civiles, los desplazamientos masivos y la inseguridad alimentaria han convertido al país en una zona de emergencia crónica.

En abril de 2025, Save the Children reportó que ocho personas, incluidos cinco niños, murieron de cólera en Jonglei, una región donde al menos siete centros médicos gestionados por la ONG habían cerrado ante la falta de financiación.

Chris Nyamandi, director nacional de Save the Children, declaró: “Debería haber una indignación moral global ante el hecho de que decisiones tomadas por personas poderosas en otros países hayan resultado en la muerte de niños en cuestión de semanas”.

Pero lo peor podría estar por venir. Según el PMA:

  • 7,7 millones de personas enfrentan niveles de hambre clasificados como crisis o emergencia.
  • En Somalia, solo 820.000 personas recibirán ayuda mensual, un retroceso drástico desde los 2,2 millones del año anterior.

Una diplomacia de muerte silenciosa

El nuevo enfoque diplomático del gobierno de Trump va más allá de lo ideológico: busca redirigir los recursos hacia una política exterior agresiva, con consecuencias tangibles en los cuerpos desnutridos de millones de personas.

Estados Unidos, antaño el bastión del humanitarismo global, brindó $4.500 millones de los $9.800 millones que financian anualmente al PMA. Esta generosidad salvó vidas y ayudó a mitigar las migraciones masivas, frenar extremismos e impulsar la estabilidad regional.

Hoy, con los tijeretazos en marcha, Nathaniel Raymond del Humanitarian Research Lab de la Universidad de Yale advierte: “El daño ya hecho podría acabar con dos generaciones de avances en cómo evitamos que las personas mueran de hambre”.

¿Respuesta o indiferencia?

Los cambios recientes, que restauraron fondos para algunos países, solo vinieron luego de la presión de legisladores y diplomáticos. Pero la falta de respuesta oficial desde la Casa Blanca refuerza la falta de compromiso experimental de una administración que prioriza la eficiencia económica por encima de la ayuda humanitaria.

En última instancia, la pregunta permanece sin respuesta: ¿Quién habla por los niños afganos con hambre? ¿Por los médicos yemeníes que ya no tienen medicamentos? ¿Por las madres en Sudán del Sur que caminan durante horas para encontrar un centro cerrado?

Mientras las cámaras enfocan conflictos más cercanos a Occidente, el drama humano que se vive en el sur global se torna invisible. Pero las cifras hablan alto:

  • Más de 45.000 casos de cólera y casi 900 muertes en Sudán del Sur desde octubre de 2024.
  • Del recorte de USAID, 1 millón de personas quedarán sin ayuda directa tan solo en Yemen.
  • En Afganistán se estima que más de 6 millones podrían caer en condiciones de hambre severa para finales de 2025.

Voltear la mirada podría costar vidas. Ya está costando miles.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press