Tragedia en el aire: el oscuro trasfondo del accidente en Kailua y la falla sistémica de la FAA

A cuatro años del fatal accidente de helicóptero en Hawái, una investigación revela negligencia, mala supervisión y un sistema que permite que tragedias se repitan

Un vuelo turístico que terminó en tragedia

El 29 de abril de 2019, un tranquilo vecindario de Kailua, en Oʻahu, Hawái, se convirtió en escenario de una catástrofe cuando un helicóptero de turismo se desintegró en el aire, estrellándose en una calle residencial y dejando tres muertos. Entre ellos, el piloto Joseph Berridge, de 28 años, y dos pasajeros.

El accidente fue devastador, pero no del todo inesperado para algunos dentro de la Federal Aviation Administration (FAA). La tragedia en Kailua se convirtió en uno de los puntos críticos en una serie de incidentes aéreos ocurridos en Hawái entre abril y diciembre de ese mismo año, que se cobraron un total de 21 vidas.

Un piloto sin la certificación debida

Las investigaciones revelaron que Berridge no debería haber estado pilotando ese helicóptero. Tan solo 10 días antes del accidente, había sido certificado para realizar vuelos turísticos por Nicole Battjes, entonces propietaria de la empresa Novictor Aviation (actualmente Rainbow Helicopters). Sin embargo, según el informe interno de la FAA hecho público en 2022 tras una solicitud de información, Battjes no estaba calificada legalmente para certificar pilotos.

Joe Monfort, inspector de seguridad aérea con 10 años de experiencia en la FAA y veterano del Ejército, fue quien descubrió esta irregularidad. Según él, el gerente local de la FAA permitió erróneamente que Battjes tuviera esa autoridad sin cumplir los requisitos necesarios. Paradójicamente, Monfort fue retirado de la investigación días después de hacer sus descubrimientos, supuestamente debido a su “carga de trabajo”.

Advertencias ignoradas, condiciones peligrosas

Los registros del National Transportation Safety Board (NTSB) muestran que el helicóptero Robinson R44, el modelo que se estrelló en Kailua, ya había sido objeto de múltiples advertencias por parte del fabricante debido a la inestabilidad de su rotor en condiciones de turbulencia.

El NTSB concluyó que el accidente ocurrió cuando el helicóptero enfrentó una severa turbulencia y Berridge excedió su velocidad recomendada, lo que causó una oscilación catastrófica del rotor que terminó golpeando la cabina y destruyéndola en segundos.

Los cielos de Hawái, con su clima cambiante y terreno montañoso, representan uno de los entornos más desafiantes del mundo para vuelos turísticos. En los últimos diez años, se han registrado al menos 95 incidentes aéreos en el estado, según datos del NTSB.

Un patrón de negligencia y falta de supervisión

El caso del piloto Berridge fue solo uno de varios señalados por Monfort. En una serie de denuncias, el inspector acusó a la oficina de la FAA en Honolulu de no hacer cumplir las regulaciones de seguridad para operadores turísticos. Aunque una parte de sus denuncias fue respaldada por gestores de seguridad senatorial y por el propio informe de la FAA, otras alegaciones fueron desestimadas sin explicación detallada.

Entre abril y diciembre de 2019, además del accidente en Kailua, ocurrieron otros dos: uno en junio que involucró a una avioneta de paracaidismo y cobró once vidas, y otro en diciembre con un helicóptero de Safari Aviation en Kauaʻi, con siete muertos. En este último caso, Monfort dijo que sus superiores le impidieron inspeccionar a la empresa días antes del accidente.

Una respuesta institucional que siembra dudas

A pesar de la gravedad de los hallazgos, la FAA no tomó acciones legales contra Novictor. Simplemente envió una carta administrativa y revocó la autoridad de Battjes para certificar pilotos. Además, el cuerpo de investigación decidió que no era necesario un seguimiento más profundo porque el problema había sido “resuelto”.

El senador Ed Case, que ha hecho de la seguridad aérea en Hawái una bandera legislativa, reaccionó con vehemencia al enterarse del informe. En una declaración escrita señaló:

“Sin una revisión exhaustiva, hay pocas posibilidades de que los responsables de los fallos de la agencia rindan cuentas, lo que deja a la seguridad pública en riesgo continuo”.

¿Quién vigila al vigilante?

En 2020, la investigación del Senado —presidida por Roger Wicker en ese entonces— consideró que las denuncias de Monfort eran creíbles y recomendó que fueran investigadas por la Oficina del Inspector General del Departamento de Transporte. Pero en lugar de avanzar con una indagación independiente, la investigación fue devuelta a la misma FAA que estaba siendo acusada.

Este ciclo de “autoinvestigación” no hizo más que profundizar el malestar entre algunos congresistas y familiares de las víctimas. En una demanda por el accidente en Kailua, los abogados de la familia McAuliffe citaron documentos en donde la FAA reconocía, al menos internamente, su papel en autorizar indebidamente las certificaciones que derivaron en el accidente.

Un ecosistema turístico sin controles suficientes

El turismo aéreo es vital para la economía de Hawái. Muchas de sus joyas naturales, como la costa Nā Pali o el volcán Kīlauea, solo son accesibles desde el aire. Pero esta dependencia económica puede tener un precio alto si no se equilibran los intereses turísticos con la seguridad aérea.

El NTSB ha urgido reiteradamente a la FAA a fortalecer su supervisión del sector, particularmente en Hawái, donde la “presión económica” y el deseo de cumplir itinerarios turísticos muchas veces lleva a los pilotos a continuar vuelos incluso en condiciones meteorológicas adversas, lo que los expertos llaman “continuation bias”.

Una cadena de fallos, una sola oportunidad

El caso de Kailua es emblemático porque revela múltiples niveles de falla:

  • Un piloto nuevo en Hawái siendo certificado por alguien no calificado
  • Una máquina con antecedentes de inestabilidad en escenarios turbulentos
  • Una agencia federal que permitió esa certificación y no vigiló como debía
  • Un sistema legal que delega las investigaciones al acusado

Como se documentó en el informe del NTSB y en testimonios ante el Senado, esta falta de coherencia institucional sigue exponiendo a miles de pasajeros a los riesgos evitables del turismo aéreo en zonas críticas.

¿Qué debe cambiar?

Especialistas en aviación piden una reforma total en la manera en que la FAA delega certificaciones. John Cox, vicepresidente de seguridad de Novictor Aviation, indicó que cooperaron completamente con la investigación posterior al accidente, pero no se pronunció sobre las fallas internas de la empresa antes del mismo.

Más allá de acciones administrativas, lo que parece faltar es una responsabilidad real y efectiva. Como indica el mismo informe senatorial, es necesario implementar mecanismos independientes de supervisión para evitar que la misma oficina que autoriza también sea la que juzgue sus errores. Esa falta de transparencia es lo que enfurece a los familiares, preocupan a los pilotos y frustra a los reguladores serios como Monfort.

Hacia una cultura de seguridad verdadera

Estados Unidos cuenta con algunos de los sistemas aeronáuticos más avanzados del mundo, pero casos como el de Kailua muestran que la estructura de vigilancia está lejos de ser perfecta. Aún más preocupante es que cuando ocurren accidentes mortales, no existe una respuesta institucional enérgica: lo administrativo pesa más que lo ético.

Si algo podemos aprender de esta tragedia es que la seguridad en la aviación turística requiere más que experiencia técnica; necesita integridad, supervisión real y voluntad política. Recordemos siempre que detrás de cada estadística hay vidas que fueron truncadas por decisiones evitables.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press