Trump, aranceles y el nuevo pulso geoeconómico con China

La guerra comercial recrudece mientras Pekín acusa a Washington de romper acuerdos y se prepara para contraatacar con fuerza

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Desde el corazón de una economía global convulsa, China ha reafirmado su posición de no ceder ante las crecientes presiones arancelarias impuestas por Estados Unidos bajo el liderazgo de Donald Trump. La nueva escalada comercial entre las dos potencias mundiales presenta implicaciones no solo económicas, sino también políticas y geoestratégicas que merecen un análisis detallado.

Una nueva ofensiva arancelaria: ¿qué está en juego?

El último movimiento del expresidente estadounidense Donald Trump ha sacudido, una vez más, los cimientos del comercio internacional: un arancel del 104% a las exportaciones chinas hacia Estados Unidos. Esta medida ha sido considerada por Pekín como una agresión económica frontal que no quedará sin respuesta.

Según un libro blanco publicado por el Ministerio de Comercio de China, esta decisión representa la culminación de una serie de promesas incumplidas por parte de Estados Unidos, en particular aquellas acordadas durante la primera fase del acuerdo comercial alcanzado en el primer mandato de Trump.

Trump y su política de “Liberación Económica”

El expresidente ha calificado su política como el inicio de un “Día de la Liberación” económica, con el objetivo declarado de reducir el déficit comercial estadounidense y proteger su tejido industrial. Este enfoque proteccionista ha generado desacuerdos tanto dentro como fuera de Estados Unidos, al cimentarse en una visión unidimensional del comercio exterior basada únicamente en bienes tangibles.

Pero las estadísticas apuntan a una realidad más compleja. Según datos oficiales del gobierno chino, la balanza comercial global (incluyendo servicios y operaciones de empresas americanas establecidas en China) es más equilibrada de lo que Trump afirma. Solo en 2023, China registró un desequilibrio negativo en servicios con EE. UU. por $26,57 mil millones, impulsado por sectores como seguros, contabilidad y banca.

La respuesta china: más que aranceles

Pekín ha respondido con decisión. El mismo día que entraban en vigor los nuevos aranceles estadounidenses, China anunció su propio paquete de represalias que incluye:

  • Aranceles del 34% sobre todos los bienes importados desde Estados Unidos,
  • Control de exportaciones de minerales de tierras raras, clave para la industria tecnológica global,
  • Y nuevas trabas regulatorias para inversión y empresas estadounidenses en suelo chino.

Con esto, se evidencia una estrategia no solo de reciprocidad, sino de disuasión. China busca mostrar que tiene tanto “voluntad firme como abundantes medios” para enfrentar lo que considera una agresión económica injustificada.

TikTok y la presión tecnológica

Un ejemplo emblemático de esta tensión es el conocido caso de TikTok. La aplicación de videos cortos propiedad de la firma china ByteDance ha sido blanco de amenazas constantes. Trump ha presionado para que TikTok sea vendida a una empresa estadounidense, en caso contrario, promueve proporciones que la vetarían completamente del mercado norteamericano.

Las autoridades chinas han dejado claro que no autorizarán una venta bajo presión y han calificado esta intervención como una violación directa del espíritu del acuerdo comercial donde ambas partes habían prometido no forzar transferencia de tecnologías. De hecho, incluso ByteDance ha indicado que cualquier avance en este tema dependerá del curso que tomen las negociaciones globales sobre aranceles.

"Pelear hasta el final”: la narrativa del compromiso chino

“No hay intención de negociar bajo amenaza”, han dicho portavoces del gobierno chino como Lin Jian del Ministerio de Relaciones Exteriores. Desde hace años, y especialmente bajo la administración Xi Jinping, China ha adoptado una narrativa fuerte que apela al orgullo nacional y la defensa soberana de su modelo económico.

Según el portavoz:

“Si EE. UU. insiste en seguir escalando las restricciones económicas y comerciales, China tiene la firme voluntad y los medios suficientes para tomar contramedidas necesarias y luchar hasta el final”.

Este tipo de lenguaje refleja un cambio profundo con respecto a la diplomacia económica china de las décadas anteriores. Ya no se trata de suavizar disputas sino de consolidar una posición igualitaria frente a Washington.

Orígenes de una guerra comercial larvada

La tensión no es nueva. Después del estallido de la guerra comercial en 2018, Trump comenzó a aumentar aranceles a bienes chinos por un valor de más de $250 mil millones. Pekín replicó con medidas similares afectando productos agrícolas y vehículos industriales estadounidenses. Lo sorprendente es que, pese al cambio de administración en Washington con Joe Biden, muchos de estos aranceles se han mantenido vigentes.

De hecho, Biden ha mantenido e incluso ampliado algunos controles clave sobre tecnología exportada a China, especialmente en sectores como semiconductores y inteligencia artificial, alegando riesgos a la seguridad nacional.

¿Quién tiene más que perder?

Las consecuencias de esta escalada arancelaria son globales y de doble filo:

  • Los consumidores estadounidenses enfrentan precios más altos. Según la Oficina Nacional de Investigación Económica, los aranceles de 2018-2019 aumentaron los costos promedio de productos importados hasta en un 20%.
  • Empresas multinacionales ven perturbadas sus cadenas de suministro. Marcas como Apple, Tesla y Nike ya han comenzado a diversificar sus bases de producción hacia Vietnam, India o México.
  • El yuan ha sufrido presiones a la baja, obligando al Banco Central chino a intervenir y estabilizar su moneda.

Pero, como bien recordaba el Ministerio de Comercio chino en su documento: “Los aranceles no resolverán los problemas internos de EE. UU., sino que exacerban la incertidumbre, la inflación y el riesgo de recesión”.

¿Una negociación posible o bloqueo permanente?

Actualmente, China no ha mostrado interés en retomar negociaciones si no existe una base de “respeto mutuo e igualdad”. Esta postura podría endurecerse aún más a medida que se acerquen las elecciones presidenciales en EE. UU., donde el discurso contra China se ha convertido en bandera electoral tanto de republicanos como demócratas.

Mientras tanto, otros países observan con atención. Muchas economías africanas, asiáticas y latinoamericanas reciben presiones directas e indirectas para alinearse con uno u otro bloque, mientras que la Organización Mundial del Comercio enfrenta una crisis de legitimidad ante su incapacidad para evitar este tipo de choques bilaterales.

Conclusión no dicha, pero inevitable: ¿guerra fría económica?

Lo que comenzó como una batalla por el comercio de bienes se ha transmutado en un conflicto de modelos y de visiones del orden global. No se trata sólo de acero, microchips o redes sociales. La verdadera guerra se libra por el espacio que ocuparán EE. UU. y China en la estructura del siglo XXI.

Las consecuencias de estas dinámicas afectarán no solo a estas superpotencias, sino a todo el mundo, cuya estabilidad financiera, comercial y tecnológica depende crecientemente de la capacidad —o la rigidez— de estos dos gigantes para encontrar puntos en común.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press