Lesoto, Madagascar y Sudáfrica: cuando los aranceles de EE. UU. amenazan industrias enteras

La suspensión temporal de tarifas ofrece un alivio frágil a miles de trabajadores africanos mientras crecen las dudas sobre el futuro comercio con Estados Unidos

En un mundo cada vez más interconectado, las decisiones políticas y comerciales de una potencia como Estados Unidos pueden tener repercusiones sísmicas en economías enteras del sur global. Este es el caso de Lesoto, Madagascar y Sudáfrica, tres países africanos que enfrentaron recientemente una amenaza concreta: la imposición de aranceles de hasta el 50% por parte de la administración Trump sobre sus exportaciones más valiosas hacia EE. UU. Aunque el expresidente optó finalmente por una pausa de 90 días, el daño ya está hecho. Las industrias locales tiemblan y decenas de miles de trabajadores viven en la incertidumbre.

La tormenta tarifaria y una pausa estratégica

Tal como explicó Mokhethi Shelile, ministro de Comercio e Industria de Lesoto, la suspensión de los aranceles otorga tiempo para negociar mejores condiciones: “Esto nos da la oportunidad de negociar una reducción de tarifas para que podamos competir en igualdad”, declaró. Pero para muchos, este respiro suena más a una cuenta regresiva que a una tregua real.

¿Qué motivó esta política dura? Según expertos, se trató de una medida de reciprocidad: Washington respondió a condiciones comerciales que consideraba desfavorables. Sin embargo, la desproporción de sus sanciones era impactante. Mientras Lesoto enfrentaba aranceles del 50%, países vecinos como Kenia y Esuatini lidiaban con tarifas de sólo el 10%.

Lesoto: un país entero en juego

Lesoto, pequeño Reino montañoso de África austral, se vio paralizado ante los nuevos aranceles. Su industria textil representa la principal fuente de empleo privado, con más de 30,000 trabajadores produciendo ropa para marcas estadounidenses como Levi’s, Nike y Reebok.

“Escuché en la radio que podríamos perder nuestros trabajos”, confesó Mareitumetse Lesia, operaria en una fábrica de jeans Levi’s, durante una pausa en su jornada de nueve horas. “Espero que no sea verdad… ya sé lo que es no tener nada que comer”.

El miedo no es infundado. Según datos oficiales, al menos doce fábricas podrían cerrar por la caída de competitividad arancelaria. Esto, en un país de sólo 2.3 millones de habitantes con pocos recursos naturales y un mercado interno limitado.

Madagascar: la isla de la vainilla en vilo

El 80% de la vainilla mundial proviene de Madagascar. Esta excolonia francesa exporta principalmente al mercado estadounidense, por lo que los nuevos aranceles de 47% representaban una sentencia de muerte para cientos de empresas locales.

“Tan pronto se confirmó la suspensión, el sector respiró”, explicó Georges Geeraerts, presidente del Grupo de Exportadores de Vainilla de Madagascar. Sin embargo, la incertidumbre obliga a moverse rápido. Los exportadores comenzaron a embarcar sus productos inmediatamente rumbo a EE. UU., en un intento por ganarle al reloj y llegar antes de que finalice la pausa de los aranceles. Estos envíos por mar tardan hasta tres meses: una jugada de riesgo alto.

“Todos nuestros clientes estadounidenses han pedido que embarquemos ya”, indicó un exportador que prefirió no ser identificado. “Pero nadie sabe qué aranceles se aplicarán cuando la carga llegue”.

Sudáfrica y la incertidumbre por AGOA

Más al sur, Sudáfrica enfrentó tarifas de hasta el 30% sobre sus exportaciones de cítricos. Esta medida amenazaba 35,000 empleos relacionados con la industria, vital para regiones rurales que dependen exclusivamente de la producción de naranjas y limones.

Boisthoko Ntshabele, CEO de la Asociación de Productores de Cítricos del África Austral, fue claro: “La suspensión de los aranceles nos dio un respiro, pero seguimos caminando sobre hielo delgado”.

¿Por qué? Porque el comercio de Sudáfrica con Estados Unidos ha estado respaldado por el AGOA (Ley de Crecimiento y Oportunidad para África), un acuerdo comercial de 25 años que expira en septiembre de 2025. Y la administración estadounidense ha dejado en claro que su renovación no está garantizada.

“Será difícil mantener el AGOA vigente tal como está ahora”, admitió el ministro sudafricano de Comercio, Parks Tau. La retórica proteccionista del expresidente Trump, sumada a las tensiones crecientes con algunos países africanos, pone en duda el futuro de este tratado clave.

Ntshabele intenta tranquilizar: “Nuestros cítricos no compiten con los de Florida o California. Trabajamos en diferentes temporadas. Es una relación complementaria, no competitiva”.

¿Un déjà vu del proteccionismo?

Este episodio remite claramente al auge del proteccionismo estadounidense durante la administración Trump, cuando se impusieron tarifas altísimas a China y varios países europeos. No es casual que Lesoto haya sido tratado casi con la misma dureza que la potencia asiática.

El problema es que las economías africanas no pueden absorber el impacto. A diferencia de China o la UE, estas naciones carecen de poder para aplicar represalias o encontrar rápidamente otros mercados de exportación.

Así lo expresó la especialista en comercio internacional Nomvula Dlamini: “Para países como Lesoto o Madagascar, una barrera del 50% significa un bloqueo comercial total. No tienen márgenes de maniobra. Si pierden el acceso a EE. UU., colapsan sectores completos”.

Consecuencias humanas: los invisibles de la geopolítica

Detrás de las cifras y negociaciones hay rostros humanos. En Lesoto, más de 30,000 personas como Mareitumetse dependen de una máquina de coser para llevar comida a casa. En Madagascar, cientos de agricultores recolectan vainas de vainilla durante semanas enteras en condiciones climáticas extremas. En Sudáfrica, pueblos enteros viven del ciclo agrícola de los cítricos.

Una decisión arancelaria tomada en Washington D.C. puede ser el punto final para miles de vidas productivas del otro lado del océano. Basta recordar que durante la pandemia de COVID-19, Lesoto perdió miles de empleos textiles debido a la caída de demanda en EE. UU. La nueva sacudida tarifaria revive esos fantasmas.

¿Hacia un acuerdo más justo?

La pausa de 90 días puede usarse estratégicamente. Tanto Lesoto como Madagascar y Sudáfrica han expresado su disposición a enviar delegaciones para negociar. El objetivo: reducir las tarifas, exigir trato equitativo frente a otros países africanos y salvar empleos.

En paralelo, crecen las voces que piden una renovación del AGOA en términos más estables y menos sujetos a los humores políticos. Estos acuerdos deben formar parte de una estrategia de cooperación a largo plazo que beneficie a ambos lados del Atlántico.

Pero la ventana de oportunidad es corta. La narrativa de guerra comercial y competencia feroz entre bloques puede volver a imponer una lógica de “sálvese quien pueda”.

Un llamado de África al mundo

África necesita acceso al mercado global, no barreras. Lesoto, Madagascar y Sudáfrica han demostrado que son capaces de proveer productos valiosos, cumpliendo normas, generando empleo y contribuyendo a cadenas globales.

La comunidad internacional —EE. UU. incluido— debe reconocer esto y optar por un comercio más justo, que priorice el desarrollo sostenible y valore el trabajo africano. Las grandes marcas estadounidenses seguirán dependiendo, en parte, del esfuerzo silencioso de miles de obreros textiles, agricultores de vainilla y trabajadores del campo. ¿Se les garantizará un futuro digno?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press