Periodismo bajo amenaza: la caza de brujas en Rusia contra los periodistas independientes
Condenas por casi seis años para reporteros vinculados a Navalny reflejan un panorama sombrío para la libertad de prensa en Rusia
En medio de la guerra en Ucrania y la represión sistemática a la disidencia, Rusia intensifica sus políticas autoritarias, apuntando ahora con todo el peso de su aparato judicial contra periodistas independientes.
El caso de Antonina Favorskaya y sus colegas
En un juicio a puerta cerrada celebrado en el Tribunal del Distrito Nagatinsky de Moscú, el fiscal ruso solicitó condenas de 5 años y 11 meses de prisión para cuatro periodistas bajo cargos de presunta colaboración con el Fondo de Lucha contra la Corrupción, fundado por el fallecido líder opositor Alexei Navalny. Los implicados —Antonina Favorskaya, Artyom Kriger, Sergey Karelin y Konstantin Gabov— han negado las acusaciones, argumentando que su único delito ha sido ejercer el periodismo libre en un país que reprime cada vez más la libertad de expresión.
El Fondo de Navalny fue designado como organización “extremista” en 2021, en un claro intento del Kremlin de silenciar las voces disidentes. Aunque algunos de los periodistas trabajaban para medios independientes como SotaVision, otros eran freelancers que colaboraban con agencias internacionales, incluyendo Reuters y medios occidentales.
Una persecución orquestada: el nuevo modus operandi del Kremlin
Desde la invasión a Ucrania en febrero de 2022, Rusia ha multiplicado las detenciones de opositores, activistas y periodistas. La prisión de Navalny en condiciones extremas —y su posterior muerte en febrero de 2024— es quizás el ejemplo más notorio de cómo Vladimir Putin ha decidido aniquilar cualquier tipo de resistencia interna.
Según la organización OVD-Info, que sigue casos de represión política en Rusia, más de 19.000 personas fueron detenidas entre 2021 y 2023 por motivos políticos, incluyendo la participación en protestas o simples expresiones en redes sociales. A esto se suma la ley de agentes extranjeros y el cierre de más de una treintena de ONGs independientes, generando un sistema de miedo y control donde la información independiente es un lujo casi inexistente.
Navalny: símbolo de resistencia y víctima del aparato estatal
Alexei Navalny, crítico feroz del gobierno ruso y promotor de campañas contra la corrupción, fue condenado en 2021 a 19 años de prisión bajo cargos que muchos organismos internacionales calificaron como “fabricados”. Su fundación logró documentar y denunciar desvíos millonarios y bienes ocultos de figuras cercanas al Kremlin.
La represión contra quienes tienen vínculos con Navalny no se limita a los espacios políticos. Sus abogados, colegas e incluso periodistas que documentaban su caso han sido perseguidos, encarcelados o forzados al exilio.
Periodismo bajo ataque: un riesgo letal en Rusia
La profesión periodística en Rusia se ha convertido prácticamente en una actividad de riesgo. Desde el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya en 2006 hasta la reciente condena contra Evan Gershkovich, periodista del Wall Street Journal detenido bajo sospechas de espionaje en 2023, los casos se acumulan.
La organización Reporteros Sin Fronteras ubicó a Rusia en el puesto 164 de 180 países en su ránking de libertad de prensa en 2023. Solo nueve lugares por encima de Corea del Norte.
La narrativa oficial del Kremlin busca controlar el relato alrededor de la guerra en Ucrania, impedir la difusión de investigaciones y desacreditar a cualquier actor que ofrezca visiones alternativas a las promovidas desde el aparato estatal.
El costo personal de informar
Los cuatro periodistas procesados enfrentan no solo la posibilidad de pasar casi seis años en cárceles rusas, sino también represalias familiares, afectaciones psicológicas y la imposibilidad de seguir ejerciendo su profesión. En particular, Antonina Favorskaya fue conocida por informar desde tribunales, documentando juicios políticos y actos de represión con un profesionalismo que ahora el Estado castiga.
Gabov y Karelin, productores audiovisuales con reconocimiento internacional, habían trabajado para agencias extranjeras cubriendo temáticas políticas y sociales en Rusia. Sus colaboraciones fueron usadas como evidencia incriminatoria, a pesar de que la libertad de prensa está, en teoría, garantizada por la Constitución rusa.
Una historia que se repite: el Kremlin y su guerra contra la disidencia
El patrón de la represión en Rusia ya es familiar: encarcelamiento de opositores (Navalny, Kara-Murza), cierre de medios de comunicación independientes como Novaya Gazeta, campañas de difamación orquestadas por medios estatales y acciones judiciales instrumentalizadas para silenciar voces críticas.
En 2021, más de 400 ONGs y medios fueron etiquetados como “agentes extranjeros”, dificultando su operación e incluso limitando su desenvolvimiento financiero. Quienes reciben fondos del exterior o publican informes incompatibles con la versión oficial corren el riesgo de ser criminalizados.
Occidente observa... ¿y actúa?
La reacción de la comunidad internacional ha sido firme en el discurso pero tímida en las acciones. Diversos organismos defensores de derechos humanos como Human Rights Watch o Amnistía Internacional han condenado estos juicios políticos, pidiendo sanciones individuales contra jueces, fiscales y policías implicados en la represión.
Por su parte, la Unión Europea y Estados Unidos han impuesto sanciones económicas y restricciones diplomáticas, pero los efectos han sido, hasta ahora, limitados dado el control casi absoluto que Moscú ejerce sobre su esfera informativa.
Esperanza desde el exilio
Un número creciente de periodistas rusos independientes ha optado por el exilio. Medios como Meduza y Mediazona funcionan desde el exterior, proporcionando análisis, investigaciones y cobertura de calidad para el público ruso y extranjero.
Muchos de ellos, sin embargo, denuncian la falta de recursos, amenazas permanentes y dificultades para seguir operando fuera del país, ya que la censura también encuentra formas de transcender fronteras, especialmente a través de ciberataques e intimidación a sus fuentes.
¿Qué sigue para el periodismo en Rusia?
Si se consolidan las sentencias solicitadas por la fiscalía, el mensaje será claro: cubrir hechos políticamente relevantes puede costarte la libertad. El caso de Favorskaya y sus compañeros se convertirá en un nuevo símbolo de la erosión de derechos civiles en el país más extenso del planeta.
El periodismo ruso sigue siendo una luz parpadeante en medio de una creciente oscuridad autoritaria. Perseguir a quienes informan no apagará la verdad —aunque el Kremlin haga todo lo posible por lograrlo.