Sánchez apuesta por China: ¿Audacia diplomática o jugada arriesgada ante el caos comercial global?
La visita de Pedro Sánchez a Pekín consolida un giro estratégico para España en medio de tensiones entre Estados Unidos, China y la Unión Europea
Por Redacción
España mira al Este en medio del caos comercial global
Pedro Sánchez ha realizado su tercera visita oficial a China en menos de dos años, demostrando un interés creciente del gobierno español por fortalecer lazos con el gigante asiático. Esta visita no ocurre en un vacío geopolítico: llega en un momento de profundos temblores económicos globales provocados por la nueva oleada de aranceles de la administración Trump, que ha puesto en jaque las relaciones comerciales tradicionales entre Estados Unidos, Europa y China.
Mientras muchos aliados occidentales se alinean con la postura beligerante de Washington hacia Pekín, España adopta una estrategia propia: en lugar de cierres, apertura; en lugar de bloqueos, puentes. Pero, ¿es esta una apuesta astuta para diversificar mercados o un riesgo que podría aislar a España en el seno europeo?
El contexto: la guerra comercial relanzada por Trump
Donald Trump reapareció con fuerza en el escenario económico global al anunciar una batería de aranceles contra las importaciones chinas. En particular, instauró un arancel total de 145% a productos provenientes de China, buscando frenar el «dumping» de bienes que Estados Unidos acusa a China de ejecutar en su mercado. Para Europa, las ramificaciones son inquietantes.
La Unión Europea teme convertirse en receptor involuntario de esos productos chinos «descartados» del mercado estadounidense. Esa posibilidad lanza una sombra sobre los productores europeos, quienes ya arrastran problemas estructurales. A raíz de esta presión, varios países del bloque —como Francia, Alemania e Italia— han endurecido posturas con respecto a China. Pero España lo mira de otro modo.
“Una guerra comercial no favorece a nadie”
“Una guerra comercial no favorece a nadie. Todos perdemos”, declaró Sánchez en una escala previa en Vietnam, posicionando a España como una voz disonante dentro del coro europeo. Estas palabras fueron reforzadas por la portavoz del gobierno, Pilar Alegría, quien señaló la importancia estratégica de diversificar mercados dados los posibles efectos de los aranceles estadounidenses, los cuales podrían afectar hasta el 80% de las exportaciones españolas a EE.UU.
Las críticas desde Washington no tardaron. Scott Bessent, Secretario del Tesoro, llegó incluso a advertir que “acercarse a China es cortarse el cuello”. Pero el ministro español de Agricultura, Luis Planas, quien acompañaba a Sánchez, replicó con firmeza: “Ampliar nuestras relaciones comerciales no va contra nadie”.
España: ¿el nuevo socio predilecto de China en Europa?
España, cuarta economía de la eurozona, ha mostrado una actitud menos confrontacional hacia China que sus vecinos europeos. Tal vez por pragmatismo, tal vez por necesidad. Según la economista Alicia García-Herrero, del banco francés Natixis, “la posición de España ha virado en los últimos años hacia una mayor inclinación pro-China que el promedio europeo”.
Una muestra palpable de esta frialdad frente a las sanciones a Pekín fue su abstención en la votación sobre aranceles europeos a vehículos eléctricos chinos, cuestionados por competencia desleal. Mientras Bruselas argumentaba que las automotrices chinas contaban con ventajas injustas, España prefería no tensar más la cuerda.
Inversiones verdes y cooperación tecnológica
Esta cercanía no es solo retórica: empresas chinas clave ya están invirtiendo fuertemente en territorio español. El ejemplo más notorio ha sido la empresa de baterías eléctricas CATL, que en diciembre de 2024 anunció una inversión conjunta de 4.100 millones de euros con el fabricante Stellantis para desarrollar una fábrica en el norte del país.
Esto va de la mano con otros acuerdos previos, como los firmados con Envision y Hygreen Energy para desarrollar infraestructura de hidrógeno verde. España, que generó el 56% de su electricidad a partir de fuentes renovables en 2023, ve necesaria esta cooperación para acceder a materias primas críticas, paneles solares y otras tecnologías esenciales para la transición energética.
El cerdo también importa
Más allá de la alta tecnología, la relación comercial con China también tiene componentes tan mundanos como relevantes: la carne de cerdo. España provee aproximadamente el 20% de las importaciones porcinas chinas, según Interporc, la asociación española del sector. Daniel de Miguel, su subdirector, lo resume así: “Para nosotros, China es el principal mercado”.
¿Oportunismo político frente al estancamiento interno?
Pero no todo se resume a motivos económicos. Sánchez también busca fortalecer su imagen internacional en un momento de debilidad interna: su gobierno en coalición carece de mayoría suficiente y enfrenta fuertes bloqueos legislativos. La visita a China, y el rol de España como potencial “puente diplomático” entre Bruselas y Pekín, le da al presidente español visibilidad y proyección de liderazgo estratégico.
“Lo fundamental para España es posicionarse como líder en Europa en un momento en el que la alianza transatlántica está en riesgo y atravesando su peor momento”, opina García-Herrero. Alemania está centrada en su recesión técnica y Francia vive su propia crisis interna tras las elecciones europeas. Sánchez detecta un hueco y se lanza a ocuparlo.
¿Juego arriesgado o maniobra brillante?
Desde fuera de España, las percepciones varían. Mientras algunos ven la postura de Sánchez como una traición a la solidaridad atlántica, otros la leen como una maniobra realista ante la volatilidad e imprevisibilidad del contexto global.
- Para Estados Unidos, acercarse a China sin autorización tácita es una infracción seria. De ahí las palabras de Bessent.
- Para Bruselas, España puede convertirse en «el socio incómodo» con una visión divergente en pleno debate sobre los límites del comercio con China.
- Para Sánchez, es una ocasión de oro para diferenciar a España, atraer inversión verde y ganar protagonismo externo.
Y en medio de todo esto, destaca un factor esencial: la adaptabilidad de España a los nuevos equilibrios globales. La apuesta por China no excluye otros socios, pero le ofrece a Madrid una palanca de poder inédita para un país que tradicionalmente ha sido secundario en los grandes cambios geoestratégicos europeos.
El tablero europeo se reconfigura
La elección de Sánchez de mirar hacia Pekín también tiene consecuencias para la cohesión interna europea. ¿Se abrirá una grieta entre los miembros pro-Estados Unidos y los que prefieren abrir sectores a China? ¿Podría España arrastrar consigo a otras economías del sur de Europa, como Italia o Portugal, hacia un nuevo eje de cooperación más flexible con el país asiático?
Lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, España no actúa simplemente como espectadora en la escena geopolítica global. Está tomando riesgos, marcando una ruta distinta y buscando definir su propio destino económico. En una Europa que aún no ha encontrado su nueva voz entre el coloso norteamericano y la afirmación china, Sánchez ha puesto a prueba una vía media.
Solo el tiempo dirá si esta deriva será recordada como una jugada maestra o como un error estratégico. Por ahora, lo único seguro es que, en un mundo cada vez más multipolar e inestable, España ha decidido quitarse su tradicional cautela diplomática y, al menos por ahora, caminar entre dos gigantes con una convicción poco habitual.