Trump vs China: el proteccionismo estadounidense y la oportunidad estratégica de Pekín

La guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo impulsa un nuevo mapa geopolítico y económico mientras EE.UU. se aísla y China trata de ocupar el espacio

Por años, Estados Unidos ha intentado contener el ascenso económico de China mediante una mezcla de presión diplomática, alianzas estratégicas y disputas comerciales. Sin embargo, la estrategia comercial del presidente Donald Trump—centrada en el proteccionismo y una visión unilateral del comercio exterior—está brindándole a China un respiro inesperado y nuevas oportunidades para reordenar el tablero global.

Un giro abrupto hacia el proteccionismo

Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha redoblado su apuesta con una política económica que busca aislar a China imponiendo aranceles escandalosamente altos. Las más recientes medidas incluyen un aumento de hasta un 145% en las tarifas para productos chinos, presentadas como parte de un esfuerzo por 'nivelar el campo de juego'. Al mismo tiempo, ha aplicado una pausa de 90 días a los aranceles planeados para otras naciones, en un aparente intento por calmar los mercados financieros tras una fuerte caída bursátil.

Pero las intenciones de Trump chocan frontalmente con la realidad de un sistema interconectado y la desconfianza generada entre los aliados tradicionales de EE.UU. Sus acciones han generado incomodidad en economías clave como Japón, Corea del Sur, Australia y la Unión Europea.

Una estrategia que debilita los lazos históricos

Durante décadas, la fortaleza de EE.UU. no solo se ha basado en su capacidad económica, sino también en su red de aliados y organismos internacionales. Con la retirada de instituciones multilaterales como la OMS o la USAID, y con la reducción del presupuesto para diplomacia y cooperación, Trump ha debilitado los canales por los que EE.UU. ejercía influencia global.

Para el congresista Raja Krishnamoorthi, demócrata de Illinois, estas políticas son una “capitulación completa del liderazgo global estadounidense”, y advirtió que las consecuencias de esta maniobra podrían favorecer únicamente al Partido Comunista Chino.

China responde con diplomacia y apertura

Sorprendentemente, la respuesta de Beijing ha sido de contención y apertura. Mensajes oficiales del gobierno chino destacan que su mercado “está más abierto que nunca”, y que el mundo puede confiar en China como una fuerza de estabilidad económica. Un enfoque que contrasta radicalmente con el tono confrontacional de Washington.

El primer ministro Li Qiang ha intensificado el diálogo con socios europeos, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, destacando la complementariedad de las economías y subrayando la necesidad de un sistema multilateral fuerte y reformado. Entre tanto, el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, ha sostenido reuniones con funcionarios de ASEAN, Japón, Corea del Sur y Malasia con el objetivo de reforzar las cadenas de suministro regionales.

¿Está China ganando aliados estratégicos?

Aunque EE.UU. sigue siendo el destino predilecto para muchas exportaciones globales, la percepción internacional respecto a su confiabilidad como socio comercial se tambalea. Así lo revela el panel de demócratas del Congreso que criticó duramente los aranceles de Trump, señalando que han “empujado a nuestros aliados del Pacífico lejos de nosotros y más cerca de China”.

Sin embargo, no todos están de acuerdo. El congresista republicano Trent Kelly defendió la política arancelaria argumentando que “ser aprovechados no es la forma de ser líderes fuertes”. Esta visión resuena con la narrativa nacionalista de Trump y su lema “Estados Unidos primero”.

La paradoja del aislamiento americano

Trump ha dejado claro que no quiere formar coaliciones para confrontar a China. Según el secretario de Comercio, Howard Lutnick, el objetivo es negociar bilateralmente con cada país, buscando acuerdos ventajosos para EE.UU. Pero esta estrategia obstaculiza un frente común y coordinado que podría ejercer mayor presión sobre Pekín.

De hecho, Josh Lipsky, del Atlantic Council, considera que China también está desaprovechando la oportunidad, enfrascada en una escalada con EE.UU. que le impide consolidar alianzas sólidas con terceros países. No obstante, China mantiene su narrativa de colaboración y estabilidad comercial, lo cual podría terminar seduciendo a muchos de los países decepcionados con Washington.

Visión 2030 y los intereses cruzados en Oriente Medio

En paralelo a la guerra comercial, las estrategias económicas del mundo siguen cambiando. Este mes, Tesla, la multinacional de Elon Musk, inauguró oficialmente sus operaciones en Arabia Saudita, pisando un territorio complejo que ya es protagónico en la disputa por el liderazgo tecnológico del futuro.

Arabia Saudita, que posee una participación mayoritaria en Lucid Motors, otro fabricante de autos eléctricos de lujo, ha colocado a los EV (vehículos eléctricos) como piedra angular de su ambicioso programa Visión 2030. Este busca diversificar la economía saudita y reducir su dependencia del petróleo. Cuando las dos compañías estadounidenses de autos eléctricos más relevantes están inmersas (aunque por caminos diferentes) en ese país, los intereses de China también se tornan estratégicos en la región.

El costo para el consumidor estadounidense

Mientras en Pekín y Riad proyectan futuro, el consumidor promedio en EE.UU. ya está sintiendo el impacto. Según analistas, los aranceles podrían poner fin a la “era de bienes baratos” que ha caracterizado el acceso al consumo estadounidense desde hace más de 25 años. La Cámara de Comercio estima que estas tarifas podrían añadir 1.000 dólares anuales al gasto medio de un hogar.

Y en plena recuperación de una crisis financiera mundial, esto no es una buena noticia. Los mercados, predeciblemente, han reaccionado de forma negativa: las bolsas cayeron más de un 7% en abril tras los anuncios arancelarios. Esto empujó a Trump a suavizar temporalmente su política comercial fuera de China con una moratoria de 90 días.

¿Quién gana y quién pierde?

La disputa actual no solo enfrenta a dos modelos económicos distintos (el proteccionismo estadounidense frente a la apuesta de libre mercado con planificación estatal de China), sino también a dos visiones del liderazgo mundial. Mientras EE.UU. insiste en blindar sus mercados, China construye su influencia a través de la diplomacia económica.

Aunque ambos países han intensificado sus políticas espejo—arancel por arancel—lo cierto es que el resto del mundo observa con atención, buscando nuevos caminos ante un conflicto prolongado. En un entorno global cada vez más multipolar, el ganador quizás no será el que grite más fuerte, sino el que sepa tejer alianzas duraderas.

Tal vez la mayor reflexión viene de Gabriel Wildau, de la consultora Teneo, quien indicó que las nuevas tarifas de EE.UU. son un intento de aislar a China, pero en el proceso han limitado las probabilidades de que Beijing construya una gran coalición comercial alternativa. No obstante, el mensaje político ya está circulando: “El mundo debe abrazar la equidad y rechazar el hegemonismo”, afirmó recientemente el gobierno chino.

¿Podría la guerra comercial marcar el inicio de una nueva era? Quizás no de forma inmediata, pero sin duda está reconfigurando el equilibrio al que el sistema internacional se había acostumbrado. Y cuando gigantes como EE.UU. y China se enfrentan, nadie queda neutral.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press