Una bandera bajo el fuego: el funeral del kamikaze caído en el USS Missouri
La historia humana detrás del ataque suicida a la nave insignia estadounidense en Okinawa y la compasión que se impuso sobre el odio en pleno caos de la Segunda Guerra Mundial
11 de abril de 1945. En medio de una de las batallas más cruentas del Pacífico, un piloto japonés estrella su caza Zero contra el USS Missouri durante la Batalla de Okinawa. Aunque muere al instante en una bola de fuego, no hay víctimas entre la tripulación del acorazado estadounidense. Lo inesperado viene después: el capitán de la nave, William Callaghan, ordena un funeral militar con honores para el piloto enemigo. ¿Qué llevó a este comandante a tomar una decisión tan inusual en pleno conflicto mundial?
Un gesto de humanidad en medio del horror
El ataque kamikaze al USS Missouri es uno de los episodios más peculiares, conmovedores y poco difundidos de la Segunda Guerra Mundial. Aunque se inscribe dentro de los innumerables ataques suicidas que caracterizaron los últimos meses del Imperio del Japón, el acto de Callaghan quedó grabado en la memoria naval no por la violencia del impacto, sino por el respeto mostrado hacia un enemigo caído en combate.
"Esta es una de las grandes historias del Missouri y explica, en parte, por qué el barco se convirtió en símbolo internacional de paz y reconciliación apenas dos años después de su botadura", señala Michael Carr, director del Memorial del Acorazado Missouri, ahora convertido en museo en Pearl Harbor.
¿Qué era un piloto kamikaze?
El término kamikaze —viento divino— evoca imágenes de jóvenes dispuestos a morir por su país, lanzando sus frágiles aeronaves cargadas de explosivos contra barcos enemigos. Estos ataques surgieron como una estrategia desesperada durante 1944, cuando la derrota japonesa frente a los Aliados parecía inevitable.
Según el Imperial War Museum del Reino Unido, aproximadamente 7,000 marinos aliados murieron por ataques kamikaze. La tasa de impacto fue inicialmente del 30%, pero cayó dramáticamente al 8% en 1945. Japón reclutaba incluso aviones de entrenamiento e improvisaba tripulaciones con jóvenes universitarios apenas entrenados.
En total, aproximadamente 4,000 pilotos japoneses murieron en estas misiones. Muchos de ellos despegaron desde Chiran—hoy parte de la ciudad de Minamikyushu—, un apacible pueblo agrícola conocido por sus campos de té. Hoy alberga el Museo de la Paz Chiran, dedicado a preservar la memoria de estos pilotos.
"Eran víctimas de la guerra", declaró Hiroyuki Nuriki, alcalde de Minamikyushu. “No querían morir, pero fueron obligados. Esa es la verdadera tragedia del conflicto armado”.
El ataque al USS Missouri
En la Batalla de Okinawa, que duró 82 días, el 11 de abril fue una jornada especialmente intensa. El Missouri, uno de los barcos insignia de la US Navy, se enfrentó a varios ataque aéreos ese día. Ya había derribado un avión cuando otro Zero logró acercarse a la nave.
Al ser impactado, el caza japonés perdió un ala, que se desprendió y cayó hacia la cubierta. El ala contenía combustible, que inmediatamente se incendió, generando una gran columna de humo. En cinco minutos, la tripulación controló el fuego, pero la marca del choque permanece visible hoy en el casco de la nave, ahora obra flotante del Memorial en Pearl Harbor.
Un funeral sin precedentes
La mañana siguiente, el Capitán Callaghan sorprendió a su tripulación al ordenar que el piloto enemigo fuese enterrado en el mar con honores militares, tal como se habría hecho con cualquier miembro de la tripulación estadounidense. Fue una orden que generó polémica entre algunos marinos, aunque muchos terminaron reconociendo la humanidad del gesto.
Usando retazos de tela roja y blanca, la tripulación improvisó una bandera del “Sol Naciente”. El cuerpo fue limpiado, envuelto en lona, colocado en un soporte y cubierto con la bandera improvisada. En una ceremonia sobria, un capellán recitó una invocación, un trompeta entonó el toque de silencio y un pelotón realizó una salva de honor antes de que el cuerpo se deslizara al mar.
Frank Clay, curador del Memorial del Missouri, destaca que esta fue la única vez en que EE. UU. ofreció un funeral completo a un piloto kamikaze. Para Callaghan, quien había perdido a su hermano, el Contraalmirante Daniel Callaghan, a manos japonesas en 1942, el acto simbolizaba que el respeto por la vida humana debía prevalecer incluso en la guerra.
¿Quién fue el piloto?
Aunque no se pudieron recuperar documentos oficiales del piloto caído, historiadores creen que se trataba de Setsuo Ishino, un suboficial de segunda clase de la Unidad Aérea No. 5 Kenmu, que despegó desde la base de Kanoya en el sur de Japón. La mayoría de sus compañeros de escuadrón nunca alcanzaron sus objetivos.
“Querida madre, ha llegado el momento de florecer”, escribió Ishino en su carta de despedida. “Cumplo con mi último deber con una sonrisa. Que no haya lágrimas, sino sonrisas. La próxima vez nos veremos bajo los cerezos del Santuario Yasukuni”.
Muchos de los pilotos dejaron correspondencia similar, marcada por sentimientos encontrados. Aunque la propaganda japonesa buscaba mostrarlos como héroes voluntarios, los hechos revelan una historia más compleja y dolorosa.
La carga simbólica del USS Missouri
El Missouri no es cualquier acorazado. No solo sobrevivió múltiples ataques kamikaze —incluyendo el mortífero del 11 de abril— sino que fue también el lugar donde, el 2 de septiembre de 1945, se firmó la rendición oficial de Japón, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. En su cubierta, el General Douglas MacArthur y las autoridades japonesas estamparon las firmas que cerrarían uno de los capítulos más sangrientos de la historia.
Por todo esto, el funeral del piloto enemigo realizado en esa nave adquiere aún mayor significado. Como símbolo de paz —especialmente entre dos naciones que pasaron de enemigos mortales a socios estratégicos— el Missouri representa tanto el poder destructivo de la guerra como la posibilidad de la reconciliación.
Un legado que trasciende generaciones
Décadas más tarde, en eventos conmemorativos como el del aniversario 80 en 2025, los nietos del Capitán Callaghan se reúnen con autoridades de Hawái y de la ciudad japonesa de Minamikyushu para recordar no solo la batalla, sino también el acto de humanidad que siguió.
Incluso el expresidente Barack Obama hizo referencia al evento durante su visita a Pearl Harbor en 2016, acompañado por el entonces primer ministro japonés Shinzo Abe. En su discurso, Obama declaró: "Debemos resistir el impulso de demonizar al enemigo, incluso cuando el odio esté en su punto más alto".
Kamikaze hoy: mito, historia y reflexión
El sacrificio de los pilotos kamikaze, por décadas envuelto en una narrativa heroica, se va reinterpretando con los años. En Japón, son vistos cada vez más como jóvenes víctimas de un sistema que los instrumentalizó. En lugares como Minamikyushu, esa visión ha alimentado una cultura de paz basada en el recuerdo y la crítica a la guerra.
El caso del USS Missouri y Setsuo Ishino recuerda que, aún en el peor de los conflictos, hay espacio para la empatía. Esta historia —oculta durante décadas e ignorada por muchos manuales de historia— es hoy un llamado urgente a la paz.
Y como dijo Hiroyuki Nuriki: “Debemos seguir contando esta historia y pensar en la paz. Los antiguos enemigos ahora comparten memoria y respeto. Así se construye el futuro.”