¿Una tortilla como símbolo del estado? La insólita pero importante batalla cultural en EE.UU.
Más allá del pan: cómo propuestas aparentemente triviales revelan el tejido emocional, histórico y político de los estados norteamericanos
¿Puede una tortilla representar la identidad de un estado? En el estado de Nuevo México, la respuesta es, al menos para muchos legisladores, un rotundo sí. La propuesta de declarar la tortilla como el pan oficial del estado parecía tener todo para ganar: apoyo unánime en la legislatura, respaldo simbólico de la herencia cultural y hasta el impulso de una niña de cuarto grado. Pero, contra todo pronóstico, se topó con un veto inesperado que desató un debate sobre las prioridades legislativas y la representación cultural.
La tortilla y su inesperada notoriedad política
La gobernadora de Nuevo México, Michelle Lujan Grisham, rechazó la propuesta con un mensaje claro: "Estamos viviendo tiempos peligrosos y sin precedentes. Las apuestas para nuestro estado nunca han sido más altas". Aunque reconoció el valor cultural de la popular envoltura, Grisham argumentó que el tiempo legislativo debe centrarse en “temas de mayor gravedad”.
Este veto abrió una puerta a una conversación más amplia: ¿qué importancia tienen los símbolos oficiales de los estados? Lejos de tratarse solamente de gestos vacíos o distracciones legislativas, estos símbolos juegan un rol más profundo en la construcción de identidad y sentido de pertenencia cultural. Además, reflejan cómo las comunidades desean ser vistas —y recordadas— dentro de la gran narrativa nacional.
¿Por qué una tortilla?
La propuesta surgió de Adaline McIntosh, una estudiante de cuarto grado de Las Cruces. Con apoyo de su maestra y la comunidad, la idea llegó al Senado Estatal, donde se sostuvo un debate más profundo de lo que muchos esperaban. Se discutieron los tipos de harina ideales según la comida, y el senador Benny Shendo, miembro de la tribu Jemez Pueblo, ofreció un contexto histórico valioso: los pueblos originarios de la región cocinaban pastas de maíz azul sobre piedras calientes, consolidando así una tradición de pan plano mucho antes de la llegada del trigo.
La senadora Cindy Nava emocionó a muchos con su relato sobre crecer comiendo tortillas hechas por su madre, resumiendo el valor de la propuesta: “Esto es más grande que una simple legislación... Es cultura y conciencia cultural que necesitamos desesperadamente”.
Pan, carne y hasta criaturas míticas: el uso de los símbolos estatales en EE.UU.
Adoptar símbolos estatales es una práctica común en Estados Unidos desde finales del siglo XIX. Aunque comenzó con banderas y flores, rápidamente abarcó fósiles, comidas e incluso armas. La razón va más allá de lo decorativo: muchos estados emplean estos símbolos como estrategias de marketing identitario, para fomentar el turismo o fortalecer el sentido de comunidad.
Actualmente hay iniciativas para declarar al Bigfoot como el criptido oficial de California, al filete T-bone como símbolo de Oregon, e incluso para nombrar al cóctel Picon Punch como la bebida oficial de Nevada.
Estos símbolos, aunque muchas veces tildados de triviales, poseen un inmenso valor sociocultural, emocional y hasta económico. Por ejemplo:
- Tennessee: Busca declarar el hot chicken (pollo picante) como alimento estatal, uniéndose a la ensalada de col caliente y la barbacoa estilo Memphis.
- Texas: Ya reconoce la pistola Colt Walker como arma estatal; ahora busca incluir al cañón, rememorando su rol en la independencia texana.
- Colorado: Incorporó recientemente un hongo (Agaricus julius) como símbolo fúngico estatal.
¿Demasiado folklorismo o reflejo de realidades?
La pregunta de fondo que plantea el veto de Lujan Grisham es: ¿en qué deberían invertir sus energías los legisladores estatales? Mientras algunos argumentan que fijarse en símbolos culturales es una pérdida de tiempo frente a crisis reales (salud, educación, seguridad), otros defienden estos gestos como una forma de mantener arraigadas las raíces culturales, especialmente ante desafíos sociales que amenazan la diversidad.
Como lo explicó el académico estadounidense Paul Brewer, de la Universidad de Delaware: “Los símbolos políticos ayudan a las personas a conectar emocionalmente con el gobierno. Pueden parecer triviales, pero crean vínculos de significado trascendente”.
El peso del símbolo en tiempos de polarización
Una carta sarcástica enviada por la Liga de Mujeres Votantes de Ohio a la Suprema Corte estatal refleja cómo estas decisiones simbólicas puedan ser terreno de debates ideológicos indirectos pero intensos. Luego de que el retrato de la jueza Maureen O’Connor —primera mujer jefe de justicia en el estado— fuera reubicado en el sótano, el colectivo denunció, con elegante ironía, que esta decisión simboliza el largo y oscuro camino que las mujeres aún deben recorrer para llegar a la cima en los espacios de poder.
Otro ejemplo fue la decisión de la Casa Blanca de colgar, sin previo aviso, un retrato del expresidente Donald Trump levantando el puño tras el atentado sufrido en un mitin en 2024. La imagen desplazó de lugar al retrato de Barack Obama, reactivando polémicas sobre protocolos, simbolismos y tensiones partidistas.
El alimento como narrativa identitaria
Volviendo a la tortilla, no debe olvidarse que el pan ha sido en muchas culturas un símbolo de vida, comunidad y protección. En Nuevo México, donde coexisten herencias indígenas, mexicanas y anglosajonas, la tortilla simboliza algo más profundo que comida: es historia, resistencia e identidad mestiza.
De hecho, en México y Centroamérica, la tortilla no solo acompaña las comidas, sino que es base alimentaria en muchas comunidades rurales. En hogares de Nuevo México aún se preparan a mano, siguiendo tradiciones transmitidas de generación en generación. Su identidad está tan arraigada que resulta difícil pensar en una cocina sin ella.
¿Y ahora qué?
El rechazo de la propuesta ha decepcionado a muchos, pero también despertó un debate público estimulante. ¿Es posible que en un futuro próximo resurja una nueva versión del proyecto que incluya otros aspectos culturales y obtenga prioridad? No se descarta.
Mientras tanto, estados como Georgia siguen explorando sus propios símbolos; recientemente, declararon al pan de maíz como pan estatal. La conversación sobre símbolos culturales continúa expandiéndose en EE.UU., ratificando una verdad: el folklore y la cultura popular pueden tejer poderosas narrativas de identidad, aunque a menudo se subestimen.