Polonia entre banderas, miedos y votos: La elección presidencial que podría redibujar Europa del Este

Una campaña dominada por la polarización, la amenaza rusa y el futuro de los derechos civiles en uno de los países clave del flanco oriental de la OTAN

En el corazón de Europa del Este, Polonia se encuentra inmersa en una campaña electoral presidencial cargada de tensión política, social e internacional. El debate del pasado viernes en la pequeña localidad de Konskie, con sus escenas de caos, abucheos y confrontaciones ideológicas, reveló no sólo lo que está en juego en esta elección, sino también el rumbo que podría tomar el país en un contexto global cada vez más volátil.

Un debate fuera de control

Lo que se esperaba como un debate presidencial formal terminó convirtiéndose en un espectáculo dividido en dos actos: un evento inicial al aire libre transmitido por estaciones de derecha y plagado de interrupciones, seguido por una sesión en estudio que reunió a un abanico más amplio de candidatos. Desde el principio, las reglas y los formatos estuvieron bajo disputa.

La confusión sobre qué medios podían transmitir, quiénes debían estar incluidos y si habría un evento oficial reflejó la falta de cohesión política que caracteriza a Polonia estos días. Originalmente planeado para los dos principales candidatos —el alcalde liberal de Varsovia Rafał Trzaskowski y el conservador Karol Nawrocki— el evento terminó incluyendo a ocho postulantes, todos ansiosos por dejar su huella antes del 18 de mayo, día de las elecciones.

¿Una nación dividida por la guerra… y la paz?

Polonia, una de las piezas claves de la OTAN en la frontera con Rusia y Bielorrusia, vive bajo la sombra constante del conflicto ucraniano. Ha ofrecido armamento, apoyo logístico y ha dado cobijo a millones de refugiados ucranianos desde 2022. Pero este enorme esfuerzo también ha generado fracturas internas y preguntas: ¿cuál debe ser la posición real del país? ¿Y está Estados Unidos realmente comprometido con su seguridad?

Durante el debate, se discutió extensamente sobre la posibilidad de reinstaurar el servicio militar obligatorio —una idea mayoritariamente rechazada por los candidatos— y sobre cómo garantizar la independencia energética. Todos coincidieron en la necesidad de separarse de la dependencia rusa, aunque uno de los candidatos defendió abiertamente continuar usando energía barata procedente de Moscú, lo que provocó un enfrentamiento directo con Szymon Hołownia, presidente del Parlamento, quien llegó a insinuar que aquel candidato “trabajaba para Putin”.

Las banderas de la discordia

A la tensión geopolítica se sumó la división cultural. En uno de los momentos más comentados del evento, Nawrocki colocó una pequeña bandera arcoíris en el atril de Trzaskowski —conocido por su apoyo a los derechos LGBTQIA+—, a lo que este le respondió en voz alta: “Tienes una obsesión con los gays”. Posteriormente, la legisladora de izquierda Magdalena Biejat recogió la bandera y la colocó en su propio atril con orgullo, generando aplausos de algunos sectores del público.

Este tipo de momentos no solo exponen las diferencias ideológicas, sino también la intensidad cultural de una campaña donde los símbolos —desde la bandera hasta la energía nuclear— se han vuelto campos de batalla.

Mentzen y la irrupción del populismo radical

En esta atmósfera agitada, emerge la figura de Sławomir Mentzen. Este candidato de extrema derecha se negó a participar en lo que denominó como un “circo”, ganando popularidad entre los jóvenes, particularmente varones, gracias a sus propuestas nacionalistas y visiones ultraconservadoras, como la eliminación de la gratuidad universitaria y la prohibición total del aborto. Aunque su ascenso fue breve, ha logrado establecer una base amplia capaz de volcar los resultados en una segunda vuelta.

Su retórica y estrategia lo ubican dentro de una tendencia más amplia en Europa: el auge de políticos populistas que explotan el descontento económico y social con propuestas liberales en lo económico y conservadoras en lo cultural. El teórico de la ciencia política Cas Mudde ha descrito estos fenómenos como “nuevas formas de autoritarismo democrático”, donde las urnas no significan necesariamente pluralismo.

Sistema político y cifras de intención de voto

Polonia elige presidente mediante un sistema de doble vuelta. Si ningún candidato obtiene al menos el 50% de los votos el 18 de mayo, los dos que más votos obtengan pasarán a una segunda ronda el 1 de junio. Rafał Trzaskowski encabeza las encuestas con alrededor del 30-34% de intención de voto, seguido por Nawrocki con entre 20-23% y Mentzen, oscilando en torno al 15%.

El presidente actual, Andrzej Duda, no puede reelegirse, tras dos mandatos marcados por el alineamiento con la Iglesia católica y el conservadurismo nacional.

Una elección en clave europea

Pese a la apariencia de confrontación doméstica, esta elección tiene consecuencias continentales. Polonia estuvo gobernada por Ley y Justicia (PiS), partido euroescéptico, entre 2015 y 2023. En ese periodo, el país se enfrentó a instituciones europeas por reformas judiciales, restricciones a la libertad de prensa y retrocesos en derechos sociales.

La victoria de Trzaskowski representaría una continuidad con el actual gobierno de coalición pro-europeo liderado por Donald Tusk, quien ha buscado restaurar la confianza con Bruselas. Una eventual victoria de Nawrocki o un Mentzen fortalecido en una segunda vuelta reforzarían los sectores conservadores, con consecuencias para el equilibrio de poder dentro de la Unión Europea.

Según el Eurobarómetro de invierno 2023, el 56% de los polacos apoyan la pertenencia a la Unión Europea, aunque ese apoyo cae sustancialmente en zonas rurales y entre votantes mayores. La narrativa del “Bruselas nos dice qué hacer” sigue viva y puede afectar especialmente en la segunda vuelta, cuando las alianzas decidan el voto.

El regreso del fantasma Trump

Polonia también observa con inquietud los avances electorales de Donald Trump en Estados Unidos. Un posible regreso del expresidente ha encendido las alarmas sobre el futuro del despliegue militar estadounidense en suelo polaco. Esta semana, por ejemplo, el anuncio de la retirada de personal militar del aeropuerto de Jasionka generó preocupación en medios polacos, a pesar de las explicaciones oficiales de que se trataba de una reubicación interna.

Durante su mandato, Trump promovió un enfoque transaccional en la relación con la OTAN, e incluso insinuó la posibilidad de abandonar el tratado. Un giro de EE. UU. en este sentido implicaría un cambio estratégico para toda la región, en la que Polonia se ha posicionado como bastión frente a la Rusia de Vladimir Putin.

El día después y las preguntas abiertas

Faltan pocos días para que más de 30 millones de polacos elijan a su próximo presidente. Con tantos frentes abiertos —desde la guerra en Ucrania hasta el discurso de odio interno, pasando por la reconfiguración geopolítica mundial—, una cosa parece clara: gane quien gane, Polonia seguirá siendo un escenario clave de los nuevos equilibrios de poder y de los discursos sobre identidad, soberanía y democracia en Europa.

Como dijo el profesor Adam Bodnar, constitucionalista polaco y antiguo defensor de los derechos humanos: “Esta elección no solo trata sobre quién ocupará el despacho presidencial. Trata sobre en qué país queremos vivir, y sobre el papel que Polonia debe jugar en el mundo que viene. Esa decisión está ahora en manos del electorado”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press