Sudáfrica al límite: voces y protestas contra la violencia de género

La creciente indignación por los crímenes contra mujeres y niños desata un clamor nacional que exige acción urgente del gobierno sudafricano

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PRETORIA, Sudáfrica. Una vez más, el rugido de la protesta llenó las calles de la capital sudafricana. Vestidas de luto con ropa negra, cientos de mujeres —y algunos hombres— se reunieron frente a los Edificios de la Unión en Pretoria, exigiendo que el gobierno declare la violencia de género como un desastre nacional.

El motivo inmediato: la indignación por la presunta violación de una niña de 7 años —apodada “Cwecwe” para proteger su identidad— dentro de su propia escuela el año pasado, una historia que solo fue denunciada oficialmente un mes después. Pero más allá del caso específico, esta protesta representa una ola persistente de frustración en una Sudáfrica asolada desde hace años por la violencia femicida.

Una herida nacional abierta

En palabras de la actual Miss Sudáfrica, Mia le Roux, quien se unió a la protesta, “hemos decidido que ya basta. Estamos escuchando demasiadas historias de nuestras hermanas siendo lastimadas. Queremos que nuestros líderes entiendan que esto es una catástrofe nacional”.

Las cifras respaldan su temor. Según estadísticas del Ministerio de Policía de Sudáfrica, se reportaron 11,803 casos de violación en tan solo tres meses del último trimestre del año. Si bien hubo una leve reducción del 3% con respecto al año anterior, los casos de abuso sexual y agresión por contacto aumentaron. Más impactante aún: casi dos tercios de esas violaciones ocurrieron en el hogar del agresor o de la víctima. Un 20% se dieron en espacios públicos, y otros casos en lugares como bares, escuelas y universidades.

La lentitud burocrática como cómplice del crimen

Para la madre de la niña Cwecwe, la mayor injusticia no fue sólo la agresión sufrida por su hija, sino la inacción del sistema de justicia. En entrevistas recientes, ha expresado sentirse abandonada y traicionada por las instituciones encargadas de proteger a los más vulnerables.

“Cada vez que cuento la historia de mi hija, es como revivir su dolor. Pero no me cansaré de hablar hasta que las cosas cambien. El silencio nos ha fallado”, dijo en una intervención pública.

Una propuesta de emergencia nacional

Entre los oradores más destacados del acto se encontraba Nobuntu Hlazo-Webster, dirigente del partido Build One SA. Para ella, la violencia de género y el femicidio ya no pueden tratarse como simples estadísticas o problemas aislados: “Exigimos que el gobierno declare estado de emergencia nacional y actúe con voluntad política real para abordar esta crisis”.

Además, Hlazo-Webster pidió la publicación inmediata del registro nacional de agresores sexuales, con el fin de proporcionar una red de protección preventiva para mujeres y niños: “Lo mínimo que podemos hacer es saber quiénes son los depredadores”, sentenció.

Masango y la responsabilidad masculina

Uno de los mensajes más aplaudidos vino de Themba Masango, activista y líder del grupo Not In My Name. Masango hizo un llamado explícito a los hombres del país a tomar las riendas en la lucha contra el machismo violento: “Esto no es una lucha exclusiva de mujeres. Somos nosotros —los hombres— los que debemos confrontar este problema desde adentro, con valentía y sin excusas”.

Sus palabras se basan en un reconocimiento clave: la mayoría de los actos de violencia sexual son perpetrados por hombres conocidos por las víctimas, lo que desmantela el mito del agresor “externo o desconocido”.

Un problema estructural y post-apartheid

La violencia de género en Sudáfrica tiene raíces profundas. Tras el fin del apartheid en 1994, el país experimentó avances significativos en cuanto a derechos, acceso a la educación y empoderamiento femenino. Sin embargo, décadas de traumas estructurales, pobreza persistente y una cultura patriarcal arraigada han mantenido vivas las condiciones para que esta violencia prospere.

Según un informe de Statistics South Africa de 2022, una de cada dos mujeres sudafricanas ha sido víctima de abuso físico o sexual en algún momento de su vida. Este dato convierte a Sudáfrica en uno de los países con índices más altos de violencia de género en todo el mundo.

Protestas que se replican: de Ciudad del Cabo a Matatiele

El caso de Cwecwe no solo provocó protestas en Pretoria. La semana anterior, miles de personas se volcaron a las calles de Ciudad del Cabo. Y días más tarde, una protesta similar se desarrolló en Matatiele, lugar donde ocurrió la presunta agresión. El mensaje entre todas fue claro: no se trata de una excepción, sino de una serie de dinámicas normales y sistémicas.

Carteles con frases como “Detengan el genocidio silencioso” o “Nuestros cuerpos no son campos de guerra” se vieron en cada rincón de las manifestaciones.

Un Estado ausente y una sociedad indignada

El reclamo más generalizado es el de la inacción gubernamental. A pesar de contar con leyes avanzadas —como la Ley de Protección Contra la Violencia Doméstica (1998) y la Ley de Delitos Sexuales (2007)—, su implementación sigue siendo deficiente.

Los centros de atención a víctimas están mal financiados. En muchas comisarías, las sobrevivientes son re-victimizadas durante los interrogatorios. Y los juicios pueden tardar años en completarse, si es que llegan a realizarse.

“La justicia en Sudáfrica no protege a las víctimas, protege a los perpetradores”, declaró una activista.

Un crimen con rostro infantil

El hecho de que la presunta víctima sea una niña de 7 años ha estremecido a un país ya endurecido por el dolor. Poco se sabe oficialmente sobre los detalles del caso debido a las leyes de protección infantil, pero su madre ha iniciado una campaña en redes sociales y medios para impulsar una acción pública.

“No es solo por Cwecwe, es por todas las niñas que no se atreven a hablar o que están siendo silenciadas”, afirmó entre lágrimas en una entrevista radial reciente.

¿Un punto de inflexión?

Históricamente, Sudáfrica ha vivido olas de protestas que llegan a sacudir temporalmente el discurso mediático, pero luego se disipan en la falta de resultados concretos. Sin embargo, analistas creen que esta nueva etapa —marcada por la intersección de grandes movilizaciones, figuras públicas involucradas y redes sociales encendidas— podría ser un punto de no retorno.

“Estamos ante un momento MeToo nacional en Sudáfrica”, dijo la socióloga Nolitha Dlamini en un artículo de Daily Maverick. “Si el gobierno no actúa ahora, estará perdiendo una oportunidad histórica para transformar realmente la relación entre el Estado y las ciudadanas”.

El camino hacia adelante

Los activistas han presentado tres demandas al parlamento:

  • Declarar una emergencia nacional por violencia de género y femicidio.
  • Establecer una comisión independiente de investigación sobre la respuesta estatal a los crímenes sexuales.
  • Publicar y actualizar regularmente el registro nacional de abusadores sexuales.

Por ahora, el presidente Cyril Ramaphosa se ha limitado a emitir un comunicado expresando “preocupación”. Pero la paciencia ciudadana parece aún más corta que las palabras oficiales.

Mientras tanto, las mujeres del país seguirán marchando, gritando —y sobreviviendo— en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser mujer.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press