Trump, poder y lealtades: El caso Caine y el futuro militar de EE. UU.

La confirmación de Dan 'Razin' Caine como nuevo jefe del Estado Mayor Conjunto levanta dudas sobre la politización de las fuerzas armadas y el papel del Congreso ante el dominio de Trump sobre la toma de decisiones militares

Una confirmación bajo la sombra de lo político

El Senado de Estados Unidos ha confirmado al teniente general retirado de la Fuerza Aérea, Dan “Razin” Caine, como presidente del Estado Mayor Conjunto, en una votación nocturna que culmina semanas de tensión en la política militar estadounidense. La votación, que se resolvió con un resultado de 60 votos a favor frente a 25 en contra, se llevó a cabo justo antes de que el Senado entrara en receso por dos semanas.

La decisión, sin embargo, no pasa desapercibida. Caine sustituye al general CQ Brown Jr., el segundo general afroamericano en ocupar el cargo, destituido abruptamente por Donald Trump como parte de su promesa electoral de "desmantelar la ideología woke" dentro del ejército. La nominación de Caine representa mucho más que un simple cambio en la cúpula militar: es otro eslabón en la cadena de decisiones destinadas a remodelar la estructura institucional bajo la égida de Trump.

¿Quién es Dan “Razin” Caine?

Dan Caine es un veterano condecorado, piloto de combate de F-16, con profundas credenciales en misiones especiales, operaciones encubiertas y colaboraciones con la CIA. A pesar de su destacado historial, no cumple con los requerimientos legales establecidos por la Ley Goldwater-Nichols de 1986, que estipula que el presidente del Estado Mayor Conjunto debe ser un jefe de servicio o comandante de combate. Sin embargo, el presidente puede solicitar una exención bajo la premisa de "interés nacional", algo que Trump ha hecho sin mayor reparo.

Durante su audiencia de confirmación, Caine enfatizó su compromiso con la integridad institucional, declaró que sería “franco en su asesoría al presidente” y negó haber utilizado mercancía con propaganda política, como gorras de “Make America Great Again”.

Una historia de lealtades y disidencias: de Milley a Caine

La historia de relaciones entre Trump y los altos mandos militares ha sido accidentada. Durante su primer mandato, el general Mark Milley, antecesor de Brown y Caine, se opuso abiertamente a los intentos de politizar el cuerpo militar. Milley se volvió una figura controversial al recordarle reiteradamente a las tropas que habían jurado lealtad a la Constitución, no a una persona. Su retrato fue retirado de forma exprés del Pentágono horas después de que Trump regresara a la Casa Blanca en su segundo período.

Trump, en cambio, calificó a Caine como “un verdadero general, no un general de televisión”, haciendo referencia a su creencia de que algunos militares anteriores buscaban atención mediática y no resultados claros.

Una agenda más grande: la revolución de Trump en el Pentágono

La confirmación de Caine coincide con una serie de decisiones que sugieren un intento de reconfigurar el ejército estadounidense bajo parámetros más afines al conservadurismo político de Trump. Recientemente, el Congreso controlado por republicanos logró aprobar, por estrecho margen, un plan presupuestario que les otorga la capacidad de legislar sobre temas sensibles como los recortes de impuestos y recortes masivos al gasto, sin apoyo demócrata.

Con esta nueva arquitectura política, se abren caminos para imponer una agenda centrada en recortar programas sociales como Medicaid, mientras se impulsa la extensión de recortes fiscales para los más ricos. Según análisis del Comité Conjunto de Tributación, la extensión de los recortes fiscales de 2017 agregaría $5.5 billones al déficit en los próximos 10 años. Si se incluyen las nuevas promesas de campaña de Trump, el monto se eleva a más de $7 billones.

¿Un Estado Mayor politizado?

Desde la destitución de Brown Jr., sectores de la oposición y analistas independientes han alertado sobre la peligrosidad de convertir los cuerpos militares más altos en vehículos partidistas. La desconfianza es palpable. En palabras de la senadora Elissa Slotkin (D-MI): “¿Va a resistirse si le ordenan algo ilegal?”. La respuesta de Caine fue afirmativa, aunque existe un claro escepticismo sobre cuánto podrá resistir ante un presidente con historial de presionar a los militares para cumplir sus prioridades políticas.

La historia reciente ofrece precedentes preocupantes: la utilización de fuerzas federales para reprimir manifestaciones durante el estallido social tras la muerte de George Floyd en 2020, o el plan de invocar la Ley de Insurrección ante protestas en Washington, D.C. Ambos episodios demuestran lo fácil que puede desdibujarse la línea entre la seguridad nacional y la militarización de la política interna si el liderazgo militar no mantiene su autonomía.

El Senado dividido: ¿bipartidismo o sumisión?

Si bien la confirmación de Caine contó con cierto respaldo bipartidista, en realidad refleja el control férreo que Trump ejerce sobre sus filas. Los líderes republicanos presionaron al Senado para acelerar la votación, mientras que los demócratas intentaron retrasarla, sin éxito. El líder de la mayoría en el Senado, John Thune (R-S.D.), ejecutó una jugada estratégica para forzar la votación antes del receso legislativo.

Este patrón se repite en los debates presupuestarios. El objetivo declarado de los republicanos es pasar un paquete económico con hasta $1.5 billones en recortes de gastos, lo cual requiere una cirugía mayor a programas como Medicaid, desafiando incluso la posición de varios legisladores republicanos en estados más dependientes de esta cobertura.

Medicaid, impuestos, y tensiones internas

En medio del debate fiscal, múltiples voces republicanas como la senadora Susan Collins (R-ME) y la representante Nicole Malliotakis (R-NY), han hecho saber que no apoyarán planes que recorten beneficios a personas vulnerables y ancianos. No obstante, el ala dura del Partido Republicano, fortalecida por el regreso de Trump, exige condiciones más rigurosas, incluyendo evaluaciones estrictas para los beneficiarios y restricciones laborales.

Los riesgos de este enfoque son múltiples: desde fracturas internas en el partido hasta medidas impopulares que podrían comprometer sus posibilidades en las elecciones intermedias de 2026. El representante Max Miller (R-OH), aliado de Trump, advirtió: “Si esto ya es complicado ahora, imagina cómo será si no conseguimos unir a todo el grupo”.

¿Un militar subordinado o un “apolítico” efectivo?

Caine asegura que no usará su posición para fomentar ideologías, ni permitirá órdenes fuera de la legalidad. Sin embargo, los antecedentes del nuevo liderazgo militar bajo Trump indican una tendencia general hacia el control político de las fuerzas armadas. Las expresiones como “real general” por parte de Trump refuerzan la idea de que su confianza no se basa tanto en méritos convencionales como en lealtades personales.

Mientras tanto, la salida de figuras como Milley y Brown Jr., que defendieron principios institucionales, refuerza una narrativa de purga ideológica: la reducción del enfoque en diversidad, equidad e inclusión, y el fortalecimiento de pilares tradicionales como nacionalismo, fuerza bruta y obediencia.

¿Qué nos dice esto sobre el futuro?

La llegada de Dan Caine al vértice militar es un reflejo de cómo las instituciones estadounidenses están siendo reformuladas en tiempo real. Desde la selección de mandos militares hasta la dirección estratégica del presupuesto federal, el eje articulador parece ser la consolidación del poder de Donald Trump y la creación de estructuras que respondan a sus intereses:

  • Un ejército más vertical, menos autónomo.
  • Un Congreso que legisla bajo la amenaza del populismo de base en cada estado.
  • Una política fiscal que aspira a prolongar beneficios impositivos regresivos mientras reduce programas de asistencia.

La pregunta pendiente es si estas decisiones tendrán consecuencias duraderas o si simplemente representan una oscilación coyuntural en la política estadounidense. Lo cierto es que el nombramiento de Caine no debe verse como un cambio administrativo más, sino como una pieza más del rompecabezas de poder que Trump sigue construyendo desde la Casa Blanca...

Este artículo fue redactado con información de Associated Press