Entre guantes y política: Trump, UFC y el nuevo rostro del poder hiper-masculino
El expresidente convierte un evento de artes marciales mixtas en Miami en un acto político cargado de símbolos, aliados estratégicos y una narrativa de poder duro
Por qué Donald Trump elige el octágono
Cuando el expresidente Donald Trump ingresó al Kaseya Center de Miami para presenciar UFC 314, no lo hizo como un simple espectador. Lo hizo como líder, protagonista y showman. El rugido del público, las gorras rojas de "Make America Great Again" ondeando como estandartes modernos y una entrada al ritmo de “Takin’ Care of Business”, pintaron una postal más digna de un mitin político que de una velada deportiva. Y es que, para Trump, el deporte —y en particular la UFC— se ha convertido en una extensión de su campaña y narrativa política.
Desde hace años, Trump ha comprendido el poder simbólico del octágono: un espacio de violencia regulada, competencia, resistencia física y triunfo personal sobre el adversario. Para una parte significativa del electorado estadounidense, especialmente jóvenes hombres conservadores, la UFC representa valores de virilidad, autosuficiencia y honor pugilístico. Trump, astuto como lo es, no sólo asiste a estos eventos; los capitaliza.
La UFC: Un ancla cultural clave en la campaña de 2024
No es novedad que Trump y el presidente de UFC, Dana White, tengan una relación cercana. White respaldó públicamente a Trump en 2016 y 2020, e incluso apareció como orador en la Convención Nacional Republicana. En este contexto, la aparición de Trump en UFC 314 no fue un gesto casual, sino parte de una estrategia política medida.
A pocos meses de haber recuperado la presidencia, Trump sigue honrando sus apariciones mediáticas como si continuara en campaña. Su cercanía con figuras como Joe Rogan —ícono mediático informal de la masculinidad cultural conservadora— y Elon Musk —el empresario-libertario favorito de la nueva derecha digital— consolidan una narrativa de poder contracultural, anti-establishment y masculina.
En palabras de Trump: "You know who's going to win? Dana White". No estaba hablando sólo del promotor. En realidad, declaraba su fidelidad a todo un movimiento ideológico que combina entretenimiento, fuerza y nacionalismo.
Los símbolos importan: quién se sentó al lado de Trump
La ubicación lo dice todo. A la derecha de Trump, Joe Rogan; a la izquierda, Elon Musk. Ambos hombres representan referencias culturales clave para los “nuevos conservadores digitales”. Rogan, con su podcast masivamente popular, se ha convertido en un crisol de posiciones libertarias, escépticas de las vacunas y reticentes al "wokeism". Musk, como líder de la “eficiencia gubernamental”, representa el poder empresarial desregulado con tintes libertarios nacionalistas.
Pero más allá de estos referentes mediáticos, la configuración del palco de Trump revelaba una visión de gabinete paralela: Robert F. Kennedy Jr. como Secretario de Salud y Servicios Humanos; Kash Patel como Director del FBI; Tulsi Gabbard en Inteligencia Nacional. Figuras todas polémicas y contestatarias, seleccionadas no sólo por ideología, sino por el impacto simbólico que tienen dentro del espectro conservador populista.
Miami: Un escenario simbólicamente relevante
El evento tuvo lugar en el condado que votó por Trump con un margen de más del 11% en la más reciente elección. No es coincidencia. Miami representa un bastión latino conservador, especialmente entre hombres jóvenes de ascendencia cubana o venezolana, identificados con retóricas anti-izquierdistas. Llevar el evento a esta ciudad refuerza la relación de Trump con un electorado que valora el éxito individual, la fuerza y la resistencia.
Además, el Kaseya Center, convertido temporalmente en templo del poder físico y el entretenimiento masculino, se transformó simbólicamente en terreno fértil de propaganda indirecta. Con el doble objetivo de celebrar la cultura del combate y reforzar la idea de que Trump es un "hombre del pueblo fuerte", el mensaje no podía ser más claro: No sólo regreso al poder, regreso como el más fuerte.
Hipermasculinidad como política
Tal como escribía el académico Jackson Katz, autor de "Man Enough? Donald Trump, Hillary Clinton and the Politics of Presidential Masculinity", la política estadounidense moderna está profundamente imbuida de ideales de masculinidad. Trump no sólo entiende esta dinámica; la encarna. Y lo hace jugando bien sus cartas con el electorado masculino, cansado del lenguaje "inclusivo" y los límites del discurso políticamente correcto.
En 2024, una encuesta del Pew Research mostró que el 62% de los hombres menores de 30 años que se identifican como conservadores seguían las cuentas oficiales de Dana White o UFC en redes sociales. Este dato revela cómo la cultura del combate (y del espectáculo que la rodea) puede ser también una herramienta de movilización política.
Aliados, puños y votos: un triángulo funcional
- Trump: la figura central del relato.
- UFC: el escenario simbólico donde se lucha, se resiste y se vence.
- Los aliados ideológicos: Rogan, Musk, Dana White. Todos con acceso a millones de seguidores dispuestos a escuchar.
Esta alianza no es nueva, ni puramente coyuntural. Como si de una pintura de Goya se tratase, el triángulo se cierra con violencia ritual y orden jerárquico. Donde otros políticos ven peligro, Trump ve oportunidad mediática. Así, UFC se transforma en un nuevo tipo de mitin político, que genera más contenido emocional que cualquier rueda de prensa convencional.
¿Debería preocuparnos el cruce entre política y entretenimiento violento?
El sociólogo Neil Postman ya advertía en “Divertirse hasta morir” sobre los riesgos de convertir la política en espectáculo. El caso de Trump no sólo ratifica esa alerta, sino que la lleva al extremo físico. La violencia simbólica (y literal) se convierte en parte integral del discurso político. Su presencia en la UFC no se trata de apoyar un deporte, sino de incorporar sus valores dentro del discurso nacional.
Más aún, en este contexto, la masculinidad hegemónica se erige como paradigma no sólo cultural, sino de gobierno. La fuerza se admira. La sensibilidad se discrimina. Y la resistencia se celebra, aunque sea violenta.
El nuevo gabinete como declaración ideológica
Muchos de los nuevos integrantes de la administración de Trump representan una ruptura con el “deep state” y los organismos tecnocráticos. Robert F. Kennedy Jr. como Secretario de Salud simboliza la alianza con sectores escépticos de las vacunas y el sistema médico. Kash Patel y Tulsi Gabbard, más allá de su experiencia, representan el nuevo eje nacionalista pero no tradicional del trumpismo 2.0. Marco Rubio y Ted Cruz, por su parte, continúan operando como senadores fieles al nuevo orden trumpista.
La presencia de estos personajes revaloriza el concepto de lealtad ideológica sobre experiencia institucional. Algo que quedó claro en la primera presidencia de Trump, pero que ahora se sistematiza con aún mayor convicción.
¿Qué nos espera en el segundo round?
Se hace evidente que el regreso de Trump al poder no busca reconciliación ni moderación. Al contrario, fortalece sus lazos con aquellos símbolos culturales que refuerzan la noción de poder fuerte, desafiante y sin contemplaciones. En ese sentido, la UFC no es un accidente en su guion, sino parte indispensable del mismo.
Por eso no hay que leer su aparición junto a Dana White y compañía como entretenimiento. Es geopoder blando en acción. Es un mensaje para las bases y una advertencia para sus rivales: el combate sigue, y ahora, con más músculo político.