La amenaza silenciosa: el brote de fiebre aftosa que pone en jaque a Europa Central
Entre animales sacrificados, teorías conspirativas y fronteras cerradas, Europa vive su mayor crisis agropecuaria en medio siglo
LEVÉL, Hungría. Desde principios de marzo de 2025, Europa Central enfrenta una emergencia que trae recuerdos oscuros de crisis sanitarias pasadas: un brote de fiebre aftosa ha activado las alarmas en Hungría, Eslovaquia y otros países vecinos. Lo que comenzó como un hallazgo aislado en una granja húngara rápidamente se convirtió en un problema regional, con consecuencias económicas, agrícolas y políticas.
¿Qué es la fiebre aftosa y por qué genera tanto temor en el sector agropecuario?
La fiebre aftosa es una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta principalmente a animales con pezuñas hendidas como el ganado vacuno, los cerdos, las cabras, las ovejas y los ciervos. Aunque la enfermedad rara vez afecta a humanos, su impacto económico es devastador. Los síntomas incluyen ampollas y fiebre, que afectan la movilidad, la alimentación y la producción de leche y carne.
Una de las razones por las que se teme tanto este virus es su altísima capacidad de contagio. Según la Organización Mundial de Sanidad Animal, el virus puede propagarse no solo por contacto directo entre animales, sino también a través del aire, superficies contaminadas, ropa, neumáticos, zapatos y alimentos. Esto convierte cualquier región agrícola en una zona de riesgo si no se aplican medidas inmediatas de contención.
Un brote inédito en más de medio siglo
Lo que hace aún más inquietante este brote es que Hungría y Eslovaquia no habían registrado casos de fiebre aftosa en más de 50 años. La primera detección se produjo en el noroeste húngaro, y en cuestión de semanas se encontraron animales infectados en tres granjas cercanas en Eslovaquia. Desde entonces, se han confirmado más casos en otras seis explotaciones ganaderas entre ambos países.
Uno de los focos del brote fue en la localidad húngara de Levél, donde más de 3.000 reses fueron sacrificadas como medida para evitar la expansión del virus. "Todo está completamente del revés", declaró Sándor Szoboszlai, empresario local y cazador. "No pensábamos que algo así pudiera pasar. Nadie lo esperaba. Esto no es culpa de los dueños de los animales, estoy seguro. El viento lo trajo aquí".
Fronteras cerradas y medidas extremas
En respuesta al brote, los gobiernos han adoptado medidas sanitarias drásticas. Hungría ha instalado almohadillas empapadas en desinfectante en la entrada y salida de pueblos y ciudades afectadas. Sin embargo, varios de estos tapetes se secan rápidamente o son inefectivos al ser desplazados por vehículos pesados.
Eslovaquia ha cerrado 16 de sus pasos fronterizos con Hungría y uno con Austria, para reducir el tráfico y centralizar controles en los cruces principales. Austria, donde aún no se han reportado casos, cerró 23 puntos fronterizos con Hungría y Eslovaquia. Por su parte, la República Checa ha activado protocolos de desinfección en los cinco puntos fronterizos más utilizados por camiones de mercancías.
Impacto económico: ¿un nuevo golpe al campo europeo?
El sacrificio masivo de animales lleva un impacto severo a una región donde la ganadería es un pilar económico. Muchos ganaderos, como relató conmovido Szoboszlai, han perdido sus rebaños completos, fruto de décadas de trabajo. "Siento pena por él. Es toda su vida. Será muy difícil volver a empezar", lamentó.
En respuesta, el gobierno húngaro ha anunciado una moratoria de préstamos para los agricultores afectados y compensaciones estatales por la pérdida de animales. También se invertirán en nuevas medidas para prevenir futuros brotes.
En cifras, las granjas afectadas representan aproximadamente el 3% de la producción ganadera de la región afectada. Sin embargo, el temor al contagio y la paralización del transporte han generado disrupciones más allá de las zonas infectadas. La Comisión Europea aún evalúa si se necesitará asistencia financiera para estabilizar los mercados agrícolas en la zona.
Una teoría desconcertante: ¿ataque biológico?
Como si los hechos no fuesen ya suficientemente alarmantes, una declaración del jefe de gabinete del Primer Ministro húngaro, Gergely Gulyás, ha dejado a más de uno con la ceja levantada. En una conferencia de prensa afirmó que no se podía descartar que el brote fuese producto de un ataque biológico.
La teoría se basa, según Gulyás, en "declaraciones verbales" de un laboratorio extranjero que hace un análisis preliminar de las muestras virales. Aunque no se ha presentado evidencia concreta, la insinuación ha generado controversia dentro y fuera del país. Para algunos, se trata de preparar el terreno frente a una posible crisis diplomática; para otros, de una estrategia política para desviar la atención de fallos en las medidas preventivas internas.
El viento como transmisor: un viejo enemigo invisible
El comentario de Szoboszlai sobre que "el viento trajo el virus" no es descabellado. La fiebre aftosa puede viajar por el aire en determinadas condiciones climáticas. En 1967, un famoso brote en el Reino Unido fue atribuido, en parte, a la propagación aérea del virus entre granjas separadas por varios kilómetros.
Según Jiri Cerny, profesor asociado de la Universidad Checa de Ciencias de la Vida en Praga: "el riesgo más importante de transmisión es a través de objetos humanos contaminados", pero también reconoce que los modelos meteorológicos podrían explicar casos aparentemente desconectados.
¿A dónde vamos desde aquí?
Las autoridades eslovacas han declarado que levantarán las restricciones cuando pasen 30 días desde el sacrificio del último animal infectado. Por ahora, no se han detectado nuevas infecciones en Hungría esta semana, y el proceso de limpieza y desinfección ha avanzado significativamente, según el ministro de agricultura István Nagy.
Sin embargo, el temor subyace. La falta de confirmaciones sobre la causa del brote, la duración prolongada de las medidas de contención y la posibilidad de repercusiones comerciales han puesto en alerta a toda la región.
Lecciones de un brote silencioso
- Los sistemas de bioseguridad deben ser reforzados. Un descuido en una granja puede transformarse en una catástrofe regional.
- La cooperación internacional es clave. La fiebre aftosa no respeta fronteras; la solución tampoco debe hacerlo.
- La comunicación transparente evita teorías conspirativas. Sin datos, la incertidumbre permite que afloren los rumores más inverosímiles.
- La resiliencia del campo se pone a prueba en cada crisis. Lo que ahora parece pérdida puede ser la base de modelos más sostenibles si se actúa con inteligencia.
Este brote de fiebre aftosa recuerda que, en un mundo interconectado, incluso un virus que no afecta directamente a los humanos puede producir conmociones económicas y sociales profundas. El campo europeo enfrenta no solo una enfermedad, sino el reto de reconstruir sobre las cenizas de la desconfianza, el miedo y el sacrificio.
Redacción: MundoActual.net