Acero británico, soberanía y geoestrategia: el pulso entre Reino Unido y China
La nacionalización emergente de British Steel revela una preocupante dependencia extranjera, tensiones políticas con China y un posible renacer industrial británico
Una decisión histórica: el Reino Unido recupera el control de British Steel
El gobierno británico ha dado un giro inesperado —y para muchos tardío— en su política industrial. El sábado 12 de abril de 2025, el ejecutivo liderado por el primer ministro Keir Starmer y el secretario de Negocios, Jonathan Reynolds, intervino en la gestión de la emblemática siderúrgica British Steel. La empresa, propiedad de la china Jingye Group desde 2020, estaba a punto de cerrar sus altos hornos en Scunthorpe, Lincolnshire, lo que habría marcado el fin de la producción de acero primario en el Reino Unido.
La medida, respaldada por una legislación de emergencia aprobada en tiempo récord, otorga al gobierno poderes especiales para garantizar el funcionamiento de los altos hornos, asegurar el suministro de materias primas y proteger los más de 3.000 empleos en juego. Pero más allá de lo económico, este episodio es un símbolo de la creciente rivalidad geoestratégica entre Occidente y China, y de cómo sectores sensibles como el acero se han convertido en campos de batalla clave.
¿Por qué es tan importante el acero?
El acero es mucho más que un material de construcción. Es esencial para sectores estratégicos como la defensa, la infraestructura, la energía y el transporte. Representa la base de cualquier proyecto de independencia industrial. Sin capacidad para producir su propio acero "virgen", el Reino Unido habría pasado a depender completamente de importaciones, muchas veces provenientes de actores geopolíticos poco fiables.
Según datos del World Steel Association, de los países del G7, sólo Reino Unido estaba en el umbral de perder su capacidad de producir acero primario mediante altos hornos, que utilizan carbón coquizable y pellets de hierro, siendo más intensivos en emisiones que los hornos eléctricos de arco utilizados para reciclar chatarra. Este hecho no era ignorado ni por el Parlamento británico ni por los sindicatos. La posibilidad de quedar relegados a un sistema totalmente importador sacudió todos los partidos políticos por igual.
Jingye Group: del rescate al rechazo
Cuando Jingye Group adquirió British Steel en 2020, lo hizo bajo la promesa de inversión y rescate. La planta ya enfrentaba problemas estructurales y pérdidas abultadas. En un contexto post-Brexit, el acuerdo fue visto como una salvación. Sin embargo, en los últimos meses, el diálogo entre la firma y el gobierno británico se deterioró.
Según Reynolds, la compañía no negociaba de buena fe, y “su intención era cerrar los altos hornos inevitablemente, conservando sólo las operaciones rentables y abasteciéndose desde China”. El jueves anterior a la intervención estatal, Jingye rechazó todas las ofertas financieras del gobierno, evidenciando lo que —para muchos analistas— era una estrategia preestablecida para desmantelar la producción local.
Esto encendió las alarmas sobre el grado en que el capital extranjero, especialmente el chino, puede influir sobre sectores estratégicos de la economía británica. Como subrayó Reynolds en una entrevista con Sky News: “No traería personalmente una compañía china a nuestro sector del acero. Creo que es un área muy sensible”.
Un “alto umbral de confianza” para la inversión china
El contexto internacional no podía ser más tenso. Desde hace años, los gobiernos occidentales han comenzado a desconfiar de las inversiones chinas en sectores críticos, sobre todo tras casos como Huawei en telecomunicaciones o Hikvision en vigilancia. En el caso del acero, que tiene implicaciones militares y de infraestructura estratégica, las suspicacias se multiplican.
Reynolds fue claro: a partir de ahora, las inversiones provenientes de China deberán superar un “alto umbral de confianza”. Este barómetro de confianza se refiere tanto a las capacidades reales de inversión como a la alineación con los intereses estratégicos británicos. Es prácticamente un nuevo código de conducta para el capital extranjero.
Un paralelismo histórico: el Reino Unido, de gigante a espectador
A finales del siglo XIX, Reino Unido era el mayor productor de acero del mundo. Ciudades como Sheffield y Scunthorpe eran sinónimos de progreso industrial. A mediados del siglo XX, con la competencia global y la falta de inversión, esta posición comenzó a erosionarse. El caso de British Steel es la crónica de una decadencia anunciada.
Fundada en 1967 a partir de la nacionalización de varias acerías privadas, British Steel fue privatizada en 1988 bajo el mandato de Margaret Thatcher. En 1999, fue adquirida por la neerlandesa Koninklijke Hoogovens, formando Corus Group. En 2007, pasó a manos de Tata Steel, y finalmente, tras múltiples ruinas financieras, a Jingye Group en 2020.
Hoy, el ciclo parece reiniciarse con una nueva forma de nacionalización temporal. Con la decisión de Reynolds, el Reino Unido no sólo intenta preservar una industria estratégica, sino también recuperar algo del orgullo y control industrial perdido.
¿Y ahora qué? Las incógnitas aún abiertas
A pesar de la intervención, no hay garantías de que los hornos sigan operando indefinidamente. Como explicó Reynolds en una entrevista con la BBC, no podía prometer que se obtendrían a tiempo las materias primas necesarias como el pellet de hierro o el carbón coquizable.
Los altos hornos son instalaciones delicadas: si se enfrían, volver a ponerlas en funcionamiento cuesta millones de libras y puede llevar meses. Por lo tanto, el tiempo corre en contra del gobierno. Para muchos, el problema de fondo es más amplio: ¿puede sobrevivir una industria intensiva en emisiones como la siderurgia pesada en un país comprometido con la transición verde?
Reino Unido ya ha apostado en varios puntos por hornos eléctricos y siderurgia reciclada, pero esa tecnología, aunque más limpia, no produce acero primario, necesario para ciertos usos industriales que requieren resistencia y pureza específica.
¿Reindustrialización o nostalgia?
La historia de British Steel es también una lupa para debatir cómo debe ser una reindustrialización del siglo XXI. ¿Debe versar sobre tecnologías limpias y sostenibles, o sobre la conservación de estructuras heredadas que garantizan capacidades estratégicas?
Los defensores de mantener los altos hornos argumentan que la soberanía industrial debe primar en un mundo cada vez más volátil. Las pandemias, las guerras y las crisis logísticas evidenciaron los riesgos de depender de cadenas de suministro demasiado largas o monopolizadas por países sin afinidad ideológica.
Por otro lado, economistas y ambientalistas apuntan a que sostener industrias pesadas contaminantes es insostenible a largo plazo. Pero incluso ellos admiten que la transición debe ser gradual, ordenada y bajo control nacional, no determinada por decisiones de accionistas extranjeros con intereses propios.
La geopolítica del acero: una nueva guerra fría económica
El caso British Steel no es un hecho aislado. Refleja una nueva guerra fría económica, donde el acero, el litio, los semiconductores o las baterías eléctricas son el nuevo petróleo. La nacionalización temporal de la planta en Scunthorpe podría inspirar a otros países a reevaluar la permisividad con que han dejado entrar capitales chinos en sectores sensibles.
Países como Estados Unidos, Alemania, Australia y Canadá ya han impuesto restricciones específicas a adquisiciones realizadas por empresas subsidiadas por Beijing. El Reino Unido, tras el Brexit, enfrenta el desafío particular de redefinir su estrategia industrial sin perder inversiones extranjeras pero salvaguardando su autonomía sectores clave.
El símbolo de Scunthorpe: entre resistencia y renacimiento
La ciudad de Scunthorpe, cuya economía y cultura han girado durante casi un siglo alrededor del acero, se ha convertido ahora en un símbolo de las tensiones entre globalización, desindustrialización y soberanía. Allí, esta intervención del Estado ha sido recibida no sólo como una medida económica, sino casi como una restauración moral.
Un trabajador sindicalizado lo expresó a la BBC: “Esto no es sólo acero, esto es nuestro ADN. Perder los altos hornos sería como perder el corazón”.
La lucha aún no ha terminado, pero por primera vez en años, en Scunthorpe se vislumbra que el acero podría volver a forjarse con propósito nacional.
Fuentes consultadas:
- BBC News - British Steel takeover: Government takes control
- Financial Times - Why the UK is right to save steelmaking
- World Steel Association - 2024 Reports
- Entrevistas a Jonathan Reynolds en Sky News y BBC (abril 2025)