Daniel Noboa: El ascenso del joven magnate que desafía la política tradicional en Ecuador

Con solo 37 años, el empresario bananero conquistó un segundo mandato en Ecuador utilizando tácticas de seguridad extremas y desafiando las normas democráticas. ¿Es el nuevo rostro autoritario del continente o una esperanza para un país en crisis?

El inesperado fenómeno Noboa

Cuando Daniel Noboa ganó la elección presidencial extraordinaria de 2023 en Ecuador, muchos lo vieron como una anomalía pasajera. Era un joven de apenas 35 años, sin experiencia política significativa más allá de una breve etapa en la Asamblea Nacional, proveniente de una de las familias más ricas del país y sin un aparato político tradicional a sus espaldas. Sin embargo, contra todo pronóstico, obtuvo la presidencia por un periodo corto de 16 meses. Ahora, tras ganar nuevamente en 2025 con el 55,8% de los votos frente a la candidata correísta Luisa González, Noboa parece haber consolidado su lugar como figura central de la política ecuatoriana.

Este artículo es un análisis en profundidad del ascenso de Noboa, las implicaciones políticas y sociales de su segundo mandato y su cuestionada estrategia de seguridad que, aunque ha dado resultados en reducción de violencia, también ha despertado importantes preocupaciones sobre el respeto al estado de derecho y las instituciones democráticas del país.

Del imperio bananero a Carondelet

Daniel Noboa es heredero del Grupo Noboa, uno de los conglomerados empresariales más poderosos de Ecuador, especialmente conocido por su control en la exportación de banano. A los 18 años fundó su propia empresa de organización de eventos y más tarde se integró a los negocios familiares, desempeñándose en áreas de logística y comercio.

Su debut político llegó apenas en el año 2021, cuando fue elegido asambleísta y presidió la Comisión de Desarrollo Económico. Hasta entonces, poco o nada se esperaba de una figura asociada más al mundo empresarial que al político. Pero esa combinación de juventud, fortuna y estrategia mediática eficiente se convirtió rápidamente en carta ganadora en un país cansado de los partidos tradicionales y marcado por la inseguridad.

Victoria sobre el correísmo (dos veces)

En octubre de 2023, Noboa sorprendió al derrotar a Luisa González —discípula política del expresidente Rafael Correa— en un balotaje provocado por la disolución anticipada del Congreso por parte de Guillermo Lasso. En aquel momento, pocos creían que tendría verdaderas posibilidades de estructurar una reelección exitosa en tan corto tiempo.

Sin embargo, al repetir su victoria frente a la misma rival en abril de 2025, Noboa desafió toda lógica electoral, demostrando que su mensaje de mano dura contra el crimen y ruptura institucional caló hondo, especialmente en sectores medios y populares desesperados por seguridad y estabilidad económica.

¿Redentor o autoritario?

Desde el inicio de su primer mandato, Noboa declaró un estado de conflicto armado interno, permitiendo la militarización del territorio frente al creciente poder de bandas criminales que operaban incluso dentro del sistema penitenciario. Su respuesta ha sido dura, rápida y, según muchos, efectiva.

Según cifras del propio gobierno, la tasa de homicidios en Ecuador bajó de 46,18 por cada 100.000 habitantes en 2023 a 38,76 en 2024. Aunque sigue siendo una de las más altas en la región, la reducción es significativa y ha sido usada constantemente como argumento para justificar acciones excepcionales del Ejecutivo.

Pero sus métodos han sido profundamente polémicos. En enero de 2024, Noboa ordenó una incursión policial sin precedentes en la embajada de México en Quito para capturar al exvicepresidente Jorge Glas, acusado de corrupción y refugiado en la sede diplomática. La acción desató una feroz condena internacional y rompió relaciones diplomáticas con México.

El caudillismo del siglo XXI

Expertos como María Cristina Bayas, profesora de la Universidad de las Américas en Quito, sostienen que Noboa "no ha dudado en usar la ley y la Constitución para moldear el Estado a su antojo". Eso incluye, por ejemplo, haber delegado el poder presidencial a la vicepresidenta Verónica Abad —con quien mantiene un notorio enfrentamiento— mientras hacía campaña para la reelección. Poco después, la envió como embajadora a Israel, una maniobra que muchos describen como exilio político interno.

Abad, por su parte, denunció públicamente su designación diplomática como una estrategia de "castigo político" por diferencias ideológicas. Si bien estas tensiones internas podrían parecer secundarias, revelan un estilo de liderazgo poco institucional que favorece el mando personalizado sobre la negociación o la transparencia.

El factor Trump y la diáspora ecuatoriana

Uno de los elementos menos analizados de la campaña de Noboa ha sido su acercamiento simbólico al expresidente estadounidense Donald Trump. En un país con enormes niveles de migración hacia EE. UU., este gesto no pasó desapercibido. Grace Jaramillo, politóloga experta en la región andina, explicó que “para muchas familias ecuatorianas de clase media y trabajadora, mostrar cercanía con Trump fue crucial. Lo vinculaban con una mejor política migratoria respecto a una figura de izquierda como González”.

No es un dato menor: más de 700.000 ecuatorianos viven en EE. UU. y las remesas representan aproximadamente el 3% del PIB nacional. Cualquier amenaza al estatus legal de esos migrantes repercute directamente en la economía familiar de miles de hogares.

¿Hacia una democracia iliberal?

La segunda presidencia de Daniel Noboa abre múltiples interrogantes. Su estrategia de seguridad agresiva y medidas excepcionales han sido aplaudidas por muchos, pero también han tensionado el equilibrio democrático del país. La invasión a la embajada de México, el alejamiento forzado de su vicepresidenta, el uso del aparato estatal para la reelección y los cuestionamientos al sistema judicial forman parte de una peligrosa tendencia hacia modelos de democracia iliberal, en los que se sostiene la legitimidad electoral pero se vacía el contenido institucional.

Su figura se inscribe en un fenómeno más amplio en América Latina, donde los ciudadanos, hartos de la corrupción y el crimen, están dispuestos a sacrificar libertades si a cambio reciben orden y seguridad. Ya lo vimos en El Salvador con Nayib Bukele y en tendencia creciente en países como Argentina, con el fenómeno emergente de Javier Milei —aunque con ideologías distintas—.

¿Podrá Noboa evitar caer en el autoritarismo pleno? ¿O seguirá erosionando los pesos y contrapesos democráticos para imponer un modelo personalista bajo el pretexto de la eficiencia y la protección ciudadana?

El juicio pendiente de la historia

Daniel Noboa se enfrenta ahora al enorme reto de gobernar durante cuatro años completos, algo que no ha ocurrido en Ecuador desde la presidencia de Rafael Correa. Ese tiempo puede servir para estabilizar el país o terminar consolidando lo que algunos ya llaman Noboismo, una nueva etapa del caudillismo latinoamericano joven, empresarial, aggiornado y peligrosamente atractivo.

Por ahora, Noboa ha ganado la batalla electoral, pero la guerra por preservar —o redefinir— la democracia ecuatoriana apenas ha comenzado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press