Navarro, Lutnick y la narrativa cambiante de Trump ante la tormenta económica

Mientras los mercados tiemblan, altos funcionarios defienden tarifas, exenciones y relaciones comerciales en constante evolución

Una semana turbulenta en la economía estadounidense

Las últimas jornadas bursátiles han registrado desempeños negativos para los principales índices en EE.UU., en medio de un vaivén de decisiones de la administración Trump que ha generado incertidumbre sobre el rumbo económico del país. En cuestión de días, el gobierno pasó de reforzar su postura tarifaria a aplicar exenciones estratégicas, mientras sus principales voceros salían en defensa de una agenda comercial cada vez más difícil de explicar.

Peter Navarro, asesor comercial de la Casa Blanca, y Howard Lutnick, secretario de Comercio, encabezaron una ofensiva mediática el pasado domingo para justificar las medidas del presidente. Ambos reforzaron argumentos previos, aunque también introdujeron nuevas justificaciones, mostrando cómo la narrativa cambia según el contexto.

Una retórica en evolución: de la reindustrialización a la guerra contra el fentanilo

Desde su primera campaña en 2016, y de nuevo en 2024, Trump ha convertido la lucha contra los déficits comerciales y la reindustrialización norteamericana en bandera política. No obstante, los motivos esgrimidos han variado ampliamente. La semana pasada, Lutnick justificó los aranceles como un asunto de seguridad nacional, argumentando que EE.UU. no produce suficientemente acero, aluminio, ni siquiera medicamentos —lo que lo expondría en un escenario de conflicto militar.

Este domingo, Navarro aportó otra capa al debate: la competencia desleal y el combate al narcotráfico. En declaraciones a NBC, aseguró que los aranceles son una forma de corregir décadas de abusos comerciales de parte de grandes potencias, especialmente China, a la que también vinculó con la crisis del fentanilo.

“China ha matado a más de un millón de personas con su fentanilo”, lanzó Navarro, ampliando así el espectro de razones dadas para las barreras comerciales.

Exenciones, tecnología y producción «reshore»

Parte de la confusión pública proviene de la reciente decisión de la Casa Blanca de aplicar exenciones a ciertas importaciones, como teléfonos inteligentes, laptops, discos duros, pantallas planas y chips semiconductores. El retroceso sorprendió, dado que apenas días antes se había insistido en que no habría excepciones a los nuevos aranceles del 10% (salvo para China, con una tasa aun más alta del 145%).

Lutnick defendió la medida como una maniobra estratégica para redirigir la producción de tecnologías clave a Estados Unidos.

“Van a tener un tipo especial de arancel con enfoque sectorial para asegurarse de que esos productos se fabriquen en casa”, dijo en el programa This Week de ABC.

El asunto reabre el debate sobre los límites reales de la política protectionista, dada la dependencia global de estos bienes y la complejidad de replicar cadenas de producción eficientes en territorio nacional.

Negociaciones con muchos, ¿menos con China?

Una de las principales promesas del equipo de Trump es lograr acuerdos bilaterales favorables. Kevin Hassett, director del Consejo Económico de la Casa Blanca, afirmó que más de 50 países han mostrado interés en negociar. No obstante, no precisó nombres.

El domingo, Navarro y Lutnick ofrecieron una lista más concreta: Reino Unido, Unión Europea, India, Japón, Corea del Sur, Indonesia e Israel estarían sosteniendo conversaciones con el Representante de Comercio, Jamieson Greer.

Curiosamente, China —protagonista de la narrativa oficial— no figura activamente en las mesas de negociación. Greer dijo que espera que Trump y Xi Jinping establezcan contacto directo pronto, aunque enfatizó que no han comenzado negociaciones formales.

Navarro fue ambiguo: “Hemos abierto nuestra invitación a ellos”. Lutnick, en tanto, prefirió decir que se han hecho “aproximaciones suaves a través de intermediarios”.

Optimismo sin importar los mercados

En la misma línea de semanas anteriores, el equipo económico del presidente minimizó las pérdidas sostenidas en los mercados bursátiles y de bonos. Navarro fue contundente:

“Esto se está desarrollando exactamente como pensamos en nuestro escenario dominante”, aseguró, invocando una confianza que contrastó con los nervios de muchos inversores.

Hassett, más cauto, admitió que las encuestas muestran ansiedad entre la población, aunque rápidamente apuntó a los datos de empleo como evidencia de una economía fuerte. Para él, las cifras muestran “una fortaleza real” pese al ruido mediático.

Tarifas, manufactura y el factor tecnológico

Uno de los aspectos más contradictorios del rumbo económico adoptado por Trump es la combinación de restricción comercial y búsqueda de alto valor agregado. Si bien el discurso oficial habla de revivir la industria manufacturera, evitan referirse a las ramas de menor especialización, como el calzado o los textiles, que inevitablemente traerían precios más altos al consumidor final.

A cambio, se refuerza el mensaje de que EE.UU. debe especializarse en producir componentes críticos y sofisticados. Sin embargo, esas son precisamente las industrias a las que se está eximiendo de nuevos aranceles. Esto genera dudas legítimas sobre la coherencia de la política industrial actual.

El desafío de recrear una era perdida

Trump promete devolver a EE. UU. a una era previa a la globalización desregulada, donde el país era una potencia manufacturera autosuficiente. No obstante, muchos economistas alertan sobre la inviabilidad del proyecto sin costes altísimos para los consumidores y para determinadas industrias que dependen de mercados globales súper competitivos.

Además, países como China y Corea del Sur llevan décadas invirtiendo agresivamente en innovación tecnológica y estrategias de expansión comercial, lo cual los pone en ventaja competitiva. Intentar revertir ese liderazgo solo con herramientas arancelarias puede ser ingenuo o contraproducente.

El factor electoral: paciencia ante el “boom” prometido

En campaña, Trump dijo que su política económica daría resultados “inmediatos” con menor inflación y más empleos. Sin embargo, los mensajes actuales piden “paciencia” a los consumidores y empresarios. El nuevo relato prevé resultados positivos en 90 días, justo en la antesala de elecciones cruciales. Esta narrativa hace pensar que muchas de las medidas tienen un fuerte componente electoral, más allá de su efectividad técnica.

Queda por ver si en las próximas semanas habrá avances tangibles en las negociaciones con más de medio centenar de países o si se impondrá una lógica conflictiva que podría llevar a represalias internacionales, incertidumbre empresarial y más presión inflacionaria.

¿Realismo o populismo económico?

Algunos analistas critican lo que consideran un enfoque populista, basado en enemigos externos, promesas de gloria industrial anterior y soluciones simplistas a problemas estructurales. El uso politizado del miedo —ya sea frente a una guerra hipotética, al fentanilo chino o al colapso industrial— refuerza una retórica que busca votos más que consenso internacional.

Sea cual sea la motivación, el estilo del presidente es claro: confrontar, improvisar y dominar las narrativas. Pero los mercados no son inmunes a los giros políticos, ni los ciudadanos están dispuestos a pagar indefinidamente por una utopía manufacturera.

A medida que la campaña presidencial de 2024 avanza, la economía seguirá siendo el campo de batalla decisivo donde Trump, Navarro y compañía deberán demostrar si su visión puede sostenerse más allá del discurso.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press