Silicon Valley en rebelión: la grieta entre líderes tecnológicos y trabajadores tras el giro pro-Trump

Del 'no ser malvado' al populismo conservador: cómo la élite tech abraza a Trump mientras sus empleados se movilizan en las calles

Silicon Valley, cuna de la vanguardia tecnológica y símbolo del progreso liberal estadounidense, vive hoy una tensión interna inédita. Lo que comenzó como un ecosistema impulsado por ideales de innovación, apertura y cambio positivo ha entrado en una etapa de cuestionamientos éticos y políticos profundos, exacerbados por la reelección de Donald Trump y su creciente influencia sobre figuras clave de la industria tecnológica.

Un nuevo orden pro-Trump

La geografía digital de EE.UU. ya no se limita a códigos, start-ups e inteligencia artificial. Hoy, la política la atraviesa con fuerza. Con el regreso de Donald Trump a la presidencia en 2025, Silicon Valley se ha convertido en un tablero de batalla entre el poder consolidado de las élites tecnológicas y una base laboral preocupada por la deriva autoritaria que perciben en sus líderes.

Ejecutivos como Elon Musk, David Sacks, Peter Thiel y Marc Andreessen han manifestado su apoyo al presidente, lo han asesorado, e incluso formado parte integral de su administración. Mientras tanto, trabajadores de base como Jeremy Lyons se manifiestan en las calles de San José, temerosos del rumbo económico, político y social de su sector.

El ascenso del autoritarismo empresarial

En palabras de Tim Naftali, historiador de Columbia University: “Tenemos un líder que actúa con la autoridad caprichosa de un autócrata europeo del siglo XIX”. Trump ha desmantelado procedimientos deliberativos en favor de decisiones fundadas en "instinto". Su poder se expande a cada rincón del país —e incluso más allá, como en su peculiar intención de anexar Groenlandia— con efectos profundamente polarizantes.

Las decisiones políticas y económicas se están centralizando en su figura. El caso de los aranceles, donde un movimiento abrupto suyo generó un colapso bursátil seguido por una súbita reversión en 48 horas, es ilustrativo del estilo caótico que ahora rige el comercio internacional desde Washington.

Silicon Valley: del idealismo al desencanto

Lo que alguna vez fue percibido como una meritocracia tecnológica al servicio del bienestar global, ha mutado hacia un ecosistema profundamente corporativo y politizado, donde los valores fundacionales —como el mítico “Don’t be evil” de Google— han sido relegados.

Según Jan English-Lueck, profesora en San José State University que estudia la cultura de Silicon Valley desde hace más de 20 años: “Antes, los jóvenes querían cambiar el mundo. Hoy solo esperan ser adquiridos de forma rentable”.

En parte, esta transformación ha sido impulsada por cambios estructurales: salidas a bolsa que trajeron enormes presiones financieras, despidos masivos durante los últimos tres años, e inversiones crecientes en inteligencia artificial, criptomonedas y armamento digital —todos respaldados en parte por fondos federales afines a Trump.

La ofensiva cultural y política desde la cúspide

Trump ha reforzado su influencia en la cultura nacional invistiéndose incluso como presidente honorario del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas y emitiendo órdenes ejecutivas para "purgar ideologías impropias" en instituciones como el Smithsonian.

Su estilo gerencial se replica en muchas empresas tech: decisiones centralizadas, poca discusión y motivaciones personales por encima del análisis de datos. Leon Panetta, ex Jefe de Gabinete de la presidencia de Bill Clinton, expresó: “Cuando un líder toma decisiones siguiendo su estómago antes que la información, cada una se convierte en una ruleta rusa”.

El Silicon Valley disidente

Pese al notorio viraje de la cúpula, las bases trabajadoras de Silicon Valley no lo acompañan. Sindicatos tecnológicos, desarrolladores, investigadores en IA y exempleados han alzado la voz frente al “autoritarismo tech”.

Jeremy Lyons, ingeniero de software, describía la última marcha como “una reacción a la deriva antidemocrática de Musk y sus pares”. Miles se congregaron en San José al grito de “No más oligarcas”, en protesta tanto contra Trump como contra la élite tecnológica que coquetea con él.

Kamal Ali, especialista en inteligencia artificial, expresó: “La confianza se ha roto. Lo que vivimos ahora es una traición al espíritu con el que llegamos a esta industria”.

Desigualdad, vigilancia y represión interna

Además de la polarización política, hay elementos de control y vigilancia que inquietan a muchos. Los asistentes a la marcha en San José recibieron advertencias para “desactivar el reconocimiento facial de sus móviles”, temerosos de ser identificados por empresas como Meta y Tesla.

Dianne Wood, profesional en una startup de biotecnología, se mostró alarmada: “El dinero se está acumulando entre unos pocos, y eso me aterra. Las herramientas de control que nuestras propias compañías desarrollaron ahora se usan contra nosotros”.

El rol de figuras como Elon Musk

El giro de Elon Musk se ha convertido en símbolo del nuevo poder tech-pro-Trump. Desde que asumió un rol político activo criticando agencias federales hasta su liderazgo en la ofensiva contra la regulación del sector, Musk personifica el arquetipo del oligarca del siglo XXI. El Tesla, antes símbolo ambientalista, es ahora percibido por muchos como una insignia del conservadurismo empresarial.

Musk no es el único. Marc Andreessen y David Sacks —quienes ayudan a delinear la política tecnológica de la Casa Blanca— también representan esta franja de millonarios que se alzó contra los mismos sistemas que los enriquecieron. Mark Zuckerberg, antes cauteloso, hoy elogia públicamente a Trump y contribuyó con más de $1 millón a su inauguración.

Silicon Valley sigue siendo azul, pero con grietas visibles

Pese a todo, el corazón electoral de Silicon Valley sigue latiendo del lado demócrata. Santa Clara County, centro geográfico de la industria, votó un 68% por la demócrata Kamala Harris en la última elección. Sin embargo, ese porcentaje representa un giro de 8 puntos hacia Trump con respecto al ciclo anterior. Pequeño, pero significativo.

Aunque estemos dentro del monstruo, todavía hay luz”, afirma Dave Johnson, director ejecutivo del Partido Republicano en Santa Clara. Aunque celebra nuevos adherentes, reconoce que “no vienen en su mayoría del mundo tech”.

¿Hacia dónde se dirige esta grieta?

La tensión en Silicon Valley no es una anécdota más de la política estadounidense. Revela una disputa profunda sobre quién debe definir el rumbo moral, económico y científico del mundo digital. Las próximas elecciones, nuevas regulaciones —y la defensa o erosión de instituciones democráticas— marcarán si el valle de la innovación se convertirá en bastión de oligarquías autocráticas o volverá a ser la fuerza transformadora que prometió ser.

Como dijo IdaRose Sylvester, emprendedora tecnológica: “Sentí alivio cuando perdió Trump en 2020. Pensé que todo estaría bien. Pero no lo está. Y no podemos permitirnos ignorar lo que viene”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press