La victoria del ‘Stop Brexit Man’: sátira, protesta y libertad de expresión en Reino Unido

La historia de Steve Bray es mucho más que pancartas y música: es un símbolo del derecho a disentir en tiempos de polarización política

Una protesta incesante en el corazón del poder británico

En medio del caos político que siguió al referéndum de 2016 sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, surgió una figura que se convertiría en un símbolo tanto de resistencia ciudadana como de excentricidad británica: Steve Bray, el conocido activista apodado "Stop Brexit Man".

Durante años, Bray ha sido una presencia constante frente al Parlamento británico, blandiendo su característico sombrero de copa adornado con los colores azul y amarillo de la bandera de la UE, y gritando "¡Stop Brexit!" a todo aquel que quisiera (o no quisiera) escucharlo. Su método de protesta pasó progresivamente del megáfono a lo que algunos consideran un tipo de arte: las actuaciones musicales satíricas con amplificación en tiempo real, atacando con ritmo y sarcasmo a los gobernantes de turno.

Una batalla por el derecho a ser irreverente

El desenlace de su más reciente enfrentamiento legal tuvo lugar en abril de 2025, cuando un juez de Westminster Magistrates’ Court falló a favor de Bray.

La acusación de la policía tenía que ver con una supuesta falta al Police Reform and Social Responsibility Act 2011, al no haber acatado una orden para cesar su música amplificada en las inmediaciones del Parlamento, específicamente el 20 de marzo de 2024. Pero Bray, que se representó a sí mismo durante el juicio, argumentó con vehemencia que su música formaba parte de su derecho fundamental a la protesta.

El juez Anthony Woodcock estuvo de acuerdo y declaró: “Él cree que tiene un mensaje importante que difundir. Cómo elige expresar esas opiniones es asunto suyo.” También añadió que el uso de la sátira para criticar al Gobierno es una larga tradición en la cultura británica.

De Darth Vader al ‘Muppet Show’: un repertorio cargado de sarcasmo

Lo que hace especial a las protestas de Bray no es solo su constancia, sino el tono. Mientras otros manifestantes levantan consignas o pancartas abstractas, Bray opta por tonos muy específicos. Por ejemplo:

  • El tema de “The Muppet Show” antes de las sesiones de preguntas al Primer Ministro.
  • La marcha imperial de Darth Vader para acompañar a figuras del Gobierno tory.
  • La canción “Things Can Only Get Better” cuando Rishi Sunak convocó elecciones anticipadas en mayo de 2024.

Esos actos, a ojos de muchos, podrían parecer triviales o incluso payasadas. Pero, colocados justo frente al símbolo del poder legislativo británico, adquieren una carga política innegable. Usar la cultura popular para lamponear al poder no es nuevo —de hecho, la tradición satírica británica es tan antigua como el Parlamento mismo—, pero Bray revitalizó esta herencia en tiempos de incertidumbre geopolítica y polarización masiva.

Como él mismo lo expresó tras conocerse el veredicto de inocencia: “Hoy es un día muy importante, no solo para nosotros los manifestantes, sino para la libertad de expresión de todos.” Y agregó: “Independientemente del lado donde estés, este es un triunfo para todos.

El Brexit y el clima político que alimentó la protesta

La figura de Bray no puede entenderse sin comprender el contexto de fondo: el Brexit. La histórica votación de 2016 dividió profundamente a la sociedad británica. El 51.9% votó a favor de salir de la Unión Europea, mientras que el 48.1% prefirió permanecer. Este resultado no solo marcó el inicio de una reconfiguración legal, económica y diplomática del país, sino que desató una lucha cultural entre lo que muchos consideran visiones antagónicas del Reino Unido.

En ese escenario, los Remainers —aquellos que querían permanecer en la UE— encontraron en Bray una suerte de voz no oficial. Mientras los políticos del Partido Liberal Demócrata o de sectores laboristas hacían oposición institucional, él usaba la calle, el megáfono y luego el altavoz como su tribuna. La ironía era su arma principal.

Cuando el humor es considerado delito

Curiosamente, aunque muchos británicos tienen un aprecio casi nacionalista por su ingenio satírico, la policía decidió en marzo de 2024 que Bray había cruzado una línea. Un agente le ordenó dejar de amplificar su música —lo que Bray se negó a hacer. Esta orden se hizo invocando una legislación sobre manifestaciones cerca del Parlamento. El caso pasó a los tribunales.

Pero aquí radica la ironía jurídica: mientras el Reino Unido presume de su compromiso con la libertad de expresión, eventos como este ponen a prueba dicho compromiso. Tal como señaló el juez en su fallo, “El uso de la sátira para mantener al poder bajo escrutinio no solo es válido, sino necesario.”

La importancia simbólica del veredicto

Más allá del individuo, este veredicto sienta un precedente poderoso para futuras expresiones de protesta en el Reino Unido. La decisión judicial otorga respaldo legal a una forma de disidencia no violenta basada en la sátira y la creatividad. En tiempos donde las legislaciones anti-protesta se han vuelto más comunes, especialmente tras episodios como las protestas de Extinction Rebellion o las de grupos laborales, este caso sugiere que quizás aún existe margen para la irreverencia política.”

También pone bajo la lupa el papel de la policía británica en su trato con los manifestantes, cuestionando si los agentes actúan en nombre de preservar el orden o de silenciar mensajes incómodos, particularmente aquellos que, como en el caso de Bray, no representan amenaza alguna más allá de algunas notas musicales o cánticos burlones.

Steve Bray: ¿activista, artista o bufón?

Una pregunta interesante que ha circulado en redes y espacios mediáticos es: ¿quién es realmente Steve Bray?

Para algunos ministros conservadores, no es más que un estorbo crónico. Para otros, incluyendo académicos y periodistas internacionales, representa una forma moderna de artivismo, donde se combinan la protesta y el arte para generar impacto social.

Y para muchos ciudadanos que pasaban por Parliament Square y veían a Bray cantándole al poder en medio del frío invierno o del calor del verano, era simplemente un recordatorio humano de que, aunque se nos trate de convencer de que todo está dicho, siempre habrá espacio para la disidencia.

Una lección de civismo creativo

En una era marcada por el cinismo, la posverdad y la fatiga democrática, la historia de Steve Bray ofrece una lección de civismo creativo. No hace falta violencia ni disturbios para incomodar al poder. Basta con una canción irónica, una buena dosis de perseverancia y el compromiso inquebrantable de que los espacios públicos pertenecen a quienes desean alzar la voz, ya sea con pancartas o con una bocina portátil.

Así, entre notas musicales y sentencias judiciales, Bray no solo ha reivindicado su protesta, sino la de todos los que entienden que la libertad no es simplemente un principio constitucional, sino un derecho que se ejerce cada día, incluso desafinando frente al Parlamento.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press