Sudán entre cenizas: dos años de guerra, hambre y silencio internacional
Mientras el conflicto entra en su tercer año, el país se desangra ante los ojos del mundo. ¿Por qué la comunidad internacional no actúa frente a la peor crisis humanitaria actual?
Por más de dos años, Sudán ha sido escenario de una guerra civil devastadora, que ha desfigurado el país, desplazado a millones y llevado a niveles catastróficos de hambre. A pesar de la magnitud del desastre, la respuesta internacional ha sido débil, fragmentada y, en muchos casos, tardía. El conflicto entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) amenaza con partir el país en territorios irreconciliables mientras millones agonizan en el olvido.
Un conflicto que pulveriza a un país entero
La guerra en Sudán estalló el 15 de abril de 2023 tras meses de tensiones entre el general Abdel-Fattah Burhan, jefe del ejército, y Mohammed Hamdan Dagalo, líder de las RSF. Antiguos aliados en la represión contra el movimiento democrático sudanés, su ruptura ha provocado un conflicto de una violencia inusitada.
Khartoum, capital del país, fue uno de los primeros epicentros del enfrentamiento. Hoy, gran parte de la ciudad yace en ruinas. Según la ONU, al menos 13 millones de personas han huido de sus hogares, incluidas más de 4 millones que cruzaron fronteras hacia países vecinos como Egipto, Chad o Sudán del Sur. Más de 20,000 personas han sido asesinadas, aunque se estima que la cifra real es mucho mayor.
Los combates no perdonan nada ni a nadie. Las violaciones de derechos humanos son generalizadas, especialmente en la región de Darfur, donde las RSF han perpetrado masacres contra civiles, violaciones sistemáticas contra mujeres y saqueos a plena luz del día.
Khartoum, ¿una victoria simbólica?
En marzo de 2025, las SAF recuperaron el control de Khartoum en lo que se consideró una victoria militar de gran peso simbólico. Esto permitió el retorno de Burhan y la instalación de un nuevo gobierno en la capital. Pero lejos de significar el fin de la guerra, esta acción abrió un nuevo capítulo del conflicto.
Las RSF mantienen el dominio sobre grandes extensiones del oeste y sur de Sudán: particularmente en Darfur y Kordofán. Mientras tanto, el ejército controla buena parte del norte, este y centro. Como lo expresó el académico Federico Donelli (Università di Trieste), “la situación sobre el terreno ya es prácticamente una partición de facto del país”.
Ni el ejército ni las RSF parecen capaces de lograr una victoria total, pero tampoco están dispuestos a ceder. Ambos bandos están debilitados, pero sufren el síndrome del desgaste y se atrincheran en sus posiciones con el respaldo de actores externos.
Geopolítica regional: el fuego cruzado más allá de Sudán
La guerra en Sudán no es un conflicto aislado. Es parte de un tablero geopolítico complejo donde participan actores como Emiratos Árabes Unidos, Chad, Ugandaa, Kenia, Sudán del Sur y Etiopía. La resiliencia de las RSF se explica, en parte, por este flujo constante de armas y recursos externos.
Según Sharath Srinivasan, profesor de política internacional de la Universidad de Cambridge: “Sin entender la complejidad regional de esta guerra, es fácil subestimar la capacidad de las RSF para mantenerse y contraatacar”.
Una catástrofe humanitaria sin precedentes
La guerra no solo ha dejado muertos y desplazados. También ha sumido a Sudán en una catástrofe humanitaria sin parangón. Más de la mitad de la población —aproximadamente 25 millones de personas— enfrentan hambre severa, según el Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés).
En 10 zonas se ha confirmado oficialmente hambruna. La situación es especialmente crítica en la provincia de Darfur del Norte y en particular en el campo de desplazados de Zamzam, donde las RSF han cercado a cientos de miles de personas. Se reporta que en el campamento, los habitantes comen hierba y hojas de árboles para sobrevivir.
“No tenemos opciones”, declaró Amna Suliman, una madre de cuatro hijos que vive en Zamzam. “Vivimos con miedo, sin comunicación, sin comida y sin esperanza.”
El WFP advirtió que al menos 17 nuevas zonas podrían caer en hambruna en las próximas semanas. La situación se ve agravada por la imposibilidad de acceder a los afectados por los intensos combates en curso.
Enfermedades, devastación económica y colapso total
Como si fuera poco, Sudán ha sufrido múltiples brotes de enfermedades como cólera, malaria y dengue. El último brote de cólera en marzo mató a 100 personas e infectó a más de 2,700 en la provincia del Nilo Blanco.
En materia económica, el país ha sufrido una contracción del 40% en su PIB según el PNUD. El empleo formal se redujo a la mitad y el 20% de los hogares urbanos carecen de ingresos.
¿Dónde están los donantes?
La comunidad internacional no ha estado a la altura. De los 4,200 millones de dólares requeridos para la asistencia humanitaria en 2024, solo el 6.3% se ha recibido hasta marzo. Una cifra irrisoria frente a la magnitud del desastre.
Como lo manifestó Clementine Nkweta-Salami, coordinadora de la ONU para Sudán: “Las reducciones (de fondos) llegan justo cuando las necesidades nunca han sido mayores”.
El Reino Unido anunció recientemente que destinará 120 millones de libras (158 millones de dólares) para alimentar a 650,000 personas. Pero esta cifra proviene de un presupuesto de ayuda reducido del 0.5% al 0.3% del PIB británico, para financiar un incremento en gastos militares.
Mientras tanto, Estados Unidos ha recortado casi por completo su ayuda exterior. El contraste con las rápidas respuestas ante otras crisis internacionales es, para muchos analistas, una evidencia del doble rasero de la política humanitaria occidental.
Una conferencia con poca esperanza de cambio
El pasado martes se celebró en Londres una conferencia internacional sobre Sudán, convocada por Reino Unido, Francia, Alemania, la Unión Europea y la Unión Africana. Su objetivo: intentar paliar el sufrimiento. Pero ningún actor del conflicto fue invitado. Es decir, no se buscó negociar la paz.
El canciller británico David Lammy dijo: “La brutal guerra en Sudán ha devastado a millones, pero el mundo sigue mirando hacia otro lado”. Añadió que “es hora de actuar para evitar una catástrofe total”.
¿Pero basta con donar dinero sin una estrategia para la paz? ¿Tienen sentido estas conferencias si no se presiona a los actores armados o se involucra a la sociedad civil sudanesa?
El olvido como forma de violencia
Sudán ha dejado de estar en las portadas. Videos e imágenes de Gaza, Ucrania o Taiwán inundan los medios internacionales, mientras la peor crisis humanitaria del mundo se profundiza en silencio.
“Este conflicto abominable ha durado dos años más de lo que debería”, expresó Kashif Shafique, director en Sudán de Relief International. Su organización fue la última en operar en el campo de Zamzam antes de que nueve de sus trabajadores fueran asesinados por las RSF.
“La humanidad debe prevalecer. Cada momento que pasa, más vidas están en juego”, sentenció Shafique.
¿A dónde irá Sudán?
Con el país partida en dos, un paisaje de devastación, hambre y enfermedad, y una comunidad internacional omisa, Sudán se adentra en el tercer año de guerra sin perspectivas claras de paz.
¿La respuesta será dejar que la guerra lo consuma por completo, o el mundo rectificará su curso antes de que ya no haya nada que salvar?