El periodismo bajo ataque en Rusia: cuando la libertad de prensa se convierte en crimen

Cuatro periodistas condenados por 'extremismo' por su relación con Navalny y su lucha contra la corrupción

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En un juicio a puerta cerrada celebrado en Moscú, cuatro periodistas rusos fueron condenados a cinco años y medio de prisión por su supuesta colaboración con una organización tachada de extremista. Entre acusaciones de persecución política y denuncias de ataque a la libertad de expresión, el caso se ha convertido en otro oscuro capítulo en la represión del Kremlin desde el inicio de la guerra en Ucrania.

¿Quiénes son los periodistas condenados?

Los procesados son Antonina Favorskaya, Artyom Kriger, Kostantin Gabov y Sergey Karelin. Todos tienen una amplia trayectoria en medios de comunicación independientes dentro y fuera de Rusia. Favorskaya y Kriger trabajaban para SotaVision, un medio que ha documentado minuciosamente protestas y juicios políticos. Gabov ha trabajado como productor freelance para agencias internacionales como Reuters, mientras que Karelin se ha desempeñado como videoperiodista para varios medios occidentales.

Fueron acusados de colaborar con la Fundación Anticorrupción creada por el hoy fallecido opositor Alexei Navalny, organización que fue declarada como "extremista" por la justicia rusa en 2021, en una decisión que fue ampliamente denunciada como motivada políticamente.

El contexto político: una represión sin precedentes

Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, el régimen de Vladímir Putin ha intensificado su campaña contra cualquier forma de disidencia. Según la organización de derechos humanos Memorial, más de 900 personas están detenidas en Rusia por razones políticas, entre ellas numerosos periodistas, activistas de derechos humanos y ciudadanos corrientes que simplemente expresaron una opinión contraria al gobierno.

La historia rusa no es ajena a este tipo de represiones. Durante la era soviética, miles de personas fueron encarceladas por motivos ideológicos. No obstante, analistas señalan que la escala actual no tiene precedentes desde la caída del Muro de Berlín.

“Durante toda la historia, Rusia nunca ha sido diferente... El periodismo independiente es equiparado con el extremismo”, afirmó Kostantin Gabov en su declaración final publicada por el periódico independiente Novaya Gazeta.

La muerte de Navalny: el golpe que cambió las reglas del juego

Alexei Navalny murió en febrero de 2024 en una colonia penal del Ártico ruso mientras cumplía una condena de 19 años. Su fallecimiento, aún envuelto en misterio y sospechas de negligencia o intencionalidad, ha dejado un enorme vacío dentro de la oposición rusa.

Navalny fue uno de los principales críticos del Kremlin y dedicó su vida a denunciar la corrupción estatal. Su organización publicó decenas de investigaciones sobre funcionarios rusos, a menudo acompañadas de vídeos virales que expusieron mansiones, yates y otros lujos de la élite política.

A raíz de su muerte, la represión se ha intensificado contra todo aquel que mantenga alguna relación con su fundación o sus colaboradores. Los cuatro periodistas condenados, de acuerdo con sus propias declaraciones, han sido víctimas de esta cacería política.

El delito de informar

Para Favorskaya, el motivo de su condena es claro: escribió un artículo sobre los abusos a los que Navalny era sometido dentro de prisión. Kriger, por su parte, afirmó haber trabajado como periodista independiente para cubrir temas de relevancia pública y negó haber cometido delito alguno.

“Estoy en prisión por mi trabajo, por la actitud honesta e imparcial hacia el periodismo, por el amor a mi familia y a mi país”, escribió Sergey Karelin en su declaración publicada también por Novaya Gazeta.

El caso recuerda otros juicios recientes en Rusia donde el periodismo ha sido criminalizado, como el de la reportera Maria Ponomarenko, condenada a seis años por difundir “información falsa” sobre el ejército ruso, o el arresto de Evan Gershkovich, reportero del Wall Street Journal, acusado de espionaje.

La etiqueta de "extremismo": un recurso para silenciar

En Rusia, la ley antiextremismo se ha convertido en una herramienta peligrosa para reprimir cualquier oposición. Desde 2012, el espectro de acciones consideradas como "extremismo" se ha ampliado tanto que incluye desde publicaciones en redes sociales hasta participar en reuniones públicas o simplemente compartir un video.

Esta ambigüedad legal ha sido ampliamente criticada por organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, que acusan al gobierno ruso de utilizar esta legislación para acabar con cualquier voz disidente bajo una apariencia legal.

Memorial y la visibilidad internacional

La organización Memorial, dedicada a la defensa de los derechos humanos y ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2022, ha declarado a los cuatro periodistas como presos políticos. Su designación pone el foco internacional sobre una causa que podría pasar desapercibida localmente a causa de la censura informativa.

Uno de los aspectos más dramáticos del caso es la conexión familiar entre los acusados y otros presos políticos. Artyom Kriger, por ejemplo, es sobrino del activista Mikhail Kriger, condenado a siete años de cárcel en 2022 por un comentario en Facebook donde decía querer “colgar a Putin”.

De periodista a 'terrorista': la lista negra de Rusia

Los cuatro periodistas también fueron añadidos al registro de extremistas y terroristas del Servicio Federal de Supervisión Financiera, una lista oficial que impone restricciones como el congelamiento de cuentas bancarias y control digital. Esto ha generado un enorme rechazo entre sectores intelectuales y de la prensa en el exilio.

En su declaración, Kriger arremetió: “Fui añadido a esa lista por llevar a cabo de forma consciente y honesta mis deberes profesionales como periodista independiente durante más de cuatro años”.

Una resistencia desplazada

Ante esta represión férrea, muchos periodistas y opositores se han visto obligados a exiliarse. Desde 2022, más de 26.000 ciudadanos rusos críticos del régimen han abandonado el país, según estadísticas del Oxford Martin School. Muchos se han asentado en Georgia, Lituania o Alemania, donde trabajan desde medios en el exilio o colaboran con organismos internacionales.

¿Qué papel juega Occidente?

A pesar de las sanciones impuestas hacia Rusia por su invasión de Ucrania, la presión internacional sobre casos concretos de represión política no siempre recibe la misma atención. Las declaraciones de preocupación por parte de la Unión Europea o el Departamento de Estado de EE. UU. a veces se quedan en el plano simbólico.

Sin embargo, existen movimientos dentro del Congreso de Estados Unidos para vincular casos como este al paquete de sanciones conocido como la Magnitsky Act, que permite congelar los bienes de funcionarios implicados en violaciones de derechos humanos.

¿Periodismo como resistencia?

Al final del día, lo que está en juego no es solo la libertad de estos cuatro periodistas rusos. Es la idea misma del ejercicio periodístico como contrapeso al poder. En un país donde decir la verdad puede llevar a la prisión, la supervivencia del periodismo independiente es una forma de resistencia.

Como decía Anna Politkóvskaya, periodista asesinada en 2006 por investigar crímenes cometidos en Chechenia: “La sociedad ha perdido su voz” cuando nadie más puede contar lo que ocurre.

Al leer ese juicio, al observar esa jaula de acusados en Moscú, uno se pregunta si el periodismo en Rusia está condenado o si todavía queda lugar para la esperanza. Porque mientras haya alguien dispuesto a contar la verdad, a pesar de todo, la llama sigue viva.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press