Gene Hackman y Betsy Arakawa: Una tragedia discreta en Santa Fe

Un vistazo íntimo a las muertes del legendario actor y su esposa, y las complejidades médicas y personales detrás de su historia final

Gene Hackman, uno de los actores más versátiles y celebrados de Hollywood, falleció a los 95 años en su residencia en Santa Fe, Nuevo México, pocos días después de que su esposa Betsy Arakawa, de 65 años, muriera por síndrome pulmonar por hantavirus. El caso, inicialmente cubierto por el velo de la privacidad, fue más allá de las simples causas naturales y reveló una realidad trágica, compleja y, en muchos sentidos, aislada.

Un ícono que eligió el retiro

Hackman, por generaciones conocido como el implacable Popeye Doyle en The French Connection o como el villano Lex Luthor en las películas clásicas de Superman, se retiró discretamente a principios de los 2000. A pesar de su carrera de más de 40 años en cine, televisión y teatro, Hackman decidió hace más de dos décadas vivir una vida tranquila lejos del centro de atención en las colinas de Santa Fe, una zona conocida por atraer artistas, escritores y celebridades en busca de anonimato.

Ganador de dos premios Óscar y con cinco nominaciones, Hackman fue capaz de moldear cualquier personaje que tocara, desde líderes autoritarios hasta figuras paternas rotas. Su decisión de alejarse de Hollywood fue firme: aunque ocasionalmente concedía entrevistas escritas, jamás regresó al set. En cambio, se dedicó a la pintura, la literatura y al disfrute de la relativa paz de su hogar.

La tragedia que golpeó en silencio

El 26 de febrero de 2024, las autoridades encontraron los cuerpos sin vida de Hackman y su esposa Arakawa en su casa. De acuerdo con el informe forense, Arakawa murió primero, el 18 de febrero, como resultado de complicaciones del síndrome pulmonar por hantavirus. Hackman, quien padecía de problemas cardíacos y Alzheimer, habría fallecido una semana después el 26 de febrero, presumiblemente de un paro cardiaco.

El fallecimiento de ambos en tan corto periodo y sin señales de actividad sospechosa desconcertó a las autoridades brevemente, hasta que la investigación ambiental reveló la presencia de excremento de roedores en edificaciones externas de la propiedad, lo que apuntó a una posible fuente del contagio de Arakawa.

Un virus raro, pero letal

El hantavirus es una infección viral cuyos síntomas iniciales imitan a los de la gripe o COVID-19: fiebre, fatiga, dolores musculares. Sin embargo, puede evolucionar rápidamente hacia insuficiencia respiratoria. Según los CDC, cerca del 36% de los que contraen síndrome pulmonar por hantavirus mueren.

El informe médico indicó que Arakawa había estado buscando en Internet síntomas similares a los de una gripe o COVID, intentando dar sentido a su condición. De hecho, había enviado un correo electrónico a su masajista el 11 de febrero para cancelar una cita alegando que Hackman se sentía mal. Además, contactó una empresa médica privada para recibir atención en casa, aunque la llamada fue breve y no llevó a una consulta concreta.

Hackman: enfermo y aislado

En el caso de Hackman, se sabe que su marcapasos registró una arritmia fatal el 18 de febrero, la misma fecha en la que murió Arakawa. Sin embargo, al encontrarse su cuerpo una semana después, este hecho generó dudas sobre si fue consciente de la muerte de su esposa o si ambos fallecieron casi simultáneamente, como en un macabro reflejo del deterioro de su salud física e intelectual debido a su Alzheimer.

“No hay manera de saber con precisión cuándo murió cada uno,” sentenció la Dra. Heather Jarrell, médica forense a cargo. El hallazgo de medicamentos de Arakawa junto a su cuerpo y la ausencia de signos violentos apoya la tesis de una muerte natural doble.

Un romance duradero

Betsy Arakawa llegó a la vida de Hackman durante la década de los 80, cuando él era ya una figura respetada en el cine. Ella, nacida en Hawái y educada en la Universidad del Sur de California, trabajaba como asistente de producción y luego como ejecutiva de una tienda de decoración. Se conocieron en un gimnasio de California. Poco después, se trasladaron juntos a Santa Fe, donde compartieron varias décadas de vida en común.

De carácter reservado, Arakawa jamás buscó atención mediática. Su mundo estaba entre la música (había sido pianista de conciertos en su juventud), los negocios locales y el hogar. Fue vicepresidenta de Pandora’s, una tienda de decoración ubicada en el corazón de Santa Fe.

La casa de sus sueños

El hogar donde se encontraron sus cuerpos es una estructura de estilo Pueblo Revival, de 8,700 pies cuadrados (alrededor de 808 m²) en una propiedad de seis acres, con vistas majestuosas de las montañas Rocosas. La vivienda, valorada en más de $4 millones según registros fiscales, había sido destacada en una edición de Architectural Digest de 1990.

La arquitectura reflejaba el aislamiento que ambos buscaban: gruesos muros de adobe, patios interiores, techos de madera tallada y ventanales que invitaban la naturaleza exterior a formar parte de su rutina diaria. Allí, lejos del bullicio de los tabloides y la industria, construyeron un santuario privado, casi intocable... hasta que la enfermedad irrumpió.

Investigación y respeto a la privacidad

Tras sus muertes, el caso fue tratado con gran discreción por las autoridades de Nuevo México. Inicialmente, todo el material visual y documental fue sellado por orden judicial. Sin embargo, tras solicitudes de prensa, un juez permitió la publicación de videos corporales editados, correos electrónicos y registros de búsqueda médica, siempre que no expusieran los cuerpos.

El trato cuidadoso del caso refleja tanto el respeto que inspiraba la figura de Hackman como la sensibilidad ante el dolor de la familia. Al menos dos de los perros de la pareja sobrevivieron; uno fue hallado sin vida en una jaula cerca del cuerpo de Arakawa, causado posiblemente por falta de alimento o agua en esos días fatídicos.

Despedida a una leyenda

El cine perdió hace poco más de 20 años a Hackman como actor activo. Hoy lo pierde como presencia viva, aunque sus obras seguirán iluminando pantallas, inspirando generaciones de actores y añorando un Hollywood con menos artificios y más humanidad.

En una industria dominada por las noticias constantes y escándalos mediáticos, la historia de Gene Hackman y Betsy Arakawa se cuenta casi en susurros. Es un recordatorio de lo frágil que es la vida, de lo breve que puede ser el amor incluso cuando dura décadas, y de que aún las figuras más gigantes pueden marcharse en silencio.

Descanse en paz, Gene. Descanse en paz, Betsy.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press