Entre armas nucleares y alianzas frágiles: Irán, EE.UU. y Arabia Saudita redibujan el mapa del poder en Oriente Medio

Negociaciones nucleares en punto crítico, visitas históricas y una región atrapada entre guerras, diplomacia y amenazas: el epicentro de la geopolítica global vuelve a ser Teherán

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Por décadas, Irán ha sido el centro de tensiones que van mucho más allá del Golfo Pérsico. Hoy, ese lugar ocupado por la historia, la religión y el petróleo vuelve a convertirse en el campo de batalla silencioso en el que se juega el futuro de la estabilidad mundial.

Las negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos han entrado en una etapa “muy crucial”, según palabras del propio Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), durante su reciente visita a Teherán. Mientras tanto, un hecho histórico se produce casi en paralelo: el ministro de Defensa saudí, el príncipe Khalid bin Salman, pisa suelo iraní por primera vez desde la Revolución Islámica en 1979. ¿Qué está en juego realmente en esta danza diplomática sin garantías?

El regreso de un viejo fantasma: Irán y su capacidad nuclear

Desde que en 2018 el expresidente Donald Trump se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), las tensiones no han hecho más que escalar. Teherán abandonó los límites sobre su programa nuclear y actualmente enriquece uranio a una pureza del 60%, peligrosamente cercana al 90% requerido para construir un arma nuclear.

La situación se agrava con la interrupción del monitoreo del OIEA, que ha denunciado la manipulación o retiro de cámaras de vigilancia y la expulsión de inspectores experimentados. Aun así, la agencia mantiene cierto grado de supervisión. “No tenemos mucho tiempo”, afirmó Grossi. “Necesitamos todos los elementos en su lugar para alcanzar un acuerdo”, añadió, dejando claro que la ventana de oportunidad para evitar el abismo es muy estrecha.

No obstante, los líderes iraníes han lanzado señales dispares. Algunos advierten de forma cada vez más abierta la posibilidad de ir tras un arma nuclear, aunque oficialmente Irán sigue sosteniendo que su programa tiene fines pacíficos.

Roma: la nueva plaza de las potencias

El próximo encuentro entre las delegaciones de Estados Unidos e Irán se celebrará en Roma, tras un primer cara a cara celebrado en Omán. La elección de estos países como sede no es casual: ambos han buscado históricamente jugar roles de intermediarios entre Washington y Teherán.

Un acuerdo, si se alcanza, requerirá un papel protagónico del OIEA como verificador. Grossi reconoció que su agencia sería el ente encargado de certificar la adhesión iraní a cualquier nuevo pacto. Pero también tuvo palabras cautelosas sobre las amenazas de Trump de atacar Irán si no se logra un compromiso: “Una vez que logremos nuestro objetivo, todas esas preocupaciones desaparecerán”, dijo, apelando a una esperanza frágil.

Desde Gaza hasta Yemen: el polvorín de Medio Oriente

Más allá de las negociaciones nucleares, la región está marcada por múltiples conflictos encadenados. El más visible es el enfrentamiento entre Israel y Hamas, que ya ha cobrado más de 51,000 vidas palestinas, en su mayoría mujeres, niños y civiles, según el Ministerio de Salud palestino en Gaza.

La ofensiva israelí se desató tras el mortal ataque del 7 de octubre de 2023, en el que milicianos de Hamas irrumpieron en Israel, matando a unas 1,200 personas y secuestrando a 251 más.

Simultáneamente, la crisis en Yemen entre los hutíes respaldados por Irán y la coalición liderada por Arabia Saudita, aunque congelada por un alto el fuego de facto, revive cada vez que EE.UU. lanza ataques selectivos. La clave está en cómo Riyadh e Irán gestionan su nueva distensión mediada por China en 2023.

Khalid bin Salman: el piloto saudí que aterriza la diplomacia

La visita del príncipe Khalid bin Salman a Teherán marca un antes y un después. Como ministro de Defensa saudí y hermano del poderoso príncipe heredero Mohammed bin Salman, su llegada es un gesto potente.

Recibido por el general Mohammad Bagheri y honrado con una guardia oficial, Khalid se convierte en el emissario más importante de Arabia Saudita en visitar Irán en décadas. El último fue el rey Abdullah en 1997, cuando aún era príncipe. Es más que una foto: es el resultado de años de desgaste, vigilancia mutua y guerras indirectas libradas por proxies.

La agenda del príncipe incluye discusiones bilaterales sobre seguridad, comercio y el futuro del conflicto en Yemen. Aunque los detalles no se han divulgado, analistas coinciden en que los saudíes buscan una garantía de estabilidad que desaliente nuevos ataques hutíes, sobre todo a instalaciones petroleras.

Un acuerdo inesperado, una amenaza latente

El principal temor tanto en Washington como en Tel Aviv es que Irán alcance finalmente la capacidad de construir un arma nuclear. Desde 2003, según el OIEA, dejó atrás sus ambiciones armamentistas organizadas, pero su dominio actual sobre la tecnología y sus reservas de uranio convierten a ese escenario en una posibilidad tangible.

Bajo la tesis disuasiva conocida como “ambigüedad estratégica”, algunos funcionarios iraníes han sugerido que tener un programa lo suficientemente avanzado para que nadie se atreva a atacar a Irán es la mejor defensa. Pero esto despierta alarmas en gobiernos como el estadounidense o el israelí.

El expresidente Trump no ha descartado una intervención militar futura si Teherán no retrocede. Sin embargo, esa opción conlleva el riesgo de una escalada a gran escala en toda la región, implicando probablemente a Hezbolá en Líbano, a grupos chiíes en Irak e incluso a nuevos brotes de violencia en el Golfo.

China, Rusia y el nuevo tablero de ajedrez

No debe subestimarse el papel de China en el acercamiento entre saudíes e iraníes. En un mundo multipolar pospandemia, Pekín se posiciona como intermediario clave en regiones que antes estaban bajo exclusiva órbita occidental. Esto también pone en evidencia la creciente pérdida de influencia de Washington en Medio Oriente.

Por su parte, Rusia ha mantenido su cercanía con Irán, sobre todo tras su aislamiento internacional debido a la invasión a Ucrania. La cooperación técnica entre Moscú y Teherán en defensa, energía e incluso vuelos espaciales ha crecido en los últimos años.

¿Qué dicen las cifras?

  • Irán posee más de 120 kg de uranio enriquecido al 60%, según informes del OIEA de 2024.
  • Desde 2018, ha instalado alrededor de 2,000 nuevas centrifugadoras avanzadas, lo que acelera el proceso de enriquecimiento.
  • Los ataques hutíes a Arabia Saudita disminuyeron en un 75% desde el acuerdo de distensión de 2023, según un informe de Crisis Group.
  • Más de 4 millones de yemeníes se encuentran desplazados internamente por el conflicto apoyado por los iraníes y combatido por los saudíes.

Todo esto nos lleva a un hecho elemental de la política contemporánea: cuando Estados fallidos, potencias emergentes e ideologías irreconciliables chocan en un mismo tablero, el riesgo no es si estalla una guerra, sino cómo evitar que lo haga sin provocar otra peor.

Una región que grita, una diplomacia que susurra

En medio de las cifras, las amenazas y los posicionamientos diplomáticos, hay historias humanas que lo atraviesan todo. Como la del pequeño Mahmoud Ajjour, un niño palestino de 9 años que perdió ambos brazos por un bombardeo israelí en Gaza y cuya imagen fue reconocida con el World Press Photo del Año.

Mientras los líderes negocian ojivas y petróleo, las madres preguntan cómo sus hijos podrán volver a abrazarlas. Ese, quizá, es el verdadero recordatorio de lo que está en juego.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press