El colapso silencioso de la salud en Gaza: sobre la crisis de los pacientes renales
Más de 400 enfermos renales han muerto en Gaza desde el inicio de la guerra: la guerra, el colapso del sistema sanitario y el drama humano que no estalla en las noticias
Por cada explosión que sacude Gaza, hay cientos de muertes invisibles: silenciosas, sin metralla ni titulares. Dentro de hospitales en ruinas o refugios provisionales, pacientes como Mohamed Attiya libran una batalla diaria no contra balas, sino contra el tiempo, la escasez y el colapso absoluto del sistema sanitario.
Un paciente, una historia: Mohamed Attiya
A sus 54 años, Mohamed Attiya depende de una máquina para seguir con vida. Hace quince años fue diagnosticado con insuficiencia renal, una condición que requiere sesiones regulares de diálisis para limpiar su sangre de toxinas.
Antes de la guerra, Attiya necesitaba al menos tres sesiones a la semana, cada una de unas cuatro horas. Hoy, obtiene apenas dos sesiones semanales de dos a tres horas. Su salud se deteriora irreversiblemente.
“La diálisis ya no me salva la vida, solo me la devuelve parcialmente de la muerte”, dice con resignación desde su silla de ruedas, empujado por su hijo Wasem hacia el hospital Al-Shifa, atravesando calles bombardeadas e inhabitables.
Muertes invisibles: cifras que estremecen
Los datos son desgarradores. Según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 417 pacientes renales han fallecido desde el inicio del conflicto hace 18 meses, lo que representa aproximadamente el 40% del total de pacientes renales previos a la guerra.
Estas muertes no figuran entre las víctimas de bombardeos o ataques. No hay titulares internacionales sobre sus fallecimientos. Pero son una consecuencia directa del conflicto: muertes causadas por la falta de tratamientos, medicamentos y acceso al agua potable.
Durante este mismo periodo, Israel ha bloqueado la entrada de suministros, incluyendo comida, medicinas y combustible. En respuesta, el número de pacientes en condiciones críticas no deja de aumentar.
Un sistema sanitario desmembrado
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gaza contaba con 182 máquinas de diálisis antes de la guerra. Hoy, apenas quedan operativas 102, la mayoría distribuidas de forma desigual, y solo 27 en el norte del territorio.
Además, seis de los siete principales centros de diálisis han sido destruidos por bombardeos o daños colaterales. El sistema sanitario se encuentra colapsado: sin medicamentos, sin agua, sin energía eléctrica, sin equipos de laboratorio.
El hospital de Al-Shifa, tradicionalmente el centro sanitario más denso de la franja, hoy sobrevive prácticamente aislado, rodeado de destrucción. Los pacientes son tantos, los recursos tan escasos, que los médicos han debido acortar las sesiones o rechazarlas por completo.
Desplazamientos forzados y su impacto en la salud
La historia personal de Attiya refleja una realidad más amplia. Ha sido desplazado al menos seis veces desde el inicio de la guerra, huyendo de Beit Hanoun en el norte hasta refugiarse en una escuela en Gaza oeste.
Otros pacientes no han tenido esa ‘suerte’. Mohamed Kamel, padre de seis hijos y diagnosticado con insuficiencia renal durante la guerra, ha perdido múltiples sesiones de diálisis. Una de ellas, recuerda, fue durante un ataque aéreo que interrumpió su traslado hacia el centro médico.
“Siento que no mejoro después de cada sesión”, afirma. El agua potable filtrada, esencial para su tratamiento, apenas está disponible. Sin electricidad, la planta desalinizadora también dejó de funcionar.
Sin agua no hay salud
La falta de agua segura afecta directamente no solo a los pacientes renales, sino también a embarazadas, bebés y personas mayores. El cuerpo humano no puede tolerar más que unos pocos días sin agua adecuada. Para los pacientes renales, la carencia de agua limpia puede ser mortal.
La OMS ha alertado que “los niveles de existencias de medicamentos renales son nulos” y que los pacientes están expuestos a infecciones y fallos múltiples por no recibir el tratamiento adecuado a tiempo.
La posición de Israel y la gestión de la ayuda
COGAT, el órgano militar israelí encargado de coordinar ayuda hacia Gaza, declinó hacer comentarios recientes sobre el bloqueo. Anteriormente se ha mencionado que toda ayuda médica es autorizada cuando los cruces están abiertos. Desde el inicio del conflicto, aproximadamente 45,400 toneladas de equipo médico han entrado en Gaza, según fuentes israelíes.
Sin embargo, en la práctica, las entregas han sido esporádicas, inestables, y muchas veces interrumpidas por la situación en tierra. Las caravanas de ayuda han sido objeto de ataques, o detenidas por disputas logísticas, lo cual ha minado la eficacia de los canales humanitarios.
¿Y ahora qué?
La situación en Gaza se mantiene insostenible para miles de pacientes crónicos. No solo pacientes renales. Personas con diabetes, cáncer, enfermedades cardíacas también enfrentan un calvario silencioso.
En conflictos anteriores como el de Siria o Sudán, los sistemas de salud colapsaron en plazos similares. Pero en Gaza, la densidad poblacional —2 millones de personas en 365 km²— hace que cada interrupción tenga consecuencias masivas y desproporcionadas.
Organizaciones humanitarias internacionales han pedido reiteradamente un “corredor médico humanitario permanente” que permita evacuar a los pacientes más vulnerables hacia Egipto o Cisjordania.
El derecho a la salud en tiempos de guerra
Las leyes internacionales, incluidas las Convenciones de Ginebra, reconocen el acceso a la salud como un derecho vital en cualquier circunstancia, incluso en tiempo de guerra.
Los ataques a infraestructura sanitaria, la destrucción de hospitales, y la negación u obstrucción de medicamentos esenciales pueden constituir violaciones del derecho internacional humanitario.
“Los pacientes renales están muriendo sin que una bomba los toque”, resume el Dr. Ghazi al-Yazigi, jefe de la unidad de diálisis del hospital Al-Shifa. Su testimonio es demoledor: “Comenzamos la guerra con 1,100 pacientes renales. Hoy, más de 400 han muerto.”
En medio de la destrucción visible, de los escombros y las llamas, hay otra línea de frente más silenciosa: la del cuerpo que no soporta más. Gaza no solo sufre una crisis humanitaria. Está sumida en una crisis sanitaria total, cuyo precio, en vidas, seguirá aumentando mientras el mundo permanezca callado.