Kashmir, la bomba de tiempo del sur de Asia: ¿puede estallar una guerra nuclear entre India y Pakistán?

El ataque reciente a turistas en Cachemira reaviva tensiones entre dos potencias nucleares históricamente enemistadas, con ramificaciones geopolíticas que podrían arrastrar a China y al mundo.

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En las últimas semanas, la región de Cachemira ha vuelto a dominar los titulares internacionales tras un devastador ataque en el que murieron 26 turistas, en su mayoría indios. India no tardó en culpar a Pakistán por permitir que operativos armados usaran su territorio como base para atacar. La negativa tajante de Islamabad solo ha servido para incrementar la retórica agresiva entre ambos países y recordar al mundo la fragilidad de la paz en una de las zonas más militarizadas y volátiles del planeta.

Una historia sangrienta alimentada por décadas de tensión

India y Pakistán han estado enfrentados por Cachemira desde 1947, año de la partición del Imperio británico. Desde entonces, han librado tres guerras convencionales (1947, 1965 y 1971) y varios conflictos fronterizos, el más reciente en 2019 tras un ataque suicida en Pulwama que mató a 40 soldados indios.

La disputa se enmarca dentro de un conflicto territorial donde ambas naciones reclaman el control total sobre Cachemira, actualmente dividida por la Línea de Control (LoC), pero gobernada parcialmente por ambos países. A pesar de un acuerdo de cese al fuego renovado en 2021, la relativa calma se rompió este año con un nuevo intercambio de disparos.

Cachemira: zona cero de una potencial guerra nuclear

Lo que coloca a Cachemira en una posición infame es que enfrenta a dos potencias nucleares. India probó armas nucleares por primera vez en 1974 y Pakistán alcanzó esa capacidad en 1998. Desde entonces, cualquier escalada militar entre ambos ha sido observada de cerca por la comunidad internacional, ante el temor de que un conflicto convencional se convierta en un intercambio nuclear.

En Kargil (1999), el mundo fue testigo de una escalada que solo fue contenida gracias a la intervención diplomática de Estados Unidos. Más de 1,000 combatientes perdieron la vida en esa ocasión, una advertencia de lo frágil que es el equilibrio.

¿Una puerta para una guerra regional más amplia?

Además de ser una disputa bilateral, Cachemira es un punto geoestratégico que involucra intereses de varios actores mundiales.

  • China mantiene un control significativo sobre una parte de Cachemira que India reclama como suya. La región del Aksai Chin, ocupada por China, conecta el Tíbet con Xinjiang y tiene gran valor estratégico.
  • China y Pakistán han sido aliados cercanos, especialmente en cooperación militar y en el desarrollo de misiles.
  • India, por otra parte, ha estrechado relaciones defensivas con Estados Unidos como parte del eje que busca contener la expansión de Beijing en el Indo-Pacífico.

Todo esto convierte a Cachemira en el único punto en el mundo donde tres potencias nucleares comparten fronteras activas. Un conflicto armado podría atraer a China de un lado e incluso al bloque occidental del otro.

El elemento más vital: el agua

A raíz del ataque reciente, el gobierno indio anunció la suspensión del Tratado de Aguas del Indo, firmado en 1960 con mediación del Banco Mundial. Este tratado garantiza el acceso pakistaní a las aguas de seis ríos que nacen en India: el Indo, Jhelum, Chenab, Ravi, Beas y Sutlej.

Para Pakistán, este tratado es esencial: más del 80% de su agricultura depende de estas aguas. Islamabad ha declarado públicamente que “cualquier intento de India por cortar o modificar el flujo hídrico será considerado un acto de guerra”.

En contextos de calentamiento global, poblaciones crecientes y escasez de agua, esto podría catapultar la tensión a nuevos niveles. En este caso, el conflicto deja de ser exclusivamente territorial o religioso para transformarse en una lucha por la supervivencia ecológica.

El papel de los derechos humanos y las organizaciones internacionales

Cachemira no solo es un campo de batalla físico, sino también uno ideológico. Diversas organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado violaciones sistemáticas de derechos humanos en la parte controlada por India: detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y excesos por parte del ejército indio.

Desde 2019, cuando India revocó la autonomía parcial de Jammu y Cachemira, el control militar se ha intensificado. El gobierno indio argumenta que se trata de una lucha contra el terrorismo. No obstante, esto ha creado un caldo de cultivo para el extremismo.

Los insurgentes armados también han atacado a civiles hindúes y peregrinos, agravando las divisiones religiosas. Para el ciudadano promedio en Cachemira, lo que está en juego no es únicamente la soberanía, sino también libertades civiles básicas.

¿Y el mundo? Entre la preocupación y la pasividad

Una de las grandes preguntas es: ¿por qué la comunidad internacional actúa con tanta lentitud ante una situación tan peligrosa? La respuesta está probablemente en la interconexión económica global. India representa uno de los mercados emergentes más atractivos del mundo, mientras que Islamabad es un aliado clave en la lucha regional contra el terrorismo.

Los intereses geopolíticos muchas veces se anteponen a los derechos humanos. La ONU ha emitido varios informes sobre abusos en Cachemira, pero carece de autoridad directa para forzar cambios en el terreno.

Mientras tanto, líderes populistas en ambos países utilizan el nacionalismo para consolidar posiciones internas. La retórica militarista se convierte en herramienta política, especialmente en contextos electorales.

¿Qué tan cerca estamos de una guerra?

Militarmente, India ha insinuado la posibilidad de realizar ataques quirúrgicos contra posiciones insurgentes en suelo pakistaní. Sin embargo, este tipo de acciones podrían detonar una cadena de represalias. El gobierno pakistaní ya ha advertido que responderá con fuerza “totalmente proporcional”, lo que hace pensar que cualquier chispa puede desencadenar un incendio regional.

Ante esto, las potencias deberían redoblar esfuerzos diplomáticos. Los errores de cálculo o provocaciones mal interpretadas tienen el potencial de escalar más allá de un enfrentamiento bilateral.

La encrucijada de Asia

Lo que ocurre actualmente en Cachemira debe ser entendido no solo como un conflicto local, sino como una encrucijada para la estabilidad asiática y la paz mundial. El riesgo no solo es para indios y pakistaníes. Una guerra en ese punto del mundo podría afectar rutas comerciales, estabilidad geopolítica del sur de Asia, e incluso involucrar a grandes potencias como China y EE.UU.

Bajo este panorama, hablar del conflicto de Cachemira no es un ejercicio académico o diplomático. Es una llamada de alerta sobre lo que podría ser el próximo gran desastre humanitario del siglo XXI. Nos enfrentamos a una narrativa que oscila entre la historia, la religión, los recursos naturales y las armas nucleares. Lo más preocupante es que no parece haber una solución inmediata a la vista.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press