El cónclave en la sombra: el caso Becciu y la crisis de justicia en el Vaticano

La exclusión del cardenal condenado por delitos financieros reaviva tensiones sobre los límites del poder papal y la transparencia en el Vaticano

Una renuncia silenciosa antes del cónclave

A pocos días del cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco —fallecido el 21 de abril—, el Vaticano ya se ve envuelto en polémica. Esta vez, el protagonista es el cardenal italiano Angelo Becciu, quien formalizó su renuncia a participar en la elección papal el martes pasado, tras ser condenado por el llamado “juicio del siglo” por corrupción financiera. Su exclusión ha renovado un debate inevitable: ¿puede haber verdadera justicia en una monarquía absoluta como lo es la Santa Sede?

Del poder a la vergüenza: ¿quién es Angelo Becciu?

Becciu, de 76 años, fue durante años una de las figuras más influyentes de la Curia Vaticana. Llegó a ocupar un cargo clave como suplente de la Secretaría de Estado, donde tenía acceso y control sobre algunas de las operaciones financieras más relevantes de la Santa Sede.

En 2020, sin embargo, su carrera sufrió un revés dramático. El Papa Francisco le pidió la renuncia tanto al cargo como a los derechos del cardenalato, tras una investigación interna que revelaba su implicación en oscuros negocios financieros, entre ellos la compraventa de un edificio londinense valorado en 350 millones de euros. Becciu siempre se declaró inocente, denunciando una conspiración en su contra desde el comienzo.

El “juicio del siglo”: un escándalo sin precedentes

El proceso judicial contra Becciu, iniciado oficialmente en 2021, marcó un hito: fue el primer juicio penal contra un cardenal en el Vaticano. A lo largo de casi dos años, el tribunal vaticano escuchó testimonios, admitió evidencia financiera y expuso lo que muchos describieron como las grietas de un sistema de justicia eclesiástica opaca y sujeta más al dogma que a la ley.

En diciembre de 2023, fue encontrado culpable de malversación de fondos y abuso de poder. La condena incluyó penas restringidas, dado que no se trata de un sistema penitenciario estatal tradicional. Sin embargo, Becciu apeló la decisión, recordando que en el Vaticano las sentencias no son definitivas hasta que se agoten todas las vías de apelación.

Los decretos secretos del Papa Francisco

Uno de los puntos más problemáticos del juicio fue la intervención directa del Papa Francisco durante la etapa de instrucción. Salieron a la luz cuatro decretos secretos del pontífice que permitían, entre otras cosas, ordenar interceptaciones telefónicas y arrestos sin orden judicial.

Esta revelación desató las alarmas entre los juristas internacionales. En lo que parece un choque entre justicia canónica y garantías procesales, la defensa alegó que la figura del Papa como juez supremo—legislador, ejecutor y judicial al mismo tiempo— convierte a cualquier proceso en potencialmente arbitrario. Algunos observadores incluso lo calificaron como “injusticia decorada de legalidad”.

Testigos manipulados y nuevas pruebas

Como si no fuera suficiente, recientemente el diario italiano Domani reveló que el principal testigo de la fiscalía, mons. Alberto Perlasca, habría sido manipulado y presionado por miembros de la Gendarmería Vaticana y del propio equipo fiscal.

Entre las pruebas expuestas se encontraron conversaciones de WhatsApp y audios que sugerían presión explícita para que Perlasca declarara en contra de Becciu. Estas publicaciones han reavivado el alegato de Becciu de ser víctima de una “conspiración interna”.

“Desde el primer momento hablé de una maquinación contra mí; una investigación construida sobre falsedades que injustamente arruinó mi vida desde hace cinco años”, declaró Becciu tras las revelaciones de Domani el 14 de abril.

La reacción del Colegio Cardenalicio

El miércoles, el Colegio de Cardenales emitió una declaración agradeciendo a Becciu por su renuncia al cónclave. En ella, también dejan entrever su preocupación por la legitimidad del juicio, al expresar su “esperanza de que los órganos competentes puedan determinar definitivamente los hechos”.

El tono diplomático contrasta con la gravedad del caso. ¿Una forma de evitar nuevos roces en un cónclave ya plagado de tensiones?

Un cónclave en clima de incertidumbre

La muerte de Francisco ha sacudido el tablero del Vaticano. La comunidad global mira con atención hacia este cónclave, que no solo elegirá al nuevo Papa, sino que también definirá el perfil de la Iglesia para las próximas décadas.

En este contexto, el caso Becciu aparece como un símbolo de la lucha entre los sectores reformistas y los tradicionalistas dentro de la Iglesia. Si bien Francisco fue el promotor de la causa judicial contra Becciu, otros sectores ven este proceso como una señal de purga interna más política que ética.

De hecho, figuras influyentes como el cardenal alemán Walter Kasper han señalado preocupación por el “absolutismo papal” cada vez más evidente. Algo que se confirma con la existencia de decretos secretos y decisiones unilaterales en cuestiones judiciales.

Los vacíos en el sistema judicial vaticano

A pesar de las intenciones reformistas de Francisco, el Vaticano sigue operando bajo un modelo judicial diseñado en el siglo XIX. El Papa es cabeza del poder ejecutivo, legislativo y judicial. No existen medidas independientes para garantizar justicia imparcial.

Organizaciones internacionales de derechos humanos han criticado reiteradamente la falta de un sistema judicial autónomo y transparente en el Vaticano. En particular, la ausencia de herramientas efectivas para impugnar decisiones papales ha sido objeto de múltiples reportes.

Amnistía Internacional ha sugerido, en más de una ocasión, que el Vaticano debería ceder competencias judiciales graves a tribunales internacionales o establecer cortes verdaderamente independientes.

¿Justicia o teatro eclesiástico?

Así, el llamado “juicio del siglo” puede entenderse como una batalla simbólica más que un verdadero esfuerzo de justicia. La condena de Becciu, si bien aplaudida por su valor icónico, ha dejado serias dudas sobre los procedimientos y la motivación detrás de cada paso.

En definitiva, lo que debería haber sido un parteaguas en la transparencia de la Iglesia está quedando como un capítulo más de una narrativa donde las intrigas palaciegas, las lealtades soterradas y los secretos ofuscados dominan.

Lo que viene: apelación en septiembre

La apelación presentada por Becciu iniciará formalmente en septiembre de 2024. Su equipo legal espera revertir la sentencia y limpiar su nombre, apoyado ahora por nuevas pruebas que apuntan a un proceso manipulado desde el comienzo.

La opinión pública eclesiástica sigue dividida. Algunos claman por una “limpieza profunda” que arranque de raíz décadas de corrupción, abuso de poder y ocultamiento. Otros lamentan cómo se ha instrumentalizado la justicia para fines políticos y personales.

Desde una perspectiva institucional, el caso Becciu será una prueba crucial para el futuro de la justicia en el Vaticano. ¿Prevalecerá la trasparencia o seguirá siendo un juego de sombras?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press