Periodismo bajo fuego: Joakim Medin, Erdogan y la criminalización de la prensa libre

El caso del periodista sueco acusado de terrorismo en Turquía revela una preocupante tendencia global contra la libertad de expresión y prensa

El periodismo en la cuerda floja: el caso de Joakim Medin

Joakim Medin, periodista sueco del diario Dagens ETC, fue condenado a 11 meses de prisión con sentencia suspendida por un tribunal turco por el cargo de "insultar al presidente Recep Tayyip Erdogan". Aunque esta sentencia ya es grave, lo más alarmante es que Medin aún enfrenta un juicio pendiente por supuesta pertenencia al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado organización terrorista por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea.

En el juicio celebrado el miércoles en Ankara, Medin se presentó desde la prisión de alta seguridad de Marmara, en Estambul, mediante videoconferencia. Alegó múltiples violaciones de sus derechos fundamentales durante la detención: negación de asistencia legal adecuada, falta de acceso a un traductor y a servicios consulares, según la Media and Law Studies Association (MLSA).

De Estocolmo a Estambul: la raíz política de la acusación

El caso gira en torno a una protesta celebrada en Estocolmo el 11 de enero de 2023. En esa manifestación, un grupo reducido de activistas colgó una efigie de Erdogan boca abajo frente al ayuntamiento, en un acto simbólico de fuerte carga política. Según la Fiscalía de Ankara, Medin no solo cubrió el evento, sino que tuvo un rol activo en su organización y facilitó contactos entre el PKK y medios de comunicación. No obstante, durante el juicio, el periodista sostuvo que ni siquiera se encontraba en Suecia ese día, ya que trabajaba en Alemania, y que no compartió material relativo en redes sociales.

La acusación comienza con una protesta a la que no asistí y menciona publicaciones que no hice”, declaró Medin al tribunal. Esta afirmación levanta serias dudas sobre la veracidad de los cargos y expone un patrón más amplio de criminalización de la crítica hacia el gobierno turco.

La criminalización sistemática de la crítica en Turquía

La situación de Medin no es un caso aislado. Desde el fallido golpe de Estado de 2016, el gobierno de Erdogan ha potenciado una política sistemática contra la libertad de prensa. Según el informe 2023 de Reporteros Sin Fronteras, Turquía ocupa el puesto 149 de 180 en el índice mundial de libertad de prensa. Más de 30 periodistas están actualmente encarcelados y otros enfrentan cargos por "difamar al presidente", "propaganda terrorista" o "atentar contra la unidad del Estado".

La ley turca de difamación del presidente (artículo 299 del Código Penal) permite enjuiciar a cualquier ciudadano –no solo periodistas– que critique a Erdogan públicamente. Entre 2014 y 2022, se iniciaron más de 160.000 procedimientos legales por este delito, resultando en miles de condenas, según el Ministerio de Justicia de Turquía.

El PKK y el conflicto kurdo: una raíz compleja

El conflicto entre el gobierno turco y el PKK tiene profundas raíces históricas. Fundado en 1978, el PKK ha luchado por décadas por los derechos del pueblo kurdo, empleando inicialmente métodos armados. Se calcula que la insurgencia ha causado más de 40.000 muertes desde 1984. Aunque ha habido intentos de proceso de paz, el más reciente colapsó en 2015 con un rebrote del conflicto.

Desde entonces, el gobierno turco ha ampliado la definición de apoyo al terrorismo para incluir a activistas, académicos y periodistas. Cualquier cobertura sobre el tema que no coincida con la narrativa oficial puede ser interpretada como colaboración con el PKK. El caso de Medin se inserta en esta lógica represiva. El hecho de que estuviera cubriendo protestas relacionadas ya bastó para que se le imputara lazos con una organización terrorista.

Reacciones internacionales y silencio diplomático

Organizaciones internacionales de derechos humanos no han tardado en pronunciarse. Human Rights Watch y Amnistía Internacional han condenado la detención como "arbitraria y represiva". La OSCE, a través de su oficina de libertad de prensa, expresó su preocupación por el uso judicial selectivo contra periodistas extranjeros.

No obstante, el silencio del gobierno sueco es notable. A la espera del juicio por cargos más graves, que podría conllevar hasta nueve años de cárcel, se esperaba una acción más contundente por parte del Ministerio de Exteriores. Muchos críticos lo atribuyen a la delicada negociación de Suecia con Turquía para su entrada en la OTAN, un proceso que fue bloqueado por Erdogan por más de un año.

La adhesión sueca finalmente fue aceptada, pero a cambio de una serie de compromisos, entre ellos medidas más duras contra simpatizantes del PKK. Esto ha generado suspicacias sobre una posible motivación política para no intervenir en defensa de uno de sus ciudadanos.

Una nueva era de censura transnacional

El caso de Medin va más allá de la represión interna. Simboliza lo que algunos académicos denominan censura transnacional: gobiernos que buscan castigar a voces disidentes más allá de sus fronteras, mediante herramientas como ordenes de arresto, interpolaciones e imputaciones con pretextos de seguridad nacional.

Esto ya ha sido registrado en casos similares. Arabia Saudita con Jamal Khashoggi, China con activistas en el extranjero, Rusia con la represión a periodistas en Europa del Este y ahora Turquía aplicando su ley en contextos foráneos.

Estamos viendo cómo los límites geográficos de la represión estatal se disuelven en nombre del control informativo”, comenta Sarah Clarke, directora de políticas del grupo Article 19.

¿Se puede hacer periodismo libre aún?

Tras décadas de progreso en materia de libertad de prensa, el panorama global parece estar retrocediendo. Turquía, China, India, Rusia, Egipto, Hungría y otros países están institucionalizando nuevas formas de silenciar reportajes incómodos. Los periodistas, al convertir la verdad en su bandera, se enfrentan a un futuro incierto, sobre todo si lo hacen desde trincheras internacionales.

Casos como el de Joakim Medin deben servir de llamado de alerta. Cubrir una protesta, escribir una nota o preguntar por qué se encarcela a un alcalde puede convertir hoy a un profesional de la información en "enemigo del Estado". Si las democracias occidentales no reaccionan con firmeza ante estos abusos, el precedente será devastador.

El futuro de Medin y lo que representa

A medida que se acerca su segundo juicio sin fecha concreta, la comunidad internacional tiene una responsabilidad ética: proteger no solo a Medin, sino lo que representa. La libertad de prensa no debe depender de arreglos diplomáticos ni de conveniencias geopolíticas.

Como concluyó el propio Medin ante el tribunal: “No se puede criminalizar a alguien por contar lo que ve”. Esa sentencia debería resonar en cualquier lugar donde la verdad aún signifique algo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press