Accidente en PNC Park reabre el debate sobre la seguridad en los estadios de béisbol
La caída de un aficionado durante el juego entre los Pirates y los Cubs genera conmoción y cuestionamientos en Pittsburgh y MLB
La noche del miércoles 30 de abril de 2025, la emoción de un juego de Grandes Ligas se convirtió en tragedia cuando un aficionado cayó desde la parte superior del famoso Clemente Wall —una sección de la barda del jardín derecho— en PNC Park, justo durante una jugada decisiva entre los Pittsburgh Pirates y los Chicago Cubs.
Un accidente que silenció el estadio
Corría la séptima entrada del juego cuando Andrew McCutchen, emblema de los Pirates, conectó un doble que empujó dos carreras para poner a su equipo arriba 4-3. En medio del júbilo por la remontada, un disturbio inesperado conmocionó a jugadores, cuerpo técnico y aficionados por igual: un hombre cayó desde unos 6.4 metros de altura hasta el campo, justo detrás de la zona de advertencia del jardín derecho.
Entrenadores de ambos equipos, paramédicos del estadio y personal de seguridad acudieron de inmediato. El hombre permaneció cinco minutos tendido, siendo atendido antes de ser trasladado en carrito hacia una ambulancia y posteriormente ingresado en el Allegheny General Hospital, donde fue declarado en condición crítica al día siguiente.
“Devastación total”: la respuesta de los jugadores
Andrew McCutchen, notoriamente afectado, sostuvo un crucifijo mientras se realizaban las atenciones médicas. “Estamos devastados. Oramos juntos como equipo después del juego. Sólo puedo pensar en su salud”, dijo a la prensa. McCutchen añadió algo aún más conmovedor: “Él es la razón por la que jugamos. Los fans hacen esto posible”.
El manager de los Pirates, Derek Shelton, y el de los Cubs, Craig Counsell, se apresuraron a notificar a los umpires para detener momentáneamente el juego, que curiosamente no fue suspendido oficialmente. “Aunque estaba a 350 pies de distancia, fue evidente lo que ocurrió. Ver a alguien caer así y quedar inmóvil fue impactante”, expresó Shelton.
Barrera que superaba los mínimos legales
El Clemente Wall es una estructura icónica del PNC Park. El vicepresidente de comunicaciones de los Pirates, Brian Warecki, informó que la baranda desde donde cayó el aficionado tiene una altura de 91 centímetros, superando los 66 centímetros obligatorios por el código de construcción local. Sin embargo, la caída reabrió una discusión que ha persistido en la MLB: ¿son suficientes las medidas de seguridad actuales?
Precedentes trágicos: no es la primera vez
Desafortunadamente, este no es un caso aislado. En 2011, Shannon Stone, un bombero en Texas, cayó al vacío intentando atrapar una pelota lanzada hacia las gradas por un jugador de los Texas Rangers. Murió al impactar con el concreto. Cuatro años después, Gregory Murrey, fanático de los Atlanta Braves, se desplomó desde el nivel superior de Turner Field. Ambos casos impulsaron acciones legales y modificaciones estructurales, como el aumento de la altura de barandales en varios estadios.
Incluso en disciplinas distintas, como el fútbol americano, se han reportado incidentes similares. En 2022, un aficionado murió tras caer por una escalera mecánica en el Acrisure Stadium, también en Pittsburgh.
La declaración del club: conmoción e introspección
El propietario de los Pirates, Bob Nutting, declaró sentirse “profundamente entristecido” y expresó su pesar por lo que describió como “un accidente terrible”. En su mensaje oficial expresó: “En momentos como este, debemos unirnos y apoyar a quien lo necesita. Estamos extremadamente agradecidos por la rápida acción de los primeros en responder que demostraron un nivel ejemplar de compasión”.
¿Basta con una baranda de 91 centímetros?
El reglamento actual de estadios de béisbol en los Estados Unidos varía según jurisdicción local, pero la mayoría se rige por códigos de construcción regionales. En el caso del Clemente Wall, técnicamente se cumple la altura mínima con holgura. No obstante, episodios como este rechazan los tecnicismos: son la prueba de que quizás lo mínimo requerido no es suficiente.
Un estudio de ESPN en 2016 reveló que, desde 1969, al menos 24 aficionados han muerto por caídas en los estadios de MLB. La cifra podría ser aún mayor considerando incidentes no mediáticos o no reportados debidamente. Además, se han registrado múltiples lesiones por pelotas de foul, hecho que dio paso a la instalación de redes protectoras hasta más allá de las líneas de primera y tercera base en muchos parques a partir de 2018.
¿Qué podría cambiar después?
- Aumento de la altura mínima de barandales a mínimo 1.20 metros en áreas de alto riesgo.
- Colocación de señalización de advertencia para fans que se ubiquen en las primeras filas o zonas elevadas.
- Capacitación reforzada para el personal de seguridad en técnicas de prevención y monitoreo activo de conductas de riesgo.
- Inclusión de materiales antideslizantes y diseño de barandillas con materiales de absorción de impacto en futuras renovaciones.
La paradoja de la experiencia inmersiva
En búsqueda de ofrecer una experiencia cercana a la acción, muchos estadios han optado por minimizar las separaciones entre el fan y el juego. Esta cercanía genera una atmósfera única, pero también implica riesgos mayores si no hay suficientes medidas de protección.
Al final, la MLB tendrá que navegar una línea muy delicada: preservar la esencia de los estadios como centros de emoción y cercanía con el deporte, pero sin poner en peligro la integridad de los aficionados.
Lecciones que deben perdurar
Este accidente, ocurrido justo mientras se vivía uno de los momentos más emocionantes del juego, nos recuerda que la pasión por el deporte no debe dejar de lado la seguridad. Las organizaciones, los diseñadores de estadios, las ligas y los propios aficionados tienen que trabajar juntos en construir una cultura del béisbol que sea igual de inmersiva y infinitamente más segura.
Por ahora, sólo nos queda esperar. Esperar por el parte médico que confirme la recuperación de un aficionado cuya única intención era vivir el béisbol en carne propia, ofreciendo el apoyo incondicional que todos los atletas reconocen como esencial.