Adiós a Jill Sobule: El legado inmortal de una trovadora queer que desafió al sistema
La cantante de 'I Kissed a Girl' fallece a los 66 años dejando una marca indeleble en la historia musical y en la lucha por los derechos LGBTQ+
Por más de tres décadas, Jill Sobule fue una fuerza imparable en la música y en el activismo social. Poética, audaz, feminista y queer, su legado trascendió la industria musical para instalarse en la cultura popular como una voz que nunca temió incomodar ni desnudar las verdades incómodas.
El jueves, el mundo recibió la triste noticia de su fallecimiento a los 66 años, tras un incendio en su casa en Woodbury, Minnesota. La causa aún no ha sido determinada. A pesar del trágico final, su música y espíritu continúan inspirando a generaciones de artistas y activistas.
Jill Sobule: una voz precoz y provocadora
Nacida en Denver, Colorado, el 16 de enero de 1959, Sobule fue una observadora silenciosa y creativa desde pequeña. Su primer álbum, “Things Here Are Different” (1990), producido por Todd Rundgren, ya mostraba una profundidad lírica poco común en la escena pop de la época. Sin embargo, su gran irrupción en la cultura mainstream ocurrió en 1995, con el lanzamiento de “I Kissed a Girl”.
La canción, considerada hoy un hito del pop queer, fue revolucionaria. Celebraba, sin pudores ni clichés, una experiencia de atracción entre mujeres. A pesar de ser vetada por estaciones conservadoras del sur de Estados Unidos, llegó al puesto 20 del Billboard Hot 100. En un ambiente musical aún hostil hacia la representación LGBTQ+, la letra desafiante y el video irónico de Sobule desafiaron abiertamente las narrativas estereotipadas.
Años después, cuando Katy Perry lanzó una canción con el mismo título (I Kissed a Girl, 2008), Jill no vaciló en señalar las diferencias ideológicas y artísticas:
“La mía hablaba de cuestionamientos reales y sentimientos, la otra era más bien una fantasía masculina”, dijo Sobule en una entrevista de NPR.
Temas incómodos, versos necesarios
A lo largo de sus 12 álbumes, Sobule abordó temas como la pena de muerte, los trastornos alimenticios, la autonomía reproductiva, la política exterior de EE.UU. y las injusticias de género. Su habilidad para combinar crítica social con melodías pegajosas la convirtió en una figura de culto tanto en circuitos indie como en colectivos activistas.
En su disco “Pink Pearl” (2000), una canción como “Lucy at the Gym” desafía las representaciones tradicionales de la anorexia. En “Mexican Wrestler” toca la vulnerabilidad emocional desde la poesía más descarnada. Y en “Heroes”, se atreve a cuestionar la idealización de figuras históricas masculinas.
Independencia radical: pionera del crowdfunding musical
Mucho antes de que plataformas como Kickstarter revolucionaran el mundo artístico, Jill Sobule ya estaba un paso adelante. En 2008, tras ser rechazada por discográficas grandes y el colapso de dos sellos independientes con los que había trabajado, ideó su propio modelo de financiamiento directo con los fans.
Recaudó más de $75,000 dólares con el proyecto “Jill’s Next Record”, lanzado a través de un sitio web personalizado. Ofrecía desde una descarga anticipada del álbum hasta cenas caseras o serenatas privadas, dependiendo del monto aportado. Fue una pionera absoluta del “direct-to-fan”, modelo hoy común en la industria independiente.
“Esperar que otros financien tu arte ya no es el camino. Tomar el control fue liberador”, decía con entusiasmo en una entrevista de 2009.
Del escenario al teatro autobiográfico
Sobule expandió su lenguaje artístico al teatro con su musical autobiográfico “F*ck7thGrade”, que se estrenó en 2022 en el Wild Project de Nueva York. El espectáculo era una poderosa combinación de canciones y monólogos que retrataba el dolor y el humor de crecer queer en los Estados Unidos de los años 70 y 80.
La obra fue alabada por críticos y académicos por su honestidad emocional y su narrativa no lineal. Era Sobule en estado puro: irónica, vulnerable y profundamente empática.
Mentora, colega y figura cultural
Jill Sobule no solo acumulaba décadas de experiencia musical, sino que también fue una figura generosa dentro del gremio artístico. Compartió escenario con Neil Young, Billy Bragg y Cyndi Lauper. También participó en eventos queer y festivales alternativos por todo el país, convirtiéndose en una especie de madrina del pop activista.
En 2019, incluso tuvo una aparición en “The Simpsons”, cantando como ella misma, en un episodio que reconocía su influencia cultural. Y en 2023, confesó sentirse aún como una novata del micrófono:
“Siento que aún soy una principiante. Quiero hacer más, tengo mucho más por decir”, comentó en entrevista sobre su musical.
Homenaje y memoria
Este viernes, en vez del concierto programado en Denver, se realizará una reunión informal en su memoria, conducida por su amigo y locutor Ron Bostwick. El evento, según su publicista, será un espacio para compartir canciones e historias. Más adelante en el verano, se realizará una ceremonia formal para conmemorar su vida y obra.
Según John Porter, su representante: “Perdí a una clienta y a una amiga. Espero que su música, memoria y legado sigan inspirando.”
Su agente de bookings, Craig Grossman, añadió: “Nadie me hacía reír más. Su espíritu y energía serán profundamente extrañados en la comunidad musical y más allá”.
¿Qué simboliza Jill Sobule hoy?
En una industria donde el marketing muchas veces eclipsa el contenido, Sobule personificaba una resistencia artística que se hacía desde la canción, el gesto íntimo, la crítica social punzante, y el humor como herramienta de sanación y denuncia.
Ha dejado un legado que va más allá de las listas de éxitos. A través de canciones profundamente humanas, encarnó la posibilidad de vivir en los márgenes sin pedir disculpas, de contar verdades incómodas con guitarras afiladas y melodías dulces.
Por eso, más que una cantautora, Jill Sobule fue —y seguirá siendo— una trovadora moderna, queer y necesaria, que desafió las etiquetas, los géneros y las estructuras, iluminando con su música aquello que muchas veces la sociedad prefería mantener en la oscuridad.
Que viva por siempre la voz irreverente de una artista que nunca dejó de creer en la canción como acto político.